La autoincriminación en el amor: del muere negando al negarse hasta la Fiscalía

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La chismografía local, fue dada en la yema tras el primer ampay televisivo del año 2024, que repercutió en casi toda la prensa nacional: el anuncio de una infidelidad -en estadio propagandístico, antes de individualizar a los protagonistas-, habría activado la confesión sincera en la pareja varón, quien carente de pulso, se habría repetido la pregunta de Judas, respondiéndose el mismo en términos afirmativos, sin beneficios premiales lo cancelaron y la ruptura se hizo inminente ex ante lectura del chisme. El soldado caído, ya expectorado, fue objeto de variopinta mofa. Un programa radial hizo a sus oyentes la siguiente pregunta: ¿Qué harías si tu pareja te dice, lo sé todo?, el respetable, en clave animus jocandi; respondió mayoritariamente, lo que el asustadizo infiel debió hacer antes de declarase confeso, “negarse hasta la fiscalía”.

El tip parece aplicable no solo para infidelidades, mayor reflexión revelará la funcionalidad y versatilidad de la recomendación.

La postura defensista en modo negación, a veces compulsiva ha sido una práctica arraigada en el imaginario masculino, al punto de ser ya una facultad de todo investigado: el faltar a la verdad; y es que no solo se niega la comisión de hechos, cualquiera fuere su factura, se niega también hijos, parentela, hábitos de consumo, enfermedades, patrimonio, raza, economía, sexualidad. Se admite variables como “no recuerdo”, “no me consta”, “negar con pana y elegancia”, “desconozco”, “desconozco mayormente”. Los operadores de justicia, también son habitués, a esta práctica y constantemente producen frases como “negar cínicamente”.

Negarse, sin embargo no es una acción autónoma, necesita de un pregunta que la gatille, el lector asumirá que nos encontramos frente a una inquisitorial de viejo cuño; en casos del corazón, la promesa no solo es el escándalo, la parte acusadora principia (nótese que no prejuzgamos genero), con un dato, hallazgo, palpito, flasheo que lo saca del equilibrio y menesteroso de información, empieza el linchamiento progresivo, chilla con vocación totalizante, cualquiera que fuere la técnica usada, podemos identificar las siguientes: intentar doblegar a toda costa, mantenerse firme;  mentir al sostener que existe enorme evidencia; enfrentar con firmes aseveraciones, sin dubitar; incorporar distractivos como exagerar, dramatizar, burlarse; invocar supremacía moral, apoyarse en principios como justicia supraterrenal, karma, el mundo da vueltas, en esta vida todo se paga, invocar a dios; desarrollar argumentos de comprensión, que justifiquen el actuar; interrumpir todo esfuerzo de defensa, asegurarte que no se retracte; hacer que  vuelva a contar la historia, mostrar empatía (por momentos), ofrecer alternativas para salvar apariencias, someterlo a interrogatorio atemporal, repetitivo; infringir dolor, culpa, remordimiento, invocar decepción rememorando escenas de solidaridad y desprendimiento; hacer contacto con el tercero bajo sospecha, someterlo a rueda; inspecciones corporales, Ovice (observación, vigilancia y seguimiento), incluido médico legista; levantamiento de secreto comunicaciones y movimientos bancarios, incluido yape; aquí no hay reglas, estamos en the jungle, y el objetivo es la ansiada autoincriminación.

Así las cosas, negarse hasta la fiscalía, es una expresión novedosa, porque incorpora dos elementos diferenciadores, respecto de la frase primigenia: morir negando, esta última apostaba por una negación perpetua, tozuda, imperturbable, era además el triunfo del Yo, y acaso de la impunidad ante la imposibilidad de probanza. Esta técnica, a no dudarlo, debió tener ciertas ratios de éxito, ahora mermado por el auge de redes sociales y progreso de tecnologías. La exhortación, reconoce además una infracción que no puede taparse. El aconsejador puede reemplazar negar por silencio y el efecto serio el mismo, el consejo no deja de ser malo.

El segundo elemento, de la máxima negarse hasta la fiscalía,  es la introducción de la fiscalía como elemento integrante de la broma, es un nuevo actor en el refranero, la fiscalía aparece como poseedora del reconocimiento de un garantismo existente, que reivindica su posición adversarial. La fiscalía no podrá recurrir al cliché “Lo sé todo”, el interrogado tiene más opciones de afronte con reglas civilizadas, así las cosas se presenta más bien, como institución necesaria que reconoce el derecho a repeler el ampay, el sacrosanto derecho de defensa queda a salvo.

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