¿Cómo así se ha producido el debilitamiento de la doctrina y el fortalecimiento de la jurisprudencia?

¿Como así se ha producido no diré –sería un exceso– la debacle, pero sí el debilitamiento de la doctrina jurídica, típico rasgo del sistema romanista, que secunda a la ley, en el predominio de las fuentes formales del Derecho?

¿Cómo así, a su vez (anglicismo de moda, como muchos otros detalles de la vida legal) se ha empoderado o, mejor dicho, en castizo, se ha fortalecido la jurisprudencia (con diversas denominaciones, dicho sea de paso, a saber, precedentes vinculantes, plenos jurisdiccionales, doctrina jurisprudencial, etc.)?

¿Dónde radican las causas de este proceso que a todas luces resulta inequívoco y, al parecer, irreversible? A mi juicio, varias son las razones. Una tiene que ver con el ejercicio del poder: la actividad legislativa (no seamos ingenuos, pues, las cortes, como los propios órganos de jurisdicción administrativa lo tienen y son indiferentes ante cualquier objeción teórica o política) ha crecido de manera abrumadora, la potestad legislativa del Estado ha aumentado: todos quieren producir textos normativos.

Al poder legislativo (pleonasmo en el que pocos creen) se han sumado en las últimas décadas infinidad de organismos estatales (y hasta privados y mixtos) que legislan y que también resuelven. ¿Sabían ustedes, por ejemplo, que existe todo un sistema paralelo en materia de adopción que vía reglamento hasta modifica el Código Civil en cuanto a la edad de las personas capaces de adoptar, la nacionalidad, las asignaciones, los controles, etc.? Esto solo para dar un ejemplo, pues esos núcleos o microcosmos con autonomía normativa y jurisdiccional administrativa proliferan por doquier: municipalidades, regiones, registros públicos, Indecopi, Osce (antes Consucode), superintendencias, mecanismos de conciliación, mediación y arbitraje y paro de contar.

Si estos organismos no legislan ni resuelven sentirían que pierden legitimidad y autoridad. Se configuran de este modo numerosas esferas especiales de solución o prevenciones, artificiosas o meritorias, necesarias o superfluas que tienen sus propias reglas y rituales.

¿Qué tiene que ver todo esto con el deterioro de la doctrina como una obra de perfección jurídica? Mucho. Ocurre que ese nuevo mundo jurídico en el plano normativo y jurisdiccional es caótico, desordenado, imperfecto (a veces, mediocre). La solemnidad de la doctrina, su preciosismo en la construcción dogmática colisiona frontalmente con la informalidad y el desborde (para emplear una expresión cara para Matos Mar). En fin, solo algunos apuntes que espero, en una versión, más coherente, configuren alguna vez un libro.

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