Tal vez hubo un cuento y lo creí.
A todos mis amigos en las redes sociales les debía una explicación. Ahora se las daré y prometo no hablar nuevamente del tema.
Considero que todos los fiscales estamos capacitados para asumir retos y afrontar tareas por duras que se vean. No creo en fiscales mesiánicos, dueños de la verdad, únicos e insustituibles paladines de la justicia. Eso ofenderia a todos los demás miembros de la familia del Ministerio Publico. Además de quebrar el principio de autoridad que debe existir en una institución jerarquizada como la nuestra.
El 31 de diciembre del 2018, cuando se me convocó y comunicó de una decisión de FN, me encontraba en una situación laboral incierta y debía decidir en el momento. Creí que podía asumir un reto, me habían dicho que no se estaba dando un mismo impulso a todas las investigaciones, que se estaban cometiendo arbitrariedades, que se había firmado un acuerdo que lesionaba los intereses de los peruanos etc, etc. Lo que era objetivo e irrefutable y que se podía verificar como hecho notorio era la ausencia de resultados. Toda la atención se había focalizado en un único caso.
No me pareció el mejor momento para hacer cambios, pero esas decisiones no tocan a un fiscal de mi jerarquía, sino a la Fiscalía de la Nación. Únicamente pedí trabajar con independencia y sin interferencias. Los que me conocen saben que nunca acepté en mi trabajo recomendaciones ni imposiciones de nadie. Trabajé en cargos de confianza desde el tiempo de la Fiscal de la Nacion Gladys Echaiz, Peláez Bardales, Ramos Heredia y Pablo Sánchez. Con Pedro Chavarry no llegué a trabajar pues en cuanto asumió, dejó sin efecto el cargo de confianza que me dejó Pablo Sánchez de coordinador en el caso Cuellos Blancos. El 31 de diciembre Pedro Chavarry me llamó para otro cargo de coordinador que decliné antes de asumirlo, como lo cuento en estas líneas.
Debo dejar en claro que estoy al margen de las disputas por el poder en mi institución, nunca me interesaron esas coyunturas, no soy fiscal supremo. No soy gente de nadie, ni mucho menos estoy en algún entorno, eso anularía el desempeño de la función de manera objetiva, que ha caracterizado mi labor.
Por esa razón, puedo tomar decisiones como renunciar cuando no se dan las condiciones para cumplir un encargo (como en el ultimo episodio, en que se evidenciaron interferencias en todos los aspectos, político, social, prensa, etc.).
Siempre cumpliré mi labor donde me toque, con lo mejor que pueda dar, ya sea desempeñando un una «importante» coordinación o en una dependencia del interior del país.
Nunca me quitarán la mística institucional, mis conocimientos ni mis valores. Todo lo demás siempre es pasajero.
La historia juzgará si se trató de un cuento. Lo cierto es que lo creí.