El abogado del diablo es un clásico de culto que los lectores mencionan cada vez que hacemos una lista de filmes, sea cual sea la categoría o género en cuestión. Junto con Suits, es el producto audiovisual más popular entre los abogados que siguen esta página.
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¿Por qué los hombres y mujeres de leyes aman tanto esta ficción? ¿Qué elementos hacen que un filme de 1997 sea tan atemporal y querido? ¿Son sus personajes? ¿Es su guion? ¿Hay un secreto detrás de su satánica premisa?
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1. Los orígenes de El abogado del diablo
No es un factor determinante para entender su éxito, pero sí para saber por qué pudo ser una experiencia completamente diferente. La idea original de la cinta era un espectáculo de efectos especiales, pensada como un blockbuster y no como un drama jurídico.
Durante el desarrollo inicial de la producción, Joel Schumacher estaba a cargo de la dirección. El nombre no dice mucho para los no tan cinéfilos, pero fue el cineasta a cargo de la famosa cinta de vampiros Lost Boys y de las horrorosas películas de Batman con Val Kilmer y George Clooney.
En ese momento, la cinta tuvo como posibles protagonistas a Brad Pitt y Edward Norton, pero el interés principal siempre fue tener a Al Pacino como el Diablo. Sin embargo, este rechazó en cinco oportunidades el proyecto por ese corte exageradamente fantástico que proponía.
Finalmente, Taylor Hackford asumiría la dirección y, luego de cinco reescrituras, se encontraría el tono adecuado para sumar al legendario actor a un proyecto que no apuntaba a un éxito seguro.
2. Lo oscuro que puede ser el derecho
Algunas cintas buscan matizar y romantizar al derecho y, por lo tanto, a los abogados. Pero El abogado del diablo comienza, desde la primera escena, mostrando que puede ser un negocio turbio si las herramientas que otorga la ley se manipulan con malicia.
Conocemos a Kevin Lomax —un jovencísimo Keanu Reeves— mientras defiende a un profesor acusado de abusar a una alumna, cuyo caso parece perdido. Sin embargo, termina dando vueltas a la situación de una manera que obliga a todo abogado a aplaudir de pie.
Para un litigante inescrupuloso hay casos difíciles y sensibles pero no imposibles de ganar, aunque para ello se haga uso de herramientas cuestionables y poco éticas.
3. La presencia de John Milton
John Milton o el Diablo, que cobra vida gracias al ya mencionado Pacino, es arrasador. Los personajes y la audiencia son manipulados y tocados por esta fascinante interpretación de una idea que pudo caer en clichés aburridos.
Más allá de las bondades que el actor le puso a su esfuerzo dramático, hay detalles que enriquecen su planteamiento como una figura sombría. Este dato puede parecerle irrelevante a muchos a primera vista.
El nombre John Milton proviene de un poeta, autor de El paraíso perdido. Un libro que cuenta con citas tan fascinantes como «Es mejor reinar en el infierno que servir en el cielo», que llega a ser pronunciada por el mismo Pacino.
El poeta no solo escribía sobre religión, ya que la conoció de cerca. Creció con la idea de que eventualmente sería clérigo, hasta que renegó de la fe al descubrir el mundo en sus años universitarios. Es un acto de —si se permite el juego de palabras— injusticia poética.
4. La fe es lo más lindo de la vida
Como toda conversación religiosa que proponga categóricamente la existencia del diablo, sobreentiende, a su vez, la de Dios. Y, por lo tanto, es una invitación a la fe.
¿La fe es un sentimiento que pueda balancear la vanidad y el ego que vemos en la cinta? ¿Es una característica que pueda pesarse de forma jurídica? Este es un debate gigantesco y que hemos explorado en textos que analizan el lugar común entre el derecho y la Biblia, ya sea a través de las parábolas, los versículos o, directamente, de sus historias.
¿Ustedes creen que hay espacio en el derecho para la fe?
5. El arte del filme
Hablar del arte en El abogado del diablo es hablar del diseño de un vestuario fabuloso y la fotografía, pero además de un compromiso por mostrar ambientes elegantes que obedecen a la lujosa vida de los protagonistas.
En ese sentido, el filme destaca por mostrar el arte de escultores como Frederick E. Hart, para nutrir los espacios de simbolismo y emoción acordes con el relato diabólico.
Esto no fue del agrado del artista, quien reclamó que «trece años de esfuerzo llenos de misterio y belleza de creación divina fueran pervertidos en la pantalla». La cinta se tuvo que editar en algunos cortes ajenos a la versión de cines para que no se llegara a juicio con el artista.
6. Un gran elenco
Sí, celebramos a Al Pacino más de una vez, pero todos en esta cinta están magníficos. Desde una joven Charlize Theron, lejos de convertirse en la gran estrella que hoy es, hasta un Keanu Reeves que ya estaba cazando grandes papeles protagónicos, pero aún no llegaba a la locura que fue Matrix.
La cinta contaba también con la participación de Craig T. Nelson, Heather Matarrazzo y Connie Nielsen, quien hoy sigue vigente en cintas como La mujer maravilla.
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