Esta película sobre un abogado con autismo te inspirará a ser un mejor profesional

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Probablemente el nombre Roman J. Israel no te suene familiar, pero es el protagonista de una emotiva película homónima que todo abogado debería conocer; ya que refleja todos los valores que uno asume que son parte de la carrera. Y que llegó al cine gracias al director Dan Gilroy, cineasta que había demostrado ser capaz de presentar historias tan complejas como Primicia Mortal.

Es fácil llevarse una mala impresión de este personaje a primera vista. Desaliñado y mal vestido, con una expresión que parece demasiado distante e incluso perdida. Un dinosaurio que prefiere lo analógico, el papel, lo palpable. Un sujeto extraño con el rostro de un Denzel Washington que, como siempre, lo entrega todo y aquí se esfuerza en encarnar a un abogado dentro del espectro autista.

Afiche promocional de la cinta

¿Quién es realmente Roman J. Israel?

Cuando vemos más allá de su apariencia, encontramos el verdadero valor de este abogado. Detrás de un aspecto físico que otros abogados encuentran desagradable, se esconde una mente prodigiosa que conoce todo sobre el derecho. Específicamente el derecho civil y que ha pasado años trabajando en un trabajo académico que podría redefinir la figura de la colaboración eficaz.

Pero son pocos los que pueden ver todo esto. Una de esas personas es William Jackson, su tutor y maestro. Juntos trabajan en un pequeño estudio de Los Ángeles, en el que el sueldo no es bueno, pero defienden causas que les permiten tener la conciencia tranquila. Pero todo termina abruptamente cuando su mentor fallece y el despacho ya no es rentable.

Un estudiante de Jackson había escuchado las grandes historias sobre este genio ignorado y decide contratarlo para su prestigiosa firma. Y si bien Roman rechaza inicialmente la oferta por considerar que sería unirse al mundo de los abogados más codiciosos, por motivos económicos termina aceptando. Aquí comienza un viaje en el que se pone en juego su fe y su amor por el derecho.

La gran discusión del filme es si el derecho es realmente un lugar para la gente buena e idealista. Nuestro protagonista se ve expuesto al lado más superficial de la ley, donde todo se soluciona basado en el acuerdo económico que más rentable resulte para el abogado, donde es traicionado hasta por sus clientes. Aquí nace una de las frases más emblemáticas del filme y que seguro muchos abogados entenderán a la perfección: estoy cansado de hacer lo imposible por los desagradecidos.

Sobre la película 

La película se encuentra actualmente en Netflix

Hablemos de la cinta titulada igual que su protagonista, Roman J. Israel o Un hombre con principios en otros lados del mundo. En su momento, las críticas fueron duras con Dan Gilroy, a quien acusaban de crear un relato que no estaba a la altura del personaje de Washington. El actor logró convencer a tal punto que se aseguró nominaciones a todos los premios de la temporada, incluido el Oscar a Mejor Actor.

Sin embargo, es injusto atacar de esa forma al cineasta teniendo en cuenta que su retrato del autismo es bastante respetuoso, alejado de las caricaturas que vemos en proyectos tan celebrados como The big bang theory. Aquí es obligatorio destacar que Denzel realmente se esmera en ser un retrato fidedigno del autismo, lejos de sus gestos y actitudes que suelen caracterizar a todos sus personajes.

Y, viéndolo desde el lado jurídico, hay un entendimiento de los términos y las dinámicas, así como de la fauna legal que pulula en los estudios norteamericanos. Y sobre todo, una conversación muy profunda sobre la moral que el director buscaba realizar desde ese años.

Probablemente el punto más flojo de la cinta son los personajes secundarios y sus historias paralelas, ajenas a la ley. Los relatos más íntimos y personales se sienten sin importancia, descuidados. Pero nada tan grave para merecer el odio que recibió en su momento.

Roman J Israel, como abogado, es una cápsula del tiempo proveniente de una época en la que el derecho era una vocación llena de honor, de valores inquebrantable. Roman J Israel, como cinta, es una carta de amor (aunque la expresión esté muy manoseada) por el derecho. Un testimonio que puede pecar de idealista, pero que es necesario en estos tiempos llenos de cinismo.

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