Horacio Alberto Vero, jurista argentino nacido en Chivilcoy, publicó hacia el año 2008 un libro de poemas titulado Poemas a Despacho, que contiene este poema que se popularizó entre quienes tienen el oficio de defender a las personas: Yo soy el abogado.
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El poema, además de retratar nítidamente el papel del abogado en el día a día, tiene un ritmo inmejorable, y se ha reproducido en distintos espacios y no podía faltar en nuestra plataforma. Se sentirán más que identificados. Que tengan un buen día. Ah, y no se olviden de compartirlo entre sus colegas, les alegrarán el día.
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Yo soy el abogado
El que todas las mañanas va recorriendo juzgados
y que anda a los apurones por ese escrito con cargo.
El que soporta la espera, el que se banca los paros,
y debe poner la cara justificando el atraso.
El que abre el escritorio y sale a ganarse el mango,
porque se vienen las cuentas y todo sigue a despacho.
El que no tiene licencias, ni salarios, ni aguinaldo,
y debe pelearla duro, porque se cobra salteado.
Yo soy el abogado.
Muchas veces de pleitero, injustamente acusado.
Al que todos lo consultan cuando se ven apurados
en la calle, en el cine, y en la cola del mercado,
y al que nadie le pregunta: ¿Doctor, se le debe algo?
Yo soy el abogado.
El que tantas veces pone su paciencia de artesano
para llegar al final con deudor insolventado.
El de cédulas y oficios, a pulmón diligenciados.
El que debe tolerar el sistema colapsado,
las nuevas disposiciones de Rentas y de Catastro,
los timbrados del Registro y el humor del funcionario.
Yo soy el abogado.
El que hace de estratega, de confesor, y de malo,
de mediador y de amigo, de psicólogo y de hermano.
El que sale a cara o cruz, con niebla o lluvia viajando,
porque justo le fijaron una audiencia bien temprano.
El que se muerde los labios porque el testigo ha faltado.
El que sufre taquicardia mientras va leyendo el fallo.
Del mostrador, para acá. Del pasillo, quede claro.
El que recorre Juzgados, durante meses y años.
A mucha honra señor, yo soy el abogado.
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