En 1966, se apagaba una parte importante de la Generación del 900. Un día como hoy fallecía Víctor Mario Rafael Andrés Belaúnde Diez-Canseco, despidiéndose de una promoción contemporánea de aristócratas intelectuales que intentó lidiar con el daño material y psicológico de la guerra con Chile. Y muchos creen que es por eso que este abogado entendía de forma tan especial todos los significados de ser peruano.
El jurista y filósofo nació en Arequipa. En un año tan convulsionado como 1883 y a semanas de que se firmara el Tratado de Ancón. Llegaba luego de que el Pacífico se calmara, pero lejos de una reconstrucción que sanara sus heridas. A eso le dedicaría su vida, con aportes desde la rama del conocimiento jurídico y político.
Como docente, se dedicó a la enseñanza de Letras tanto en la Universidad Mayor de San Marcos como en la Pontificia Universidad Católica. En la última fue profesor, decano, vicerrector y rector pro tempore durante la década de 1940. Como político, se destacó por su participación en el Partido Nacional Democrático junto con Riva-Agüero y como representante por Arequipa al Congreso Constituyente.
Pero su obra y aporte más importante en la búsqueda de un nuevo país tras el desastre de la guerra fue el libro de ensayos titulado “Peruanidad”, donde acuñó un concepto que luego sería manoseado por políticos, músicos y otros supuestos amantes de la patria. Una conclusión para una trilogía de reflexiones que se conformaba por Meditaciones peruanas y La realidad nacional.
Belaunde entiende la peruanidad como el reflejo de su formación y su fascinación, como una consecuencia de la belleza mestiza y creyente de su pueblo. Exploraba la historia reciente del país como un humanista que tenía a Dios demasiado presente.
La peruanidad para el personaje es un sentimiento de identidad relacionado al vínculo que hay con los pueblos y los habitantes, unido por las tradiciones que sobreviven a través del tiempo gracias a lo escrito y lo oral. Vinculados por el pasado en común y los objetivos a futuro de los que apuntan a un mismo lado.
Y en el medio de esta receta propuesta por el intelectual, cuyo texto se acerca a lo poético cuando se lee en pleno 2020, se encuentra la realidad andina. Ya sea por su origen milenario o por su legado que nos encuentra a través de lo que encontramos en museos y relatos.
Pero si buscamos una cita textual que resuma las intenciones de Víctor Andrés y cerrar esta nota, podríamos quedarnos simplemente con esta:
El Perú es una síntesis viviente; síntesis biológica, que se refleja en el carácter mestizo de nuestra población, síntesis económica, porque se han integrado la flora y la fauna aborígenes con las traídas de España, y la estructura agropecuaria primitiva con la explotación de la minería y el desarrollo industrial; síntesis política, porque la unidad política hispana continúa la creada por el Incario; síntesis espiritual, porque los sentimientos hacia la religión naturalista y paternal se transforman y elevan en el culto de Cristo y en el esplendor de la liturgia católica…”