Abogado ideal es aquel que consigue hablar en audiencia con la misma sencillez y la misma franqueza con que hablaría al juez a quien encontrase en la calle; aquel que, cuando viste la toga, consigue dar al juez la impresión de que puede fiarse de él como si estuviera fuera de audiencia […] De un informe lleno de artificios retóricos, dijo cierto juez, después de haberlo oído con delectación, pero con recelo: diré como de aquella rosa; es tan bella, que parece artificial.
El nacimiento de una figura
Como el consecuente antifascista que fue, Piero Calamandrei creía firmemente en que una de las condiciones para la libertad, era la legalidad. Este férreo defensor de los derechos fundamentales nació en Florencia el 12 de abril de 1889 en una familia burguesa de juristas toscanos. Su padre Rodolfo fue un prestigioso abogado con mucha fama en la ciudad, que fue profesor universitario de Derecho Mercantil e inclusive escribió algunas obras. Su abuelo paterno Agostino fue también un reconocido hombre de leyes. Del lado materno, su abuelo Giacomo era un distinguido abogado civilista. Su intimidad familiar es recreada magistralmente en su libro autobiográfico Inventario della casa di campagna (1940). La importancia de sus referentes familiares será determinante en el trayecto de su vida.
La calidad de los modelos humanos que lo acompañaron durante su vida fueron los artífices de su incorruptible ética personal. En Florencia vivió casi toda su vida, y es esta ciudad la que estará siempre presente y palpitante en todas sus obras. En sus primeros años, por la influencia que ejerció su familia, se dedicó intensamente a la lectura de los clásicos. Pues, como prueban las fábulas que escribió de adolescente, después recogidas en el volumen La burla di Primavera, había sido muy tempranamente escritor, entre 1906 y 1912, en publicaciones para ragazzi, como Il giornalino della domenica. Una época en la que Calamandrei escribió también versos, luego agrupados en el volumen titulado I poemetti della bontà. Años después, 1912, escribiría su primer trabajo jurídico. Su interés primigenio fue entonces, la literatura.
Su inclinación por los estudios jurídicos
Dicho esto, la profunda y rica cultura humanista de este hombre ya hablan de valor espiritual encomiable. Sin esta riqueza artística, muy probablemente, Piero Calamandrei no hubiera sido el gran jurista, filósofo, periodista y escritor que fue. Y si bien las leyes no fueron su prioridad durante la primera etapa de su vida, posteriormente decide iniciar sus estudios jurídicos con metódica disciplina y completa dedicación. Se graduó y doctoró en 1912 –a los 23 años–, con una brillante tesis de Derecho Procesal en la Universidad de Pisa bajo la dirección de Carlo Lessona, logrando una beca de perfeccionamiento académico en la Universidad de Roma; teniendo como maestro en los estudios procesalísticos a Giuseppe Chiovenda (de quien dijo fue su más grande guía).
Piero Calamadrei inicia sus actividades como docente en 1915 en la Universidad de Mesina, siendo designado profesor titular de Derecho Procesal Civil. Sin embargo, la Primera Guerra Mundial (como a muchos intelectuales), representó un punto de quiebre en su vida. Pese a estar recientemente casado, un joven Calamandrei no dudó en voluntariamente enlistarse en el ejército italiano; no obstante, que bien pudo quedarse en su biblioteca y en su escritorio, observando desde la orilla como seres de la misma especie se desangraban en una guerra impuesta por políticos. En un contexto de profunda crueldad, Calamandrei supo ser hombre de civil humanidad y llevó el caso de 8 humildes soldados acusados falsamente de abandonar sus puestos. Donde había barbarie, Calamandrei llevó justicia.
Años de intenso estudio y la gestación de su obra maestra: La Cassazione Civile
Además de Mesina, Calamendrei dedica su vida a la docencia en diversas universidades, siendo las más representativas: Módena (1918-1920), Siena (1920-1924) y Florencia (1924-1956), siendo rector de esta última universidad desde el 26 de julio de 1943. Sus años en la academia le sirvieron para escribir las obras fundamentales de la producción moderna de tratados jurídicos. En esa línea, escribió en 1920 su famoso libro La Cassazione Civile, donde Calamandrei hace una defensa apasionada de la unidad de la casación en Italia.
En esta obra critica duramente la dispersión de la jurisprudencia, que no encontraba un centro de unificación y provocaba inseguridad en el individuo. Esto quitaba razonabilidad a la tutela jurisdiccional; cuando, por el contrario, una persona debe poseer la claridad de sus derechos y deberes frente al Estado para garantizar su libertad, el tema recurrente en la obra del profesor Calamandrei.
La obra de Calamandrei no es solamente una genialidad a nivel jurídico, sino también, a decir del maestro Norberto Bobbio: «una fina obra de literatura, elegante, nítida, aguda y una obra nobilísima de profunda humanidad». Siendo uno de los más connotados hombres de la escuela chiovendiana, consideraba a la experiencia como fundamento indispensable de toda construcción teórica, y las teorías como un instrumento para mejorar la práctica. Piero Calamandrei no se limitaba a analizar aspectos netamente normativos, sino que asumía sagazmente que el derecho es uno de los más amplios fenómenos culturales. Se alejó del purismo mediocre e hizo un estudio sistemático de la relación entre el derecho y la realidad. Su libro, La Cassazione Civile, es entonces, considerada su obra maestra.
Su abierta lucha contra el fascismo
Calamandrei nunca perdió la fe en los ideales de la justicia y la libertad, pero sabía que su papel político tenía que ser mucho más activo. Así, pronto se unió al movimiento antifascista ante la arremetida conservadora que sufría Italia. Al igual que personajes ilustres tales como Gaetano Salvemini, Carlo y Nello Rosselli, Alessandro Levi, entre otros; fundó el Circolo di Cultura, que en 1924 sería desarticulado por el fascismo. Además colaboró en la elaboración de la revista clandestina de la resistencia Non mollare. Se afilió, también por aquella época, a la Unión Nacional Antisfascista liderada por Giovanni Amendola.
Desde su cátedra florentina, desde la Revista di diritto proccesuale civile, desde el Foro Toscano y desde diversos artículos de investigación publicados en revistas italianas y extranjeras; Calamandrei continuará dejando un legado de profunda amor por la civilización, por el rigor científico y de gran humanidad. Ante el ascenso del fascismo al poder, ya sin armas legales para poder combatir a la reacción, transferirá estos latentes anhelos a sus obras más afamadas; denunciando así, el superficialismo afectado y vano de la scienzia ufficiale y empezará a gestar una gran legión de discípulos.
Discípulo de Giuseppe Chiovenda
Las numerosas y modélicas obras que escribe por aquellos años son un ejemplo de claridad y probidad en tiempos de corrupción. Esta etapa se caracterizó por la notable influencia de su maestro Giuseppe Chiovenda, y entre sus principales publicaciones tenemos: La Casación Civil, que ya mencionamos, además de la Introducción al Estudio Sistemático de las Providencias Cautelares y Las Instituciones de Derecho Procesal Civil. Más adelante, imprime a sus escritos un afán mucho más humanístico, y sus trabajos ocupan legítimas inquietudes profesionales y sociales. Producto de este enfoque nacen obras como: Demasiados Abogados, La Universidad del Mañana y, por sobre todo, El Elogio de los Jueces escrito por un Abogado, textos que sorprenden por sus agudas reflexiones y que perviven en los centros de estudios superiores como textos esenciales.
Calamandrei nunca cesó su actividad política, y en la Italia post-fascista se animó a ser parte del proceso constituyendo, formando parte de la histórica Consulta Nazionale (1945-1946), donde ya hacía gala de su eterna simpatía por la libertad y la defensa del marginado. Debido al gran apoyo que encontró por todos los sectores de la sociedad (y en un contexto de enorme respaldo a las ideas antifascistas), fue escogido diputado de la Asamblea Constituyente en 1946 en representación del Partito d’Azione, de tendencia socialista liberal. Ahí, en calidad de miembro de la Commissione dei 75, se encargó de aportar a la redacción de un nuevo constitucional que garantizara el respeto de los derechos fundamentales. En 1948 fue elegido nuevamente diputado, pero esta vez al parlamento nacional, siendo representante del socialismo.
Enarboló hasta el último día de su vida, el 27 de septiembre de 1956, las eternas banderas de la libertad.