[VÍDEO] La vida del litigante. Entrevista a Humberto Abanto Verástegui | Temporada 1

Este proyecto plasma el lado más sensible de los litigantes, sus rutinas, sus pintorescas experiencias en el ejercicio de su profesión, los casos más duros que afrontaron como litigantes y los errores que cometieron durante sus inicios como abogados.

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La vida del litigante | Edición #2. Este ambicioso proyecto de Legis.pe busca registrar las confesiones de abogados litigantes para saber de qué madera están hechos, conocer cómo piensan, cómo se preparan, cuáles son sus miedos, manías, cuitas y retos.

En la primera edición, Carlos Caro Coria narró la vez que se enfrentó en audiencia contra el maestro César Nakasaki Servigón. Ambos litigaron en un conocido caso que enfrentó a dos cervecerías.

En esta segunda edición, el abogado penalista Humberto Abanto Verástegui revela cuáles fueron los errores que cometió al iniciarse como abogado y confiesa su admiración por el jurista Javier Valle Riestra, a quien calificó como «El príncipe de las libertades».

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En nueve minutos, el penalista cuenta por qué quiso ser abogado, cómo oralizó su primer caso y quién fue su primer maestro. Les dejamos algunas respuestas y, por supuesto, el vídeo para que vean toda la entrevista.

¿Cómo oralizó en su primer caso?

Si pensamos en el primer informe oral, digamos que los primeros primeros informes orales tuvieron que ver con procesos de amparo y de hábeas corpus originalmente. Si pensamos en un proceso propiamente oral, yo pensaría en la defensa que tuve la suerte de llevar adelante en el caso del exviceministro Gerardo Castro Rojas, caso en el cual tuve la fortuna de obtener el primer fallo de prueba prohibida en el sistema procesal penal nuevo.

¿Tuvo miedo de hablar en público?

Sinceramente, no.

¿Quién fue su primer maestro?

Mi primer maestro de derecho, o la persona a la que yo más admiro y que contribuyó mucho a mi formación, fue el maestro Carlos Lecaros Cornejo. Ya no está lamentablemente con nosotros. Fue un brillante profesor derecho penal en la Universidad Nacional Federico Villarreal, donde yo me formé. Tuve el privilegio de contar, no solo con su condición de maestro, sino que además fue una especie de protector y mentor. A él le debí mis primeras prácticas profesionales en el estudio de Goyenechea.

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