Encontrar un solo significado para la palabra «derecho», sería difícil para poder describir la naturaleza y esencia de esta. Como abogados sabemos que el vocablo «derecho» se encuentra cargado de polisemia (pluralidad de sentidos) cuya particularidad es no poder establecer una sola noción, puesto que trae consigo un resultado complejo y colosal de conceptos, que complica la labor de muchos filósofos del derecho, a la hora de dar por asentado una sola definición.
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Fue así como esta «pluralidad de sentidos» atrajo mi atención e hizo que me dedicara a profundizar e investigar con mayor dedicación, las raíces del vocablo «derecho», hasta obtener valiosas fuentes históricas y filosóficas del derecho. Sin embargo, luego de revisar los distintos materiales que encontré –desde textos en latín hasta textos en francés y alemán– mis investigaciones dieron como resultado que, aunque no se puede precisar con exactitud el momento histórico y preciso en que se originó o acuñó el término «derecho», los textos etimológicos ofrecieron una posible respuesta.
Es casi seguro que muchos estudiantes de derecho y abogados, concebimos la idea en la cual el término «derecho» se originó en Roma –porque a muchos de nosotros nos han enseñado así– y no sería incorrecto pensar de esta manera, puesto que en Roma se comenzó a regular las leyes para la urbe, como también, se llegaron a crear, diversas instituciones jurídicas, sin olvidar los grandes debates que se producían en el foro, como también entre los senadores y jurisconsultos romanos, todos teniendo como fin, impartir justicia.
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Roma no fue precisamente donde nació el derecho, pero sí donde se institucionalizó, por establecer leyes que con el tiempo llegarían a formar parte de los primeros códigos redactados en muchos países. Empero, por más que Roma nos haya dejado como legado sus leyes e instituciones, el término «ius» que conocemos como principal alusión al derecho objetivo, esto es, al conjunto de normas que constituyen el ordenamiento jurídico, no tendría sus orígenes en Roma, sino en una cultura mucho más antigua, me refiero a la India.
¿Cómo llegué a esta conclusión? Gracias a los distintos alcances y a las brevísimas nociones que proponen Pott y Pokorny, expertos en lexicografías y estudios de lenguas indoeuropeas, como también, gracias a un conocido por muchos de nosotros, el alemán Rudolph Von Ihering y al jurista suizo Pictet, quienes tuvieron la ligera sospecha, que el «ius» de los romanos, probablemente no sea propio de ellos.
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En este sentido, seguí con mis investigaciones, que me llevaron hasta la voz en sánscrito[1] इउ («iu» /yu/), teniendo como raíz las voces *yeu- o *yeu-g, cuyo significado es «unir», «unión», «ligar» y «vincular», con lo cual, podemos concebir claramente, que el «ius» de los romanos (entendido como «derecho») tendría por finalidad «unir a la sociedad mediante un cuerpo o conjunto de normas».
Actualmente, es importante resaltar que esta raíz sánscrita «iu» (yu), podría ser el antecedente propicio para el vocablo latino «ius» (yus), ya que los romanos también asociaban el término «ius» para referirse a un rito o expresión ritual de carácter «sagrado», lo cual también guarda mucha relación con la raíz védica «yos», cuyo significado es «santo», «puro», «verdadero» y «celestial», haciendo alusión a la divinidad o lo sagrado. De «yos» (raíz védica) a «ius», no parece haber gran diferencia, tanto en el sonido de su pronunciación, como en el significado del carácter sagrado, incluso teniendo cierta vinculación con el Dharma (buscar: Derecho hindú).
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Es importante recalcar y reconocer que la palabra «derecho», vinculada directamente con nuestra profesión, tenga sus orígenes en voces sánscritas y raíces védicas, antes que llegue a establecerse en Roma (ius), tal como lo conocemos. Incluso, si nos percatamos bien, se le otorga al derecho –en sus orígenes– un carácter sagrado y ritualista, donde el derecho mismo pasa a ser algo sagrado.
No en vano los primeros hombres de las antiguas civilizaciones que otorgaban y regulaban la conducta de los habitantes, antes que surjan los primeros abogados, fueron los sacerdotes, motivo por el cual encontramos en el libro primero del Digesto, lo siguiente: «Cuius merito quis nos sacerdotes appellet, iustitiam namque colimus et boni et aequi notitiam profitemur», cuya traducción es: «En mérito de esto, alguno nos llama “sacerdotes”, pues servimos a la justicia y nos dedicamos al conocimiento de lo bueno y lo justo» (Domiciano Ulpiano, Inst. D. 1,1,1, y pr.).
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[1] Es importante mencionar que la palabra «derecho» tal como lo conocemos actualmente, no existe en sánscrito, puesto que no hay una palabra que corresponda al término «derecho» que guarde relación con «sistema de leyes» o «cuerpo normativo». Pero no ocurre lo mismo, si analizamos solo la raíz de una palabra en sánscrito, como lo es «iu» (yu).