El falso dilema: o sabes litigación o sabes teoría del delito

Lamentablemente, con creciente difusión (y, lo que es peor, recepción) se nos presenta un falso dilema, una artificiosa dicotomía, una aparente —pero falsa— oposición entre la formación en litigación oral o en teoría del delito.

Se nos presenta dos modelos como excluyentes y contrarios, dos posturas irreconciliables que se hallan en orillas opuestas.

Así, se pregona que el buen litigante no es buen dogmático ni sabe de teoría del delito, “solo sabe hablar bonito”; en el lado contrario, el buen dogmático o que conoce de teoría del delito no desciende al uso de las técnicas de litigación oral, solo habla del sexo de los ángeles porque “es un abogado de escritorio”. Seguramente convendrán conmigo que muchas veces han leído o escuchado abogados que satanizan una posición para endiosar la otra o viceversa.

Pues bien, hay que decirlo claramente y sin medias voces, estas posiciones que parecen antípodas o las dos rutas de un camino bifurcado en realidad no lo son. Se nos ha vendido este falso dilema “o litigación o teoría del delito” como si fueran las dos únicas opciones posibles omitiendo que hay otras opciones razonables y válidas.

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Un buen abogado litigante puede perfectamente alegar y contrainterrogar con eficacia siendo conocedor de las estructuras, categorías y el lenguaje del delito (el armazón de la teoría del delito). Y un buen dogmático puede usar sus conocimientos para que, por ejemplo, en el alegato final exponga sus conclusiones de por qué no hay delito ni responsabilidad penal en su defendido. Esto quiere decir que no hay acá buenos o malos, bonitos o feos, dioses o demonios, grandes o pequeños, brillantes u oscuros, no, hay más bien buenos y malos abogados litigantes, pero el ideal, el arquetipo, el dechado o modelo del abogado litigante es aquel premunido de los conocimientos esenciales de la teoría del delito y, por supuesto, con un conocimiento claro y además un empleo diestro de las técnicas de litigación oral.

En suma, no permitamos que se nos constriña con la fórmula “o eres bueno en el litigio o lo eres en la dogmática penal”, antes bien rediseñemos la fórmula en estos términos “eres bueno en lo uno y en lo otro”, “sé litigar y sé teoría del delito”, los dos saberes se complemente, se refuerzan y se nutren. No es litigación o teoría del delito; es litigación y teoría del delito. Empecemos a derribar mitos y falsas dicotomías.

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