En el siglo XXI, vemos a la mitología griega como los relatos fantásticos de una época lejana. Ideas imposibles que nos maravillan, con la consciencia de que no son reales y nunca lo fueron. En su momento, los griegos no pensaban lo mismo.
Las deidades y las odiseas eran parte fundamental de la vida promedio de cada ciudadano en los años 1200 y 140 antes de Cristo. Moldeaban a la sociedad y por lo tanto, influenciaban al derecho.
¿Cómo? Vamos a descubrir esta historia de dioses y hombres.
Lo divino y lo terrenal
La mitología reflejaba cada aspecto de la cotidianidad, por lo que la justicia estaba representada en el Olimpo. Lo curioso es que los griegos lo hacían de forma muy especifica.
Por un lado tenemos a Temis, representante de la ley que está por encima de la autoridad humana. De ella nace la imagen clásica de la balanza y la espalda que decora tantos espacios jurídicos hasta la actualidad.
Los griegos asumían que esta entidad determinaba aspectos tan complejos como el equilibrio entre los hombres y las mujeres. Se se le adjudica la guía hacia la sabiduría y lo que se entiende como «el buen camino».
Su poder obedecía a esta naturaleza sobrenatural y podía ver el futuro y lo oculto. Los secretos de la gente e revelaban a su paso y ni el propio Zeus era capaz de ver lo mismo que ella.
La magnitud de su poder viene de su rol como titán, cuya antigüedad antecede a personajes como Poseidón o Hades. Al ser hija de Urano, gobernante del cielo, y Gea, personificación de la Tierra, se esperaba que su poder fuera grande.
Los jueces se guiaban en su lejana figura al momento de dictaminar justicia, entre el temor y la admiración. Gracias a ese detalle es que los primeros jueces eran conocidos como themistopoloi o sirvientes de Temis.
Su contraparte, por decirlo de alguna forma, era la diosa Dice o Dicea. Ella era hija de Temis y Zeus, pero su representación se sostenía en la justicia en el mundo de los humanos. Más cercana a lo que entendemos como el derecho actualmente.
La palabra «justicia» procede directamente de su nombre original, dike, y de aquí nace el adjetivo dikaios, que hoy se convirtió en la palabra «justo».
Ella se involucraba directamente en los asuntos que otros dioses podían entender como mundanos. De forma constante, se acercaba a Zeus para lamentar los errores y las dudas que se cometían en los juicios. Sufría por las injusticias y por la falta de criterio del humano promedio, aunque nunca fue venerada de la misma forma que su madre.
Lo que muchas olvidan es que hay una diosa aún más específica en sus funciones jurídicas. Eunomia, hermana de Dice, era la diosa de las leyes y la legislación.
La información alrededor de ella es más escasa en comparación a las anteriores integrantes de esta lista. Sin embargo, se sabe que los griegos la veneraban para buscar el orden en el gobierno y la sociedad.
Las leyes de los dioses
En libros como La Ilíada se hacen referencias a las leyes de los dioses. Por ejemplo, Aquiles menciona un cetro que iba de mano en mano entre los jueces que protegían las leyes de Zeus. ¿Cómo es que los dioses intervenían y hacían llegar sus leyes?
Vayamos por partes.
Las leyes de los dioses eran «entregadas» a la gente a través de lo oráculos, siendo el más famoso el de Delfos. Los no iniciados deben saber que los oráculos eran templos dedicados a los seres superiores.
En estos sitios sagrados se definían aspectos claves del mundo griego como la existencia de nuevos dioses, la elaboración de rituales y el tributo a los héroes mortales.
En el caso del oráculo de Delfos, dedicado a Apolo, hay más de 140 máximas entregadas por las divinidades. Eso sin contar a las muchas más que no fueron traducidas, perdiéndose en el tiempo.
Entre las leyes más famosas de este oráculo se encuentran:
– Respeta a los dioses
– Respeta a tus padres
– Respétate a ti mismo
– Respeta y cuida tu matrimonio
– Ama a los que alimentas
Con esto claro, podemos precisar que los jueces a los que se refería Aquiles eran los líderes y reyes que dictaminaban sentencias guiados bajo la «sabiduría divina». Esto traía consigo consecuencias que podían ser, en teoría, mortales.
Una decisión que no fuera del agrado de los dioses, que fuera arrogante o que no se alineara a lo pronunciado por oráculos seria castigada. ¿Se imaginan vivir bajo la inminente ira celestial?