El penal de Lurigancho, como nunca lo contaron, desde la perspectiva, in situ, de dos estudiantes universitarios

Autores: Carolina Suyo Bringas, estudiante de derecho del sexto ciclo de la Universidad de San Martín de Porres y Asistente Legal del Estudio Jurídico Portugal Sánchez y Abogados. Cesar Mauricio del Valle Gaona, estudiante de derecho del décimo ciclo de la Universidad de San Martín de Porres y Asistente Legal del Estudio Jurídico Portugal Sánchez y Abogados.

Reflexionar acerca del cumplimiento de los derechos de los internos penitenciarios, significa realizar un juicio respecto a una sociedad. Para el presente artículo, debemos tener en consideración que una sociedad se debe juzgar por la manera en cómo esta trata a sus miembros dentro de un estado de vulnerabilidad; en ese sentido, la deshumanización e incluso omisión hacia el estado de las personas que se encuentran en un centro penitenciario, son una clara señal de un sistema de justicia penal que no está funcionando adecuadamente, prevaleciendo una condena social, peor muchas veces que una condena privativa de libertad, y que resulta tener un determinado tiempo de duración, mientras la primera afecta la vida del interno o ex interno para siempre.

Una visita al penal de Lurigancho

El día 19 de junio de 2023, nos dirigimos al Establecimiento Penitenciario San Pedro -conocido como Lurigancho-. Apenas llegamos nuestros celulares se quedaron sin señal; particularmente nos causaba mucha incertidumbre conocer las condiciones en las que se encontraban los internos. Muchas veces nos dicen lo “horribles” que son las cárceles, plantean un panorama que causa perplejidad. Eran casi las 9 de la mañana y estábamos ahí, con la expectativa de conocer ese mundo. Allí nos encontramos junto a los alumnos y alumnas del curso de Ejecución Penal de la Especialidad Penal de la Facultad de Derecho de la USMP, del profesor Juan Carlos Portugal Sánchez, listos
para ingresar.

Al ingresar pasamos por una serie de filtros; en definitiva, nada de celulares, billeteras u otros objetos que pudieran alterar el orden dentro del referido penal.

Estaba empezando la mañana, cuando nos dirigíamos a un área donde los internos podían jugar básquet, ahí nos reuniríamos con José Luis Pérez Guadalupe, ex presidente del INPE. Durante el camino a la referida área, habían internos observándonos, algunos más fríamente que otros, aunque ciertamente nos saludaron de manera muy respetuosa; de igual forma, podíamos observar aquella curiosidad de aquellos internos ante nosotros, quiénes teníamos una misión.

Nuestra misión en Lurigancho

La misión que se nos encomendó como grupo fue censar a los internos extranjeros, en apoyo a la ONG “Veneactiva”. En suma, en el penal de Lurigancho existe una gran cantidad de extranjeros recluidos, mayormente de nacionalidad venezolana, colombiana y ecuatoriana; muchos de ellos no se encontraban regularizados para residir en el Perú, y de igual manera sus familiares. Esta falta de regularización ocasionaba que sus familiares no puedan acceder a visitarlos, así como tampoco les permitía acceder a un sistema de salud adecuado.

La misión objetiva se realizó de manera satisfactoria. Nos dividimos en grupos y empezó nuestra experiencia en el penal de Lurigancho. Esta visita también nos permitió, como estudiantes de Derecho, vinculados más precisamente al Derecho Penal, tener un acercamiento con una realidad que de ninguna manera puede ser ajena a nosotros, toda vez que cuando nos enfrentamos a casos, con rostros y apellidos, muchos de ellos son derivados a las cárceles, ya sea producto de una prisión preventiva o pena privativa de libertad.

El derecho a la dignidad humana

Debemos tener muy presente que quiénes se encuentran internos en el penal son personas, que al igual que nosotros tienen derechos fundamentales constitucionalmente protegidos, bajo cuya privación pierden el ejercicio a su derecho a la libertad, más no el goce del mismo. Así, la Constitución Política del Perú establece en su artículo 1 los siguiente:

Artículo 1.- Defensa de la persona humana

La defensa de la persona humana y el respeto de su dignidad son el fin supremo de la sociedad y del Estado.

Como bien refiere Juan Guzmán Tapia (juez Chileno), “El respeto a la dignidad humana debe ser el pilar fundamental de cualquier sistema penitenciario que busque la rehabilitación y la justicia en lugar de la venganza y el maltrato.” En conformidad con este concepto de dignidad, esta sociedad no puede ser ajena a las condiciones en las que se encuentran los internos, el trato que se les da, durante el proceso, durante las consecuencias del mismo, toda vez que nos encontramos frente a personas, que al igual que nosotros tienen el derecho a la dignidad.

Como estudiantes de Derecho, no podemos caer con mucha mayor razón en emitir opinión que se derive en una condena social hacia los internos y pedir desde nuestra situación que se le aplique una condena retributiva, ya que comprendemos de manera más amplia que se trata de personas con derechos, que por ningún motivo pueden ser privados del goce de ellos. Esa comprensión que tenemos, que en la presente experiencia guiada por el doctor Juan Carlos Portugal reforzamos al tener ese acercamiento, deben ser transmitidas a aquellas personas que conforman nuestra sociedad, que muchas veces no permite una rehabilitación de los internos, a través de un juicio sin valorar que detrás de ello existe todo un proceso, que suele ser muy precario en muchos de los casos.

En efecto, el sistema penitenciario de nuestro país tiende hacia un fin preventivo especial positivo, más que a un fin preventivo especial negativo; toda vez que, se pretende reintegrar, resocializar y rehabilitar a aquella persona, que por diversas razones pudo cometer algún delito; contrario sensu, no se pretende utilizar las cárceles como un mecanismo de castigo o maltrato; pues como decía Nelson Mandela: “Cuando se maltrata a los reclusos en prisión, no solo se castiga al individuo, sino que se erosiona la confianza en el sistema de justicia penal y en la sociedad en su conjunto.”

Jirón de la Unión en el Penal de Lurigancho

Mientras nos dirigíamos a los pabellones correspondientes, donde se encontraban los internos extranjeros pasamos por un pasaje, conocido por los internos y personal del INPE como “Jirón de la Unión del penal de Lurigancho”. A los alrededores notábamos a muchos de los internos que se encontraban en la puerta de sus pabellones observándonos; absolutamente todos nos saludaban de una manera muy educada, el recibimiento fue totalmente gratificante, de igual manera, mientras censábamos a los internos en cada pabellón nos recibían con una botella de alguna bebida, había un orden del cual muchos quedamos sorprendidos, cada interno esperaba tranquilamente su turno y había un mutuo respeto y una gran atención hacia nosotros.

Se encontraba con nosotros la doctora Marisol Pérez Tello, ex congresista de la República y ex Ministra de Justicia. Nos causó gran admiración la manera en la que los internos la respetaban y querían, cuando finalizamos el recorrido acudimos al ambiente penitenciario de unos internos -llamada comúnmente como celdas-. Era un espacio pequeño -pero acogedor- y ordenado para la comodidad de los internos, se encontraba bien organizado, tenía un baño y dos internos habitaban ahí; era totalmente sorprendente pues pudimos observar de manera directa ese ambiente, que por mucho tuve una visión de un panorama totalmente distinto; una condición óptima para aquellos internos con los que pudimos dialogar de manera muy rápida, pero totalmente grata.

Cada pabellón de Lurigancho, mientras caminábamos por el denominado Jirón de la Unión, causaba en nosotros gran curiosidad por conocer más de aquellos internos, sus historias, sus relatos dentro de aquel centro penitenciario. Podía notar como muchos de los internos nos observaban con cierto alivio, desde nuestra interpretación, alivio al saber que estaban seguros que aún había oportunidad para ellos, pues nuestro trato fue cordial y retributivo al que nos daban ellos.

El derecho al trabajo

El derecho al trabajo de los internos penitenciarios es una cuestión fundamental que plantea diversas reflexiones y consideraciones importantes:

  1. Resocialización y rehabilitación: La implementación de centros de labores en las cárceles puede ser vista como una oportunidad para fomentar la resocialización y rehabilitación de los reclusos. El trabajo en prisión puede ayudar a desarrollar habilidades, fomentar la disciplina y proporcionar un sentido de propósito, lo que podría facilitar la reintegración exitosa de los individuos en la sociedad después de cumplir su condena.
  2. Dignidad y empoderamiento: Brindar a los reclusos la posibilidad de trabajar puede contribuir a su sentido de dignidad y empoderamiento. El trabajo les permite sentir que son parte activa de la sociedad y que pueden contribuir de manera productiva, a pesar de estar privados de su libertad.
  3. Riesgo de explotación: Aunque los centros de labores pueden ser beneficiosos, también pueden abrir la puerta a la explotación laboral. Es importante garantizar que los reclusos reciban un trato justo y se les remunere adecuadamente por su trabajo, sin aprovecharse de su situación vulnerable.
  4. Oportunidades de formación: Los centros de labores pueden ser una oportunidad para brindar a los reclusos capacitación y formación en diversas habilidades, lo que aumentaría sus perspectivas de empleo una vez que recuperen su libertad. Esto puede ser especialmente relevante para aquellos que carecían de oportunidades educativas previas.
  5. Impacto en la seguridad y disciplina: Implementar centros de labores bien gestionados podría contribuir a la mejora del ambiente carcelario. El trabajo puede ayudar a mantener a los reclusos ocupados y enfocados, lo que podría reducir la incidencia de conflictos y problemas de disciplina dentro de la prisión.
  6. Relación con la reincidencia: La participación en programas laborales en la cárcel podría estar relacionada con tasas reducidas de reincidencia. Si los reclusos adquieren habilidades y experiencia laboral, es más probable que encuentren trabajo y se reintegren con éxito en la sociedad, lo que podría reducir el riesgo de volver a delinquir.

En conformidad con lo detallado, en nuestros últimos minutos en el Penal de Lurigancho pudimos ingresar a observar los trabajos de los internos; en primer lugar, vimos artesanías, como mochilas hechas de mimbre, canastas del mismo material y absolutamente todos los internos que se encontraban en esa área estaban trabajándolo y nos recibieron amablemente; seguidamente nos dirigimos a ver las demás artesanías que hacían, por ejemplo, las macetas hechas y pintadas por ellos mismos, al igual que las alcancías.

Absolutamente todo lo que observábamos que realizaban los internos en el Penal de Lurigancho como parte de su reformación y rehabilitación, se manifestaba a través de todos sus trabajos hechos a mano; causando en nosotros una grata sorpresa y generando una mayor apreciación y por supuesto valoración de aquellas artesanías.

En conclusión, el derecho al trabajo de los internos penitenciarios es esencial para su rehabilitación, resocialización y reintegración en la sociedad. Proporcionarles oportunidades laborales adecuadas y justas no solo beneficia a los internos individualmente, sino que también contribuye a crear una sociedad más inclusiva y con menor índice de reincidencia delictiva.

Reflexión final

Nuestra visita al centro penitenciario fue una experiencia reveladora y esperanzadora. Desde el momento en que ingresé, pude notar un ambiente que reflejaba respeto, empatía y cuidado hacia los internos. El personal penitenciario mostraba un genuino compromiso con el bienestar y la rehabilitación de los reclusos, asegurándose de que sus derechos fueran respetados en todo momento.

Nos impresionó ver cómo se promovía el derecho a la dignidad de cada interno. Las instalaciones estaban limpias y bien mantenidas, y se notaba que se había puesto atención en proporcionar espacios que permitieran una convivencia más humana. Los internos eran tratados con respeto y consideración, y se les brindaba la oportunidad de participar en actividades recreativas, educativas y laborales que enriquecían su experiencia en prisión.

El derecho al trabajo era una piedra angular en la rehabilitación de los internos. Pude observar cómo se les proporcionaba formación y capacitación en diferentes oficios, lo que les permitía adquirir nuevas habilidades y desarrollar una perspectiva más positiva hacia su futuro. La remuneración justa por su trabajo también era una práctica común, lo que les daba la posibilidad de mantener el contacto con sus familias y ahorrar para su reintegración en la sociedad.

Lo más destacable fue que se veía un genuino esfuerzo por cumplir con los fines de la pena de manera efectiva. No se trataba simplemente de aislar a los infractores, sino de ofrecerles una oportunidad real de cambiar y mejorar como personas. La rehabilitación y la resocialización eran objetivos visibles en todas las actividades y programas que se ofrecían en el centro penitenciario.

Esta experiencia nos hizo reflexionar sobre el poder transformador de un sistema penitenciario que pone en práctica los valores humanos y se enfoca en la reintegración de los internos. Cumplir con los derechos de los reclusos, como la dignidad y el trabajo, no solo es un deber moral, sino que también contribuye a construir una sociedad más justa y empática.

Dejamos el centro penitenciario con una sensación de optimismo y esperanza. Saber que existen lugares donde se trabaja incansablemente por garantizar los derechos de los internos y promover su rehabilitación me recordó que el cambio positivo es posible en cualquier contexto.

Lima, 03 de agosto de 2023

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