La esperanza del Poder Judicial. Haciendo que los sueños se vuelvan realidad

Hace algún tiempo, el Código Procesal Civil y el modelo corporativo llegaron como una luz de esperanza frente al caótico proceso escrito del legendario Código de Procedimientos Civiles. Y como abogado litigante pude ver jueces a los que no les gustaba realizar audiencias, especialistas legales que tardaban meses en proveer un escrito, resoluciones arbitrarias, en primera, y segunda instancia. Y ejecutorias supremas francamente discutibles.

Recuerdo que en mis vacaciones escolares de la secundaria realizaba notificaciones para un tío que era Secretario de Juzgado, recorriendo las calles del radio urbano de Lima bajo el ardiente sol.

En mis días de la Facultad de Derecho de la Universidad de Lima, seguí apoyando a mi tío en otra secretaria de juzgado, asentando constancias y pegando cargos de notificación, entre otros menesteres. Como San Martín de Porres en el convento dominico, comencé haciendo los más bajos oficios.

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Pero la sangre judicial recorría mis venas. Entonces yo ignoraba que mi bisabuelo, don Antonio Mendieta Tasaico, fue juez de paz de Vitarte. Cuando supe de su existencia y la historia de su vida sentí que estaba donde debía estar. Cuatro generaciones más tarde, de un juez lego nació un juez profesional.

Mi tía abuela Ricardina decía que como juez de paz mi bisabuelo solo  hacía unos buenos almuerzos en la su casa de Santa Clara, en medio de sus tierras de cultivo. Ella no entendía que en su sabiduría popular, mi bisabuelo invitaba a las partes a almorzar a su casa para lograr que se distendieran, y en la comida en común, limaran asperezas para que en la sobremesa pudieran llegar a soluciones de mutuo beneficio.

Mi cargo titular es en el Segundo Juzgado Civil de Ate. Mi cargo provisional está en la Sala Civil Mixta de Ate. Y mis siglas son AT.

Y en mis más de veintitrés años de labor jurisdiccional he venido formando a buena cantidad de trabajadores judiciales. Muchos de ellos eran jóvenes que ahora son adultos. Algunos de ellos actualmente son jueces y fiscales.

Al igual que en otras cortes, en mi Corte Superior de Justicia de Lima Este se ha implementado el voluntariado. Jóvenes estudiantes de Derecho y de otras especialidades prestan servicios en los órganos jurisdiccionales y administrativos.

Ellos me recuerdan mis días como meritorio en la Corte Superior de Justicia de Lima. Estoy seguro que de esos jóvenes saldrán buenos auxiliares jurisdiccionales y por qué no, los jueces del futuro.

Por eso estoy convencido de que los jóvenes son la esperanza del Poder Judicial.


* sobre el autor: Jaime David Abanto Torres es juez Superior Provisional de la Corte Superior de Justicia de Lima Este

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