El 24 de noviembre de 1971 un secuestro aéreo paralizó a Estados Unidos y pasaría a la historia como una investigación se que cerró luego de 45 años sin dar respuestas. Este crimen, valorizado en un millón de dólares actuales y lleno de incógnitas que han cautivado a varias generaciones, se convirtió en uno de los misterios más grandes sin resolver.
Este hecho ha sido referenciado de forma constante en la cultura popular. Hay películas inspiradas en el suceso y series como Prison Break y la reciente Loki han traído a la conversación la misteriosa historia de un tal D. B. Cooper.
El gran robo
En los sesentas y setentas, viajar en avión era un experiencia muy diferente a lo que es ahora. Antes del 11 de septiembre del 2001, la seguridad en los aeropuertos era mucho menos exigente de lo que es ahora.
Basta con decir que entre 1968 y 1972 hubo 300 secuestros aéreos, lo que llevó a tomar ciertas medidas con el pasar de los años. Todos estos crímenes fueron resueltos, salvo el que nos reúne en esta oportunidad.
En el aeropuerto de Portland, un hombre identificado como Dan Cooper (y rebautizado por error en los medios como DB) compró un pasaje de ida Seattle con 20 dólares en efectivo. Sin necesidad de identificación o algún documento que demostrase que era en realidad quien decía ser, tenía un espacio reservado en la aerolínea Northwest Orient.
Dan caminó por el aeropuerto portando un terno negro impecable y un maletín. Nunca pasó por un detector de metales ni se revisó el contenido de su equipaje, por lo que subió al vuelo 305 portando lo que parecía ser una bomba.
Los primeros minutos del viaje parecían ser tranquilos. Nadie llamaba la atención a ese hombre que ahora portaba gafas oscuras, sentad en el asiento 18-E y que acababa de pedir un bourbon con soda a una azafata.
Florence Schaffnet, la trabajadora del avión, le entregó la bebida y recibió una nota por parte del hombre que no leyó, creyendo que se trataba de un coqueteo de los tantos que recibía. Sin embargo, ante la insistencia de Cooper terminó revisando y leyendo la advertencia-
“Tengo una bomba en mi maletín. Quiero que te sientes a mi lado”
Ella vio cables y tubos de líquido rojo dentro del maletín, por lo que asumió que la amenaza de bomba era real. Así que procedió a apuntar las indicaciones exactas de Cooper para hacérselas llegar al piloto.
El delincuente pedía cuatro paracaídas de uso civil y 200 000 dólares en billetes de 20 para que los 36 pasajeros y cuatro tripulantes no fallecieran a causa de la explosión. Nada más y nada menos.
El escape
Los pilotos se comunicaron con la torre de control e iniciaron un tenso proceso de negociación en el que Cooper participaba de forma serena. Resultaba inquietante para la tripulación que este ladrón se viera tan cómodo con la situación y que tuviera todo tan calculado. ¿Era acaso un genio del crimen?
El avión aterrizó en Seattle, donde se dio un tenso cumplimiento de las demandas hechas por el secuestrador. Recibió las bolsas de billetes que no estaban marcados, pero que sí habían sido fotografiados y que fueron impresos en un año especifico para reducir los márgenes en una eventual búsqueda.
Luego de verificar que la suma fuera la acordada, Cooper permitió que los pasajeros bajaran del avión. La treintena de individuos eran abordados rápidamente por el FBI y con sus testimonios se pudo realizar un bosquejo de la apariencia de este elegante pirata aéreo.
Con todo en orden, el ladrón ordenó el despegue con un destino desconocido para las autoridades e incluso para los pilotos. Ya en el aire, el criminal indicó que volaran con destino a México y a una altura considerablemente baja. Algo imposible de realizar.
Cuando la tripulación esperaba un destino fatal, sintieron que las compuertas traseras del avión se abrían. DB Cooper, uno de los paracaídas solicitados y todo el dinero pedido habían desaparecido.
La investigación
Los especialistas del FBI sabían que los vientos de esa fecha no eran convenientes para realizar paracaidismo, por lo que Cooper era un gran profesional en la materia o un completo ignorante al respecto.
No pasaron muchas horas luego de su desaparición cuando empezó una búsqueda en toda el área en la que el delincuente debería haber caído. Pero no hubo ningún rastro del dinero o de algún sospechoso.
Se procedió entonces a rastrear los billetes. Con la ayuda extranjera de Scotland Yard y la propia aerolínea, se comenzó a buscar dinero con el número de serie en bancos y agencias. Northwest Orient llegó a ofrecer un 15 por ciento del dinero que se llegara recuperar a quienes den pistas importantes para encontrar a Cooper. Sin embargo, no hubo ningún avance.
En 1973, con permiso del FBI y de forma extraordinaria, un diario publicó todos los números de serie con el fin de que el público pudiera ayudar de forma masiva. Aún así, no se tuvo novedad alguna hasta 1980.
Casi diez años después, un niño encontró 5800 dólares en un río cerca a la zona en la que debería haber aterrizado Cooper. Los números de serie todavía eran reconocibles, a pesar de encontrarse dañados por la humedad y eran correspondientes a ese atraco. Hasta la fecha, es la última evidencia tangible sobre el caso.
Principales sospechosos
La lista de sospechosos que han sido descartados es extensa y obedece a una investigación que cuenta con 20 000 documentos almacenados en las oficinas del FBI. Sin embargo, hay algunos nombres que destacan.
Años después de la aparición de Cooper, se repitió un caso similar. Richard McCcoy Jr, usando el alias, abordó un vuelo y le entregó a la asistente unas instrucciones de secuestro. Allí solicitaba cuatro paracaídas y 500 000 dólares, sosteniendo una granada en la mano.
Él fue capturado, tres meses después, luego de reportes de amigos suyos, quienes lo señalaban como alguien que constantemente se refería al caso de DB Cooper con cierta admiración. Al ser interrogado sobre este crimen, se le consultó si estuvo involucrado en el famoso secuestro y respondió en todas las oportunidades que «no quería hablar sobre eso».
Por falta de pruebas, se descartó que McCoy fuera DB. Pero nos sirve para entender la sanción que habría recibido el anónimo pirata, ya que McCoy fue sentenciado a 45 años de prisión por piratearía aérea.
Otro sospechoso que fue investigado durante mucho tiempo fue Duane Weber, aunque fue un proceso póstumo. Su viuda se acercó a las autoridades luego de que él falleciera para denunciar que se trababa de DB Cooper por una serie de coincidencias.
Weber estuvo preso en una prisión cerca de Portland, afirmaba tener un historia que jamás le podría contar y hablaba en sus sueños sobre un «salto en avión».
A pesar de que muchos detalles parecían encajar, el FBI no encontró datos concluyentes y lo descartaron como un sospechoso principal.
Una de las pistas más recientes fue descubierta gracias a un abogado que se comunicó a los medios para delatar a un exempleador suyo, ya fallecido, como el legendario ladrón.
Según el legista, William Gosset habría confesado el crimen ante sus hijos y él mismo. Además, afirmaba que el dinero, o lo que quedaba del mismo, estaba resguardada en una caja fuerte oculta. Nada de esto fue comprobado por el FBI, por lo que nuevamente se descartó la idea.
Incluso un asesino en serie, John List, fue considerado como sospechoso. Pero pasó a ser otro nombre eliminado de una lista larga y abandonada desde hace cinco años.
¿Qué crees que pasó con este misterioso criminal?