Escribe: Dante Morales Taquia
1. La ciudad de Núremberg (región de Baviera) fue testigo del proceso donde, por primera vez en la historia, eran juzgados los jerarcas políticos de una nación acusada de crímenes contra la humanidad. Entre el 20 de noviembre de 1945 y el 1 de agosto de 1946, se establecieron las bases de un nuevo orden internacional, a nivel jurídico. Por aquellas fechas la inexistencia de un derecho internacional –realmente– reconocido por todos los países fue un escollo para imputar delitos a criminales que habían actuado en otra jurisdiscción. De ese modo, se decidió llevar a sus propios tribunales a los políticos nazis.
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2. Como antecedente, el 17 de diciembre de 1942, los líderes de los Estados Unidos, Gran Bretaña y la Unión Socialista de Repúblicas Soviéticas, hicieron pública una primera declaración conjunta donde se reconocía oficialmente el exterminio de judíos europeos y se determinaba que se enjuiciaría a los responsables de la violencia perpetrada contra poblaciones civiles. Posteriormente, en Londres, el 8 de agosto de 1945, se firmaría la Carta de Londres, que establecía la creación del Tribunal Militar Internacional para juzgar a todos los miembros activos de la guerra. La sesión de apertura sería el 18 de octubre del mismo año, pero sería una mera formalidad. El proceso arrancaría el 20 de noviembre.
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3. Durante los meses que duró el proceso, algunos altos mandos nazis fueron capturados, pero hombres como Himmels, Goebbles y el propio Hitler ya se habían suicidado para evitar lo que consideraban una humillación. Se formularon cuatros cargos: conjura o conspiración, crímenes contra la paz, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. Las potencias debían seleccionar a un juez y a un suplente para los juicios. Se optó por Núremberg porque poseía una adecuada sede judicial para llevar a cabo el proceso. Además, ofrecía un centro penitenciario cerca del Palacio de Justicia.
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4. El juzgamiento comenzó con la imputación de cargos a una lista de 24 jerarcas. Solo tres de lo más altos dirigentes estaban presentes: Göring, acusado de ser el «líder de una guerra de agresión y creador del programa de persecución contra los judíos», Joachim von Ribbentrop y Rudolph Hess (quien intentó aparentar una demencia para salir librado de las acusaciones). Pese a esto, los estadounidenses exigieron la presencia de todo el sistema nazi en el banquillo de los acusados. Se eligieron responsables alternativos para los jefes de propaganda, antisemitisimo y economía. Otros nombres fueron obviados, como el de Heinrich Müller, jefe de la Gestapo, a quien aparentemente se protegió.
5. Los 24 acusados, apresados en una cárcel aledaña a la sala de vistas, no conocieron de los cargos que se le imputaban hasta el 6 de octubre. El elegido como presidente del tribunal fue el británico Geoffrey Lawrence. El juicio empezó con una controversia entre la Unión Soviética y los demás países que integraban el tribunal. Los soviéticos se negaron a aceptar que el exterminio de judíos fuera una política racial del régimen nazi, y que los campos de concentración estuvieran dirigidos específicamente hacia ellos, sino que también se perseguían eslavos, comisarios soviéticos y otros grupos políticos y raciales. A la URSS le enardecía que Estados Unidos no capturara a Adolf Eichmann, quien huyó a Argentina.
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6. La fiscalía también presentaría cargos contra dos organizaciones que sostuvieron el régimen nacional-socialista: el Alto Mando de la Wehrmacht, por crímenes de guerra y contra la humanidad; y Oficina Central de Seguridad del Reich, una fusión entre la Gestapo y la Sicherheitsdienst (Servicio de Seguridad). Ambas se habían fusionado en 1939, dando lugar a la Oficina Central de Seguridad del Reich. La actitud que mostraron la mayoría de los acusados rozó el patetismo y la lástima. Hombres sin honor, señalaban a Hitler como el único artífice del nacional-socialismo y que ellos solo seguían órdenes. Ribbentropp negando que supiera de la existencia de los campos de concentración o Hess, como mencionamos, apoyándose en una supuesta locura para afirmar que no recordaba nada.
7. Otros, como Kaltembrunner, atribuían su culpa a un superior: se consideraba una víctima de Himmler. Alfred Rosenberg apeló a la soberbia: «Le agradezco que tome notas, pero quiero que las tome fielmente y que no malinterprete mis complejas teorías y razonamientos. Después de todo, soy un filósofo y un estudioso, y mis pensamientos pueden ser complejos», señalaba con naturalidad a los jueces. Karl Dönitz, el nombrado sucesor de Hitler, señaló que «metiendo en campos a esa gente de ideas extranjeras, se salvó sangre alemana». Sin embargo, individuos como Hermann Göring o Albert Speer, tuvieron la hidalguía de reconocer sus responsabilidades. Göring se levantó indignado ante el espectáculo bochornoso de sus compatriotas, señalando su cobardía.
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Conclusión
A fines de agosto de 1946 todo quedó consumado. Finalmente, los veredictos se dictaron el 1 de octubre del mismo año. La culpabilidad de los jerarcas quedó completamente expuesta, antes los ojos de la comunidad internacional. Sin embargo, los crímenes que se juzgaron solo fueron los atribuidos a los nazis. No olvidemos acontecimientos lamentables como el Bombardeo de Dresde, cometido por el Reino Unido, por el que nunca se juzgó a nadie. En Núremberg, el tribunal dictó once condenas a muerte, tres condenas a cadena perpetua, dos a veinte años, una a 15 y otra a 10 años. Estos juicios sentaron las bases del derecho internacional moderno y permitieron el desarrollo de conceptos como genocidio o crímenes contra la humanidad en los ordenamientos jurídicos de las naciones.