El término magnicidio está presente en los medios luego de la tragedia acontecida en Haití, en la que el presidente Jovenel Moïse fue asesinado de forma brutal por un grupo armado en su propia residencia. La primera dama, Martine Moïse, fue dada por muerta durante varias horas aunque finalmente las fuentes oficiales confirmaron que seguía viva.
Se habla de un “ataque bien orquestado” mientras las fronteras se cierran, pero no hay responsables directos más allá de los rumores. El propio Jovenel alertaba días antes de que un grupo de familias vinculadas al sector eléctrico quería asesinarle y de que había un golpe de Estado en marcha. A la par, el miedo y la preocupación envuelve a los haitianos.
Entonces, entendemos esta figura como el asesinato de una persona importante en política por su cargo o poder. Algo que no es ajeno a nuestro país, ya que tenemos ejemplos desde la época de la Independencia.
Ejemplos peruanos
Ese es el caso de Bernardo Monteagudo, un argentino que fue Ministro de Guerra y Marina al ser la mano derecha del libertador. Se ganó el odio del pueblo peruano al ser uno de los grandes promotores de implementar una monarquía en lugar de una república. Ignorando las amenazas que recibía, recorría el Centro de Lima y fue apuñalado de forma salvaje, frente a lo que hoy conocemos como el Cine Colón.
Aunque el magnicidio más célebre debe ser el del presidente Luis Miguel Sánchez Cerro, asesinado por Abelardo Mendoza Leyva, militante del partido aprista. Todo sucedió en la mañana del 30 de abril de 1933, cuando el mandatario terminaba de revisar las tropas que se dirigirían a formar parte del conflicto con Colombia que tenía lugar entonces. A la salida, del recinto, fue interceptado por Mendoza, que se colgó sobre vehículo y ejecutó varios disparos contra el jefe de estado.
Sánchez Cerro falleció luego de que una de las balas acertara en el corazón, generando una hemorragia fulminante. El asesino fue sometido con veinte disparos y falleció en el acto, dejando una oscura anécdota dentro de la historia peruana.
Sin embargo, hay más casos a lo largo de los siglos, fuera de nuestras fronteras. Son varias historias de personalidades universalmente conocidas y cuyo final se engloba dentro de los magnicidios más famosos de la historia.
Julio César
El emperador fue asesinado el 15 de marzo del año 44 antes de Cristo, en una conspiración liderada por senadores senadores de oposición que lo citaron con engaños. Esta conspiración contó con la participación de más de 60 personas que se hacían llamar los Liberatores, aunque la autoría se le adjudica a Cayo Casio y Marco Junio Bruto.
El gobernante fue llevado con engañas al Teatro de Pompeyo, en el que se reunía la crema y nata romana. En espacio, se le condujo a un cuarto paralelo en el que se encontró rodeado por los conspiradores, Lo jalaban de la túnica y lo atacaban por turnos.
El César cayó luego de 23 puñaladas, aunque solamente una fue letal, la que recibió en el tórax. El gran debate dentro de la historia es: ¿Cuáles fueron las últimas palabras del César? ¿Cómo reaccionó?
La versión edulcorada del relato y formada por William Shakespeare es que Julio reconoció a Bruto y se despidió con un “Et tu, Bruté” que se puede interpretar como un “¿Tú también, Bruto?”. Los historiadores más familiarizados en el tema señalan que el emperador procedió a cubrirse con sus prendas, intentando ocultar su penoso aspecto e irse con dignidad.
Abraham Lincoln
Abraham Lincoln pasó a la historia por mucho, pero sobre todo por ser el primer presidente de Estados Unidos que murió asesinado. Eso ocurrió el 14 de abril 1865.
Eran más de las diez de la noche en Washington, en el teatro Ford y durante un Viernes Santo. Su asesino sería John Wilkes Booth, un actor y opositor a las intenciones del presidente por liberar a los afroamericanos de la esclavitud. Se sabe que Wilkes vio a Lincoln en un evento público, declamar sobre la liberación de los esclavos y eso fue el detonante para este crimen.
Todo sucedió durante la obra “Our American Cousin”, a la que asistió sin seguridad y acompañado por su esposa. Específicamente durante un monólogo que provocó risas que silenciaron el sonido de la Deringer calibre 44, cuya bala atravesó desde la oreja hasta el ojo izquierda. El asesino huyó gritando “El sur ha sido vengado” y no fue encontrado hasta diez días después, cuando fue abatido.
Se sospecha que la muerte de Lincoln obedeció a una conspiración de tamaño similar a la del anterior relato. Aunque nunca se pudo identificar a tantos colaboradores.
Archiduque Francisco Fernando de Austria
Estamos ante la muerte que desencadenó la Primera Guerra Mundial. Todo comenzó el 24 de junio de 1914.
Francisco Fernando era archiduque de Austria-Hungría se encontraba en Sarajevo, Bosnia Herzegovina, parte del imperio austrohúngaro. Su visita, por el agitado contexto político en el que se veía al imperio como el enemigo, se sintió como una provocación. En general, habían muchas sociedades secretas en Bosnia que aspiraban que Bosnia fuera independiente, aunque fuera con métodos terroristas. La Mano Negra, conocida como Unión o Muerte, fue la principal y la que logró causar más daño.
Primero se le atacó con granadas, que rebotaron contra su vehículo y causaron bajas en el público reunido alrededor. Esta falla en el plan de La Mano Negra no los desanimó y volvieron a intentarlo. Esta vez con pistolas, interrumpiendo su camino con un vehículo y atacándolo a él junto a su esposa. Los balazos le dieron en la yugular, lo que provocó una muerte dolorosa.
Francisco Fernando se despidió de este mundo diciendo “¡Sofía!, ¡Sofía! No te mueras… vive para nuestros hijos”, sin imaginar que su fallecimiento haría que el gobierno austriaco culpara a Serbia por lo ocurrido y le exigiera que le diera la autorización total para investigar el caso por encima de las autoridades serbias. La negativa de ellos, por hacer cumplir su soberanía, terminó de la forma que todos ya conocemos.
John F. Kennedy
La muerte de John F. Kennedy es uno de los grandes misterios de la historia y gran parte de la información que hoy pulula por internet es cháchara de los fanáticos de las conspiraciones.
Fuera la especulación, hay datos concretos. El presidente murió el 22 de noviembre de 1963 en Dallas. A plena luz del mediodía, mientras Kennedy iba acompañado de Jacqueline, su esposa, el mundo se paralizó. Dos balazos, que parecían imposibles por su trayectoria, terminaron perforando la nuca del mandatorio, cerca a la espina dorsal.
La sorpresa paralizó a todos por un momento, pero automáticamente comenzó un operativo que buscó salvar inútilmente al presidente. En el hospital Parkland Memorial se intentó de todo, pero a la 1 de la mañana ya había fallecido el líder que hizo historia con su partida.
El informe de la comisión Warren, encargada de la investigación, declaró que Lee H. Oswald fue responsable. Además, fue oficialmente el único sospechoso del asesinato y en teoría actuó solo. De forma trágica, él también fue asesinado durante su traslado, llenando de más incógnitas ese suceso ya que él nunca confesó el crimen. “Soy un patsy“, afirmaba, que es un término que usaba la mafia para nombrar a un chivo expiatorio.
El tiempo que demostró que no hubo más tiradores, y que no fue un bala mágica. Pero todavía hay mucho que decir sobre este caso y que sigue investigándose por los fanáticos de estos temas.
Salvador Allende y la polémica sobre su “suicidio”
El 11 de septiembre de 1973 fue una fecha importante para Chile antes que para todo el mundo.
El presidente Salvador Allende muere durante el golpe de Estado que realizó el general Augusto Pinochet y entra en esta lista por el aura de misterio que rodea este fallecimiento. Los defensores de la teoría del suicidio y el homicidio debaten constantemente al respecto.
Durante la toma del Palacio de la Moneda, Allende fue encontrado muerto. Horas antes, había dicho que tendrían que acribillarlo para que no terminara su mandato, por lo que su muerte fue asumida como un homicidio en un primer momento.
Las autopsias oficiales determinaban que:
“La causa de la muerte es la herida a bala cérvico-buco-cráneo-encefálica reciente, con salida de proyectil… El disparo corresponde a los llamados «de corta distancia» en medicina legal… El disparo ha podido ser hecho por la propia persona”.
Camilo Taufic, escritor e investigador, popularizó una teoría que ha tomado fuerza en los últimos años. Esto basándose en las heridas y en testimonios de cercanos a Allende.
Para el autor, Allende intentó suicidarse con un disparo al ojo que solo lo dejo herido. Un guardia, identificado como Enrique Huerta, le disparó en el cráneo con un fusil al encontrarlo así, cumpliendo con los deseos del mandatorio de no morir en manos de sus enemigos políticos. La controversia llevó a que se abriera un proceso judicial para analizar realmente el hecho y se llegó a exhumar el cuerpo.
Se determinó, luego de este nuevo proceso, que Allende se mató con un fusil que le regaló Fidel Castro. Esto no ayudó a que los chilenos dejaran de desconfiar en esta teoría y se dividiera la opinión pública.
Benazir Bhutto
Este es el caso más reciente de la lista e incluye a la primera mujer que ocupó el cargo de primer ministro de un país musulmán. Su muerte se dio en medio de un atentado que mató a más de 30 personas.
Su muerte fue compleja y dolorosa por muchos motivos. Ella se encontraba en una campaña para asumir nuevamente el puesto en Pakistán y mientras se dirigía a sus seguidores en un mitin recibió balazos en el cuello y en el cabeza. El mismo autor de los disparos terminó detonando una carga que terminó de liquidar a la lideresa política.
Benazir se consideraba hasta entonces una mujer con suerte. Había sobrevivido antes a un atentado dirigido contra ella que ocasionó 140 muertes, mientras que ella salió ilesa.
A diferencia de los otros casos mencionados en esta lista, este fue un crimen que nunca tuvo responsables. El tribunal de su país absolvió a cinco talibanes acusados de conspirar para matarla, declarándolos inocentes “por el beneficio de la duda”.