73 años después, por Miguel Angel Soria Fuerte*

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La Declaración Universal de Derechos Humanos, adoptada el 10 de diciembre de 1948 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, marcó un hito histórico al proclamar el consenso universal por la libertad e igualdad en dignidad y derechos de todos los seres humanos.

Dicho consenso, que en nuestros tiempos puede parecer obvio, fue el resultado del debate de representantes de todas las regiones del mundo con diferentes, e incluso, antagónicas perspectivas políticas, jurídicas, religiosas y culturales.

Jacques Maritain (1975), considerando las diferencias ideológicas de quienes redactaron la Declaración Universal de Derechos Humanos, sintetizó ese consenso con la disonancia armónica siguiente: “estamos de acuerdo pero con la condición de que no se nos pregunte el porqué”.

El consenso universal proclamado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos está vigente, incluso con grado de obligatoriedad por constituir costumbre internacional y por ser fuente de inspiración de diversos tratados de derechos humanos adoptados en las Naciones Unidas, en el Consejo de Europa, en la Organización de Estados Americanos y en la Unión Africana.

Sin embargo, podemos coincidir en que “el problema de los derechos humanos” no radica en su reconocimiento en los tratados, en la costumbre internacional, en los principios, en las constituciones o en las leyes, sino en su efectividad.

El mundo entero pasa por ese problema y sus razones son multidimensionales, entre otros, están la falta de voluntad y preparación de las autoridades de los Estados en todos sus niveles de gobierno, corrupción, impunidad, pobreza y pobreza extrema, indebida y desigual asignación de recursos públicos, débil institucionalidad, tolerancia de la población a las violaciones de derechos humanos y falta de educación en derechos humanos.

Claro que el “problema de los derechos humanos” se expresa en diverso grado según sea el ámbito geográfico en el que nos encontremos. No cabe duda que en Europa, África, Asia, América y Oceanía los derechos humanos no se respetan ni garantizan por igual y son Burundi, Sudán del Sur, Malawi, Mozambique y Sierra Leona, los cinco más representativos en tanto conforman los cinco países más pobres del mundo.

Haití, Venezuela y Nicaragua son los países más pobres de América, donde los derechos humanos son una ilusión común compartida con otros países como Perú, en el que la agenda nacional está copada por cualquier otro tema, menos el de los derechos.

Con estas líneas no pretendo dejar un discurso, sino una inquietud, una propuesta: iniciar, con seriedad, la búsqueda de la efectividad de los derechos humanos. No tenemos que hacerlo juntos, pero tenemos que hacerlo. Nunca es tarde, pese a que hayan transcurrido 73 años después de ese consenso universal por la libertad y la igualdad en dignidad y derechos.

* Profesor de Derechos Humanos en la Facultad de Derecho de la Universidad de San Martín de Porres.

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