El Vademécum del buen conferenciante del profesor Juan Antonio García Amado es una delicia. De ahí hemos rescatado esta gran verdad:
Parece mentira, pero el power-point es un gran enemigo del buen conferenciante. Rompe la relación a dos entre el que habla y los que escuchan. Tal como si en plena insinuación amatoria va uno y le enseña al otro la prótesis. Pues no, se evapora el hechizo y acaba por no verse más que la prótesis o el adminículo en cuestión.
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Auditorio que mira una pantalla es auditorio que no mira al conferenciante. Y tras dejar de mirarlo van dejando de escucharlo, y más si se han puesto a leer lo que se proyecta. O, por usar otra imagen, el expositor con power-point es como el torero con armadura o el futbolista con el tobillo escayolado.
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Claro que puede ser necesario o muy útil proyectar ciertas cosas, un esquema básico, algunos datos complejos, unas fórmulas, cierta imagen de algo de lo que se está hablando. Pero nada más y eso sólo cuando de verdad haga falta. Porque, repito, caso que se le hace a la pantalla es atención que se deja de fijar en el orador. Al final, si hay aplausos, serán para el ordenador, téngalo en cuenta.
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Y, por favor, si va con su power-point, no comience ni acabe con imágenes de paisajes nevados, puestas de sol, playas al amanecer o pajarillos de colores. El público normal desprecia al conferenciante cursi o ñoñito.
Igualmente, si usted va a manejar un ordenador o cualquier trasto durante su exposición, hágalo si no hay más remedio, pero que no parezca que está más pendiente del maldito chisme que del auditorio. Eso es como si usted, en casa, está mirando la tele o jugando con la videoconsola mientras habla con su pareja de algún asunto importante de los dos. Se lo va a tomar muy mal, y con razón. El auditorio de las conferencias, igual.
Ah, de lo más relevante: no olvide que los malditos aparatejos siempre se bloquean o se averían cuando se acerca el clímax y cuando cree usted que más los necesita. Tenga recursos para seguir sin ellos y, sobre todo, no se quede callado cual si no fuera capaz de consumar sin apósitos y suplementos.