Corazones vándalos o la pulsión canera de Ortiz

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El documental: Corazones Vándalos (Masmédula Comunicación, 2023), el libro homónimo de relatos escritos en prisión, (varios autores, Municipalidad Metropolitana de Lima, 2023), son los primeros productos del material registrado, a modo de reality, de un proyecto de creación literaria batuteado por el escritor Beto Ortiz. La oferta dirigida a la población penitenciaria del penal Ancón 2 de Lima, congregó a 40 juveniles. El hecho ocurrió en el año 2014, los días martes de cada semana; en tanto los sábados, a cargo del mismo comunicador, se transmitía por TV local la tercera temporada del programa de concursos: El Valor de la Verdad, que se hiciera famoso, entre otras cosas por el uso del polígrafo. La primera concursante de la primera temporada, Thalía Ruth Sayas, fue asesinada semanas después de su participación, por mano de su propio novio, a quien había ridiculizado con las revelaciones que esta dio en el sillón rojo a nivel nacional.

El documental es de cárcel, no obstante ello, esta aparece tan solo en pinceladas: torsos desnudos, rostros afilados, tatuajes achorados a manera de metro sexualidad canera, algo de paila, algo de patio, algo de cercos, algo de gendarmería en su versión INPE, PNP, GOES, el discurso de pertenencia, y algunas tomas al interior de algunas celdas, lo necesario para alejar la imagen de tugurio o barrotes, “quisiera llevarlo a mi celda”, confesaría un precioso seducido;  una constante a lo largo de todo el documental son los mensajes telefónicos que el conductor recibe de sus aprendices: ¡cuidado es depredador! -es una de las advertencia de un interno respecto de otro- más adelante gravitará el comportamiento pediche de los internos, que todo lo necesitan.

El escritor a manera de escolar maduro, arrastra su mochila con ruedas, para su reunión semanal, el grupo in side, son amateurs, es decir no son ranqueados, trajinados o funados, más que la decendencia de Tirifilo, lo son de Carita, son como su amigo Canevo con dentadura, menos atorrantes, más tuneados. El taller literario, concebido como un servicio a la comunidad, como una Secigra o Serum autoimpuesto, es más bien una pulsión, una necesidad de tener admiración cautiva, y reconocimiento, un dejavu hacia lo transgresor, hacia el lado oscuro que le recuerda el Darth Vader, de su departamento miraflorino, por cierto, también con torsos desnudos colgados en las paredes.

El conductor provee de libros y de un espacio semanal para escribir, tal vez para soñar, asi se teje la fantasía, -como la maestra del High School, que con su peculio compra El Diario de Ana Frank, para todos sus alumnos (escritores por la libertad, 2007), así hacen match, ese grupo ya funka. El momento coincide con los preparativos para el día de la madre, para lo cual se adiestran organizando un poema coral, una versión con enfoque de género del padre nuestro. Beto, como Alibaba, lleva a sus 40 muchachos (o lo que queda de ellos) al penal de mujeres Santa Mónica, de Lima. Todos con traje, todos expectantes, todos campeones, un diario local, les dedica un suplemento y por primera vez no aparecen en la sección policial. La relación está en su clímax.

La situación se descontrola. Beto se convierte en proveedor bolsillo profundo, lleva regalos de todo tipo, compra radios portátiles para todos, transgrede reglas haciendo parrillas en el interior del penal, trae regalo de sus viajes al extranjero, compra/paga/obsequia para ellos y sus familias, se confiesa enamorado de uno de ellos que ya disfruta de su libertad; se vuelve un dealer de lujo, un mecenas, un sugar, un facilitador, atiende con éxito una injusticia legal de uno de la manada, es el caso del injustamente condenado: Roger Joel Aparicio Avendaño (23), sentenciado a 10 años de cárcel efectiva, quien a través de un Habeas Corpus, en segunda instancia (Exp 490-2016-HC) consigue anular la sentencia y amparar la excarcelación, se comió 2 años 3 meses; la asesoría se extiende hacia todo el rebaño.

Beto pierde brújula, olvida las reglas del hampa, creer en lagrima de choro en el imaginario es desconfiar; el mismo, en el 2007, escribió: “la ropa que ha estado en cana siempre quiere regresar y por eso no hay que volvérsela a poner nunca. Hay que tirarla lo más lejos que se pueda o mejor aún, quemarla, para que nadie se la vuelva a poner más” (Por favor, no me beses, Planeta, Lima, 2009:208). Y sin embargo no es solo la ropa, en el volver hay goce, ahí hay disfrute.

En el ínterin, surge un tema secundario, el material fílmico, hasta entonces apátrida, es confiado al editor José Yactayo Rodríguez, quien se ha sumado al proyecto, está desaparecido y posteriormente descubren fue asesinado, hay desconsuelo, preocupacion, se teme que la pandilla fuera responsable, estos conocían mucho de él. Ortiz, temeroso de que la policía incaute el servidor y no devuelva la información, ingresa al departamento de Yactayo para un back up, y con ello preservar su acervo fílmico; el dilema moral esta planteado, en un momento de dolor puede privilegiar el material antes de la solidaridad y preocupación por su amigo. Ortiz opta por lo primero. Se identifica al asesino, es un crimen pasional, se trata de un efebo extraneus, a quien Tamayo contactó por la red social Manhut; no obstante, ello las relaciones están mermadas.

Corazones vándalos, no habla del amor, sino de la soledad y del infortunio; la soledad del interno, y la del de la calle; la de los alumnos y la del maestro.

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