El escritor Anatole France decía que hasta que no hayas amado a un animal, una parte de tu alma permanecerá dormida. La frase del autor de Los dioses tienen sed se ha convertido en un slogan de la lucha animalista y ha llegado a estar dentro de una sentencia fundamental en la defensa de los derechos animales.
Hablamos de un documento que permitió la libertad de Cecilia, una orangután que vivió más de 20 años en un encierro brutal que la llevó a presenciar la muerte de sus compañeros. Un animal que, gracias al derecho, encontró la justicia
La historia de Cecilia
Era el año 2014.
En el zoológico de Mendoza, Argentina, vivía Cecilia en unas condiciones que las autoridades calificaron como «deprimentes». Iba y venia en un cuadrado de cemento de apenas unos metros, donde el olor a cadáver permanecía en el ambiente.
En ese cuadrilátero gris, habían muerto Charly y Xuxa, su compañero y su hermana. Los pocos cuidados conllevaron al fallecimientos de sus amigos, en especial con el macho del grupo que murió de un infarto fulminante.
Los visitantes del zoológico notaban la lamentable situación de Cecilia y los rumores se esparcieron rápidamente dentro de la comunidad. Sin embargo, nadie se manifestó contra la degradante situación de orangután.
Eso cambio cuando Pedro Pozas, presidente internacional del Proyecto Gran Simio, llegó a la ciudad como parte de una gira de ponencias. Su intención era convencer a las autoridades para convertir el zoológico en un santuario, pero no esperaba el escenario que lo encontraría.
La estrecha escena compuesta por cemento hizo que el corazón del activista reventará en rabia y dolor, como él mismo lo describió en un informe sobre el caso de Cecilia. La angustia del simio se volvió la suya, mientras los directivos del lugar le explicaban que todo era debido a problemas de presupuesto.
La rabia se convirtió en ansia de justicia. A los medios de comunicación argentinos les dijo que la situación era inhumana y que había sido testigo de algo que no debería pasar en ningún lugar que tenga como fin el cuidado el animal.
A la par, pensaba en una reacción que trajera consecuencias. Los abogados del Proyecto y él se reunieron para debatir posibles respuestas par que Cecilia pudiera encontrar dignidad luego de haber sufrido tanto.
El aspecto legal
Apoyado por Asociación de Funcionarios y Abogados por los Derechos de los Animales (Afada) se presentó un hábeas corpus que iniciaría un proceso de tres años que haría historia.
La jueza María Alejandra Mauricio, del Tercer Juzgado de Garantías de Mendoza y responsable de este dictamen, determinó a Cecilia como «sujeto de derecho no humano, específicos de su naturaleza».
Los argumentos fueron considerados tanto a nivel de Argentina e internacional como «sin precedentes». Ella sostuvo, en una entrevista posterior que no intentaba igualar a los seres sintientes con los seres humanos, de la misma forma que tampoco intentaba elevar a la categoría de personas a todos los animales o flora y fauna existente.
Pedro Pozas, quien hizo esto posible, consideró que la decisión de la justicia argentina avalaba la lucha a favor de los simios y lo que podría ser la creación de una ley específica para evitar el comercio de estos animales. Un negocio cargado de violencia.
La sentencia en cuestión ordenaba. de forma especifica, que se llevara a Cecilia al Santuario del Proyecto Gran Simio en Brasil. Un espacio donde podría readaptarse a la vida en libertad junto a otros miembros de su especie que habían vivido por traumas similares.
El gobierno de Mendoza había manifestado desde antes del pronunciamiento legal que aceptaría lo decidido sin reclamar, aunque eso no fue del todo cierto. Se presentó una acción de amparo que buscaba retener a la simia y no hacer los cambios correspondientes en el zoológico para garantizar el cuidado de los animales que se quedaban. Esto, supuestamente, para no alterar la tranquilidad de estas especies.
La medida no prosperó y se vieron obligados a realizar la entrega. Antes de llevarla con sus rescatistas, la sometieron a estrictos procedimientos médicos para erradicar los parásitos que la afectaban y los inicios de un caso de tuberculosis. Esto para intentar reducir los comentarios negativos que se habían ganado por parte del público argentino.
Finalmente, el 4 de abril de 2017, Cecilia se convirtió en el sinónimo de los derechos animales. Y, sobre todo, se volvió una orangután libre.
El santuario de Cecilia
El santuario ubicado en Sorocaba, a 100 kilómetros de San Pablo, le dio una bienvenida alegre. Su adaptación fue rápida, haciéndose amiga inseparable de Marcelino.
El simio en cuestión también había sido rescatado y desarrolló una complicidad única con ella, llegando a vocalizar y expresar de forma detallada cuando necesita de su atención.
Otros cincuenta primates forman parte de los juegos y rutina de Cecilia. Lejos están los cuadrados de cementos y la muerte que alguna vez fueron su paisaje. Lejos están esos días previos a que el derecho la salvara.
Lea aquí la sentencia que liberó a Cecilia