Carta de un padre abogado a su hija

Recibimos esta carta por parte de un lector y decidimos compartirla con ustedes.

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Salgo demasiado temprano de la casa, con la corbata bien puesta y los ojos cerrándose por el sueño, a la espera de un buen café. La mayoría de veces, estás completamente dormida y no escuchas mi despedida o no sientes mi beso en la frente.

La vida del derecho es así y no sé si algún día decidas tomarla, Luna. No sé si sentirás mis ausencias como una advertencia o verás mi trabajo a gran escala y sentirás admiración. Creo que por eso estoy escribiéndote esto.

En mi vida hay dos pasiones. La primera es el derecho, la carrera que escogí desde muy joven. Desde las extensas maratones con mi mamá viendo La ley y el orden o CSI, desde que veía los noticieros sintiendo un extraño hambre de justicia.

El derecho me dio casi todo. A los mejores amigos que hoy conoces como tus “tíos”, mi independencia económica, las anécdotas que te contaré cuando seas mayor y, sobre todo, a la chica que llamas “mamá” todos los días.

En su momento, entenderás que no es tan difícil cargar con las ojeras que yo llevo cuando la consecuencia es tan bonita a largo plazo. No me arrepiento de mis elecciones profesionales que me llevaron por este camino y espero que experimentes esa sensación en su momento.

Pero no quiero venderte una fábula perfecta. El derecho y específicamente el derecho penal son un mundo difícil. Y tal vez doloroso. Muchas veces enfrento la falta de justicia directamente y no sé como mirar a alguien a los ojos después de eso, después de sentir que le he fallado al propósito principal de la carrera.

Cuando era más joven, mi idealismo me llevaba a pensar en un mundo perfecto para todos. La justicia absoluta era un ideal alcanzable y todos podrían estar bien. Hoy sé que las cosas no son así de fáciles, pero mis metas siguen estando altas. Ahora quiero un mundo que sea lo suficientemente bueno para ti, mi Luna.

Eso me lleva a mi segunda pasión, porque mi segunda pasión eres tú. Todo lo que hago de forma profesional o personal, es un una huella en la arena que tú algún día observarás. Estoy dejando marcas que en su momento juzgarás o querrás imitar. Estoy dejando historias que también te pertenecen, porque al fin y al cabo soy jurisprudencia que revisarás constantemente, incluso sin notarlo.

Con fe, en algún momento verás mi legado y entenderás el porque no estuve en ciertos momentos. Pero mi promesa es que estaré para los grandes anécdotas que sé que tendrás. Porque desde que te vi llegar, noté mucho en esos ojitos chiquitos que tienes. Por ejemplo, la certeza de que te esperan cosas grandes.

Si te terminas animando por el derecho luego de vernos a tu mamá y a mí por estos rumbos, sería un gesto muy lindo. Pero más lindo será que tengas la confianza de tomar tus propias decisiones y el acompañarte en todo lo que estas elecciones te traigan.

Luna, todavía no sabes leer, pero sé que tu mamá te recitará esta carta de la misma forma en la que te lee esas apasionantes historias antes de dormir. Pero cuando seas un poco mayor y vuelvas a encontrarte con este texto, búscame y róbame un abrazo. La sentencia que tenga entre manos puede esperar, si es que tú me lo pides.

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