Gobernar a través del delito o gobernar el crimen: la política en la cuestión criminal

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Sumario: 1. Introducción; 2. El arte de gobernar; 3. Gobernar a través del delito; 4. Críticas al gobierno a través del delito; 5. Gobernar el crimen 6. Conclusiones.


Resumen

La investigación aborda el problema de gobernar un Estado. Para ello, analiza el origen del poder estatal y el concepto de soberanía; realiza una crítica del orden social, retomando algunas ideas contemporáneas de la ciencia política; analiza y critica el “gobierno a través del delito”. Propone, finalmente, el “gobierno del crimen” como forma eficaz para solucionar la brecha de desigualdad existente en nuestra población, adoptando e implementando políticas sociales sustentadas en un análisis previo de nuestra realidad.


Gobernar a través del delito o gobernar el crimen: la política en la cuestión criminal

Mtro. Augusto Renzo Espinoza Bonifaz
Docente Universidad de San Martín de Porres

La historia de las luchas por el poder y, en consecuencia, las condiciones reales de su ejercicio y de su sostenimiento, sigue estando casi totalmente oculta. El saber no entra en ello: eso no debe saberse.
Michel Foucault

1. Introducción

La realidad nos demuestra día a día la incapacidad de nuestros gobernantes para gestionar el bien común. Hemos tenido —y tenemos— gobiernos comprometidos y sometidos a poderes financieros internacionales vinculados con la violencia, que poco hacen por satisfacer las necesidades sociales mínimas.

El principal costo de este penoso devenir es la desconfianza por todo lo relacionado a la política, lo cual repercute directamente en el resquebrajamiento de este sistema basado en la representación del pueblo, es decir, la democracia.

Hoy resulta lamentable observar los índices de aprobación de la población respecto a las acciones del gobierno y las principales instituciones públicas: revela falta de liderazgo político de nuestras autoridades, por decir lo menos. La ausencia de políticas públicas a mediano o largo plazo —que puedan resolver satisfactoriamente las brechas de desigualdad económica existentes en nuestra sociedad— genera que se observen sus consecuencias con mayor frecuencia.

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Es evidente la violencia estructural que genera la indolencia de nuestros gobernantes por gestionar adecuadamente a los individuos, bienes, riquezas, recursos, etc. a fin de cubrir convenientemente las necesidades humanas básicas de la población. Ello está causando que las manifestaciones de violencia directa y cultural sean cada vez más frecuentes entre los ciudadanos.

Ante ello, nuestras autoridades recurren crónicamente a la adopción de leyes, sobre todo penales, con la finalidad de prevenir y sancionar las manifestaciones de violencia directa y cultural de los ciudadanos. Al respecto, sostienen que es la mejor manera de controlarlas y reducirlas.

A esta estrategia política de reaccionar frente a las manifestaciones de violencia con la creación y/o modificación de leyes penales se le ha denominado “gobernar a través del delito”.

Por ello, esta investigación tiene como objetivo identificar sus principales características, determinar si en nuestro país se está empleando y analizar si es la manera correcta de controlar y reducir las manifestaciones de violencia directa y cultural que existen en la sociedad.

2. El arte de gobernar

El problema sobre cómo gobernar surge con el nacimiento de toda civilización. Desde la Edad Antigua hasta nuestros días diversos filósofos, teólogos, sociólogos, politólogos, juristas, etc. han teorizado al respecto; sin embargo, si existe un texto que ha significado un punto de referencia en relación con este tema tan controversial, ya sea por la aceptación o rechazo a las ideas que contiene, es El príncipe de Nicolás Maquiavelo.
Para Maquiavelo, la fuerza es el origen del poder.

Según Francisco Ávila-Fuenmayor y Claudia Ávila Montaño (2012): “El razonamiento que empleó Maquiavelo fue que el poder político a través de la fuerza, impone el interés general por encima de los desmedidos e insaciables deseos de los hombres” (p. 370). Agregan:

Los hombres son propensos a la corrupción. “Cada hombre tiene su precio”, ya que cada uno está dispuesto a satisfacer sus ambiciones y pasiones, por lo cual hay que tenerlos sujetos para que el funcionamiento de la sociedad sea posible. En tal sentido, establece: la sociedad no puede subsistir sin orden y, a su vez, el orden no es posible sin el empleo de la fuerza, de la coacción que los jefes deben ejercer, si desean permanecer en esa condición para conservar su poder frente a sus súbditos o dominados.

Bajo esta línea, todo gobernante debe inspirar miedo a sus súbditos para establecer un Estado cohesionado y compacto, pues solo a través del miedo se consigue la paz social. Un gobernante cruel y despiadado puede lograr que sus súbditos le tengan temor y, solo así, que nunca se comporten desafiando las políticas de gobierno que decrete a través de sus leyes.

Sobre esta política del “príncipe”, Michel Foucault (1991) señala que este se encuentra en una relación de singularidad y de exterioridad respecto de su principado, pues lo recibe por herencia, adquisición o conquista; no forma parte de él, es exterior a él.

No se aprecia una ligazón natural entre el “príncipe” y su principado; por tanto, es una unión sintética y frágil que siempre está en riesgo de ruptura, ya sea porque enemigos del “príncipe” quieren apropiarse de su principado o porque no existe una razón legítima para que los súbditos acepten el principado del “príncipe”.

Será por ello que el objetivo central del “príncipe” es mantener, reforzar y proteger el poder que ejerce sobre el principado. Así se comprende que El Príncipe de Nicolás Maquiavelo se compone de diversas lecciones para que el “príncipe” pueda conservar su principado; para ello, el fin justificaría los medios.

Además, para Maquiavelo, el objeto del poder son el territorio y sus habitantes, por lo que la soberanía se ejerce sobre ellos. La finalidad de gobernar es mantener la soberanía en el territorio, así como la obediencia de sus habitantes.

En estos términos, para ser un buen soberano, se debe garantizar el bien común, el cual consiste en que los súbditos obedezcan las leyes y respeten el orden establecido.

Como bien critica Foucault (1991):

Esto quiere decir que el fin de la soberanía es circular, reenvía al ejercicio mismo de la soberanía. El bien es la obediencia a las leyes; en consecuencia, el bien que propone la soberanía es que la gente la obedezca. Circularidad esencial, que sea cual sea la estructura teórica, la justificación moral y los efectos prácticos, no está muy lejos de lo que decía Maquiavelo cuando afirmaba que el objetivo principal del Príncipe debía ser el de conservar su principado. Se vuelve así siempre a este círculo de la soberanía o del principado en relación a sí mismo (p. 7).

Sin embargo, ser hábil en conservar el principado no es poseer el arte de gobernar. En este sentido, Foucault (1991) citando a Guillaume de La Perriere señala que: “gobierno es la recta disposición de las cosas y su cuidado para conducirlas a un fin conveniente” (p. 5).
En este orden de ideas, y observando la afirmación de La Perriere sobre el arte de gobernar, Foucault apunta:

Por tanto, las cosas de las que debe ocuparse el gobierno son los hombres, pero en sus relaciones, ligazones, imbricaciones con esas otras cosas que son las riquezas, los recursos, los medios de subsistencia, el territorio, ciertamente con sus fronteras, sus ciudades, su clima, su sequedad, su fertilidad; son los hombres en sus relaciones con los usos, las costumbres, los modos de hacer o de pensar, etc., y finalmente los hombres en sus relaciones también con esas otras cosas tales como los incidentes o desgracias del tipo de la carestía, la epidemia, la muerte, etc. (pp. 5-6).

De esta manera, la finalidad del gobierno no sería la soberanía y, menos aún, el concepto del bien común enseñado por Maquiavelo, pues el gobierno busca disponer las “cosas” no a un único bien común, sino a un fin conveniente para cada una de las que haya que gobernar.

Esto implica una diversidad de fines específicos: por ejemplo, el gobierno debe obrar de tal modo que se produzca la mayor cantidad de riquezas posible, que se le proporcione a la gente medios suficientes de subsistencia, incluso la mayor cantidad posible; deberá procurar que la población pueda multiplicarse, etc. (Foucault, 1991, p. 7).
Gobernar no es imponer leyes a los hombres, sino utilizar estrategias políticas para disponer correctamente de los recursos con los que se cuentan. La ley no es el instrumento central para gobernar; por lo tanto, no hay que abusar de ella.

Además, todo gobernante debe ser paciente, prudente y diligente. No debe emplear el castigo para gobernar, el uso de la fuerza no debe ser primordial en sus políticas; por el contrario, debe saber cómo alcanzar sus objetivos de manera juiciosa y actuando al servicio de su población.

[Continúa…]

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Mtro. Augusto Renzo Espinoza Bonifaz
Abogado y Maestro en Derecho con mención en Ciencias Penales por la Universidad de San Martín de Porres. Premio a la Excelencia Académica en Derecho “José León Barandiarán Hart” otorgado por el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. Miembro del Instituto Panamericano de Derecho Procesal, del Instituto Vasco de Derecho Procesal, del Instituto Peruano de Criminología y Ciencias Penales, del Centro de Estudios en Criminología de la Facultad de Derecho de la Universidad de San Martín de Porres, y de la Comisión Consultiva de Criminología, Derecho Penal y Derecho Procesal Penal del Ilustre Colegio de Abogados de Lima. Profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad de San Martín de Porres.

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