Amigos, compartimos con ustedes otro libro fundamental que no puede faltar en nuestra biblioteca, que si no es física, por lo menos tiene que ser virtual. Y no hay excusas que valgan para no descargar un libro clásico como este del gran maestro Luis Jiménez de Asúa, uno de los penalistas más influyentes en América Latina y una de las mentes más brillantes que ha dado España al mundo. La portentosa obra de este ingenioso políglota es inalcanzable y llena de orgullo a quienes asumen el reto de estudiarla. Aquí les dejamos el Prólogo a la segunda edición de esta magnánima obra.
PRÓLOGO DE LA SEGUNDA EDICIÓN
Como se dice en el Prefacio de la edición primera —conservado a fines ilustrativos, y que se inserta después del Prólogo presente— el origen de este libro fue un Curso dado en la Universidad de Caracas el año lectivo de 1945.
Ya al publicarlo por vez primera le hicimos perder, intencionalmente, el aspecto oratorio que revistió al ser expuesto. Tratábase de unas lecciones sobre el Código penal venezolano, por lo que era correcto titularlas, como se hizo, Curso de Dogmática penal.
Por otra parte, advertimos en las aludidas palabras preliminares puestas al frente de la primera edición que mientras no se publicase mi Tratado, este libro podría servir de sucedáneo para quienes deseaban conocer mi sistemática jurídico-penal. Parecía indicarse, con ello, que en el instante en que dicho Tratado viera la luz, La Ley y el Delito carecería de científica vigencia.
El rumbo de los acontecimientos ha dejado sin efecto mucho de lo indicado. En primer término, este volumen ha tenido mucha más aceptación en Cuba, en Panamá, en el Ecuador y en otros países hispanoamericanos, que en Venezuela, sobre cuya legislación se hicieron las construcciones dogmáticas. Y en cuanto concierne a la jubilación de este libro al aparecer mi Tratado, también falló la profecía. Los tomos de esta mi obra han adquirido un vuelo inusitado. Circunstancias imprevisibles cuando la proyecté me han permitido —sin funciones docentes, sin trabajo profesional, sin otro quehacer alguno— consagrarme por entero a la gran tarea de componer mi Tratado. Dos viajes a Europa y la reanudación de mis relaciones con los penalistas alemanes e italianos me han procurado material bibliográfico copiosísimo, además del que tenía acumulado en mis ficheros y papeletas desde hace cuarenta años. Así se explica las proporciones que mi Tratado ha adquirido.
Sólo los estudiantes excepcionalmente aplicados y los que piensan, mientras cursan su carrera, en hacerse una biblioteca para cuando la ejerzan, pueden hallar en mi obra grande, utilidad inmediata o f utura. Pero la inmensa masa, que sólo quiere —por desgracia— superar el trance del examen, no hallarán ayuda en tomos de tan copiosa erudición y de enfoque superior al de la cultura que tiene un principiante. Es así cómo La Ley y el Delito puede seguir circulando con fortuna.
Pero, advertido queda que son, aparte de Venezuela, muchos los países de Hispanoamérica donde la obra ha interesado. Al reimprimirla no tendría sentido mantenerla vinculada a esa legislación que sirvió de base a las primitivas lecciones. Es un lastre inútil para los cubanos, panameños o ecuatorianos que deseen valerse de este Manual. Por ello hemos suprimido las referencias más directas y esenciales al Código penal de Venezuela, que sólo se mantienen, junto a las de otros Códigos hispanoamericanos, al tratar de ciertas instituciones y con meros fines ejemplificadores. En esta nueva edición se han añadido otras indicaciones relativas a varios Códigos de Hispanoamérica, sobre todo de la Argentina, y también de España.
Por cuanto antecede, ya no podía titularse la obra Curso de Dogmática penal, y le cuadra más él que adoptamos: Principios de Derecho penal. Está en nuestro designio completarla, en un plazo que esperamos no exceda de dos años, con un segundo tomo sobre El Delincuente y la Sanción.
Dejamos, pues, reducido este libro a un Manual para estudiantes, que pueden precisar legislativamente sus conocimientos con la consulta de nuestros Códigos penales iberoamericanos, donde se encuentran, comparativamente estudiados, todos los que rigen en la América que habla español y portugués (e incluso en el pequeño territorio francohablante).
Una última advertencia debemos hacer: en algunos puntos (él del fin de defensa en la defensa legítima; el de la naturaleza de la culpa, etc., etc.) hemos actualizado nuestro criterio, y en otros pasajes se fijan mejor los pensamientos, además de haber aumentado, como se ha dicho, los ejemplos relativos a los Códigos penales hispanoamericanos. Cuando no lo esperábamos, un gran favor público acogió nuestra obra presente. ¿Nos faltará ahora que la hemos preparado Luis Jimpara mejores éxitos? Esperamos que la juventud estudiosa de la América que habla nuestra admirable lengua, siga prestándonos la atención que desde que tomamos la pluma, hace ya ocho lustros, nos ha venido dispensando con sostenido interés y paladina generosidad, agradecida fervorosamente por nosotros.
Buenos Aires, 20 de noviembre de 1953.
Luis Jiménez de Asúa.