«Ustedes dirán que hay muchos provincianos que se van a estudiar a Lima, que eso no tiene nada de especial. Y es obvio que tienen razón. Pero sólo he conocido uno que lo ha aprovechado tan espléndidamente, tanto y tan bien, como Gorki Gonzales, dentro del ámbito jurídico.»
HOMENAJE A UN JURISTA
Si a pesar de mis limitaciones orales, he aceptado el honroso encargo de presentar en esta reunión al joven y brillante jurista arequipeño Gorki Gonzales Mantilla, se debe a que existen varias razones y todas ellas bien importantes.
Estas razones serían los componentes de un eje de unidad y consistencia que provisionalmente le llamaremos «carácter»: como su calificación académica, que aquí daremos a conocer, sus varias distinciones y becas que nos vemos obligados a obviar por razones de tiempo; sus cuantiosas publicaciones, que no podemos dejar de citar, por lo menos algunas de ellas; sus siete trabajos dedicados a temas de justicia, que también obviaremos por la misma razón anterior; su redundante (en el mejor sentido) y contagioso interés por el Interés Público; sus fructíferos buceos en el derecho pre republicano para desenmascarar con lujo de detalles jurídicos y no jurídicos, microscópicamente, los abusos y discriminaciones de los grupos de siempre; su enorme y casi solitario aporte a la educación jurídica, vinculando enseñanza de derecho, reforma judicial y cultura legal, como debe y como debió ser siempre, dicho sea de paso. Ese vínculo; sus cambios, resistencias y continuidades educativas, como dice Gorki Gonzales.
Ustedes dirán que hay muchos provincianos que se van a estudiar a Lima, que eso no tiene nada de especial. Y tienen razón. Pero sólo he conocido uno o dos que lo ha aprovechado tan espléndidamente como Gorki Gonzales, dentro del ámbito jurídico. No todos los provincianos en Lima tienen la calificación académica que doy a conocer a continuación, a la edad de Gorki Gonzales, para hablar sólo de uno de los componentes aludidos líneas arriba.
Gorki Gonzales, doctor Honoris Causa de la UNSA es Profesor Principal de Filosofía del Derecho y argumentación jurídica de la PUCP. Coordinador de la Maestría en Derecho con Mención en Política Jurisdiccional. Coordinador de la Red Peruana de Universidades proyecto impulsado por la PUCP y la Universidad Cayetano Heredia que reúne a 11 universidades principalmente públicas del país.
Ha sido Director General de DERECHO-PUC, revista de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica del Perú y de las Colecciones Biblioteca de Derecho Político y Biblioteca de Derecho Contemporáneo del Fondo Editorial de la PUCP.
Una cosa que hay que reconocer y agradecer a arequipeños como Gorki Gonzales o Carlos Ramos Núñez es su relevante papel en la recuperación de la gran tradición jurídica arequipeña, aún por extranjeros reconocida. Es un renacer no tanto del espíritu o la ideología sino del afán de calidad o, mejor aún, de la voluntad de calidad que, en algunas almas seminales, florecen cuando se dan ciertas condiciones: como la calidad educativa en derecho. Porque a decir verdad pocos arequipeños han dedicado, ahora y siempre, su vida tan sólidamente a la investigación jurídica como los mencionados.
Que Gorki Gonzáles sepa disculpar este campito para mencionar a alguien que no es el homenajeado, pero que también merece serlo. Porque continuar con la tradición es recuperar la potencia perdida probablemente hace algunas décadas, tal vez desde El Derecho Familiar de Héctor Cornejo Chávez y las brillantes y amenísimas clases de su hermano Alfredo, que se extrañan a rabiar. Recuperar la tradición es renovarla. No es cuestión de imitar en todo a las generaciones del pasado sino alcanzar su nivel de calidad, varias décadas perdida, el nivel de cuando Arequipa era de verdad capital jurídica del país. Calidad es potencia, pero cantidad también cuando hay calidad. Con más razón.
Y para muestra de esa potencia, que es el concepto eje que aludíamos al comienzo sin nombrar, que, como se dijo, no es sólo calidad, aunque con eso hubiera bastado para merecer reconocimiento público, hay que citar por lo menos algunas de sus publicaciones.
Ellas no sólo nos dan una idea de su capacidad productiva y su diversidad temática sino de su visión jurídica abierta y pluralista, en las antípodas del positivismo jurídico, más bien propugnadora y difusora del Estado Constitucional de Derecho, a lo largo y ancho de su obra y de los valores y principios que lo sustentan.
Es potencia lo que hay en el fondo de la calidad cuando se suma una notable capacidad de producción, una evidente y poco común tenacidad en el trabajo, en la investigación, en la creación. Subyace un espíritu liberal ejemplarmente democrático, con el que un demócrata “firme” no puede dejar de comulgar e identificarse.
Y la última razón por la que he aceptado gustoso la tarea de esta mañana, es una que tiene un carácter más bien general, pero no menos importante que las antes mencionadas o insinuadas: es sumamente saludable y adecuado, además de justo, para un pueblo, reconocer a sus miembros que lo merecen de verdad. Como socialmente insalubre es reconocer a quien no lo merece ni siquiera de lejos, como alguna vez ocurrió en dos universidades lugareñas con respecto a Blanca Nélida Colán y Alberto Fujimori Fujimori.
No es sólo la justicia sino la conveniencia social la que exige el reconocimiento de los que lo merecen. En una época masivamente nihilista, sin mitos nobles o heroicos, lo único que puede salvar a la juventud son los mitos y paradigmas vivientes. Parafraseando a Nietzsche, puedo decir que sólo creería en un jurista capaz de darme un ejemplo. ¡Y vaya que Gorki Gonzales lo ha dado con creces!