1. El origen
El origen del jurado es inglés. Luego de la conquista normanda de la isla británica en 1066, una primera forma de jurado, llamada inquisición, hizo su aparición. La composición estaba fijada en doce jurados, especialmente en materia penal. La inquisición estaba compuesta por miembros de la comunidad que hubieran tenido conocimiento de los hechos discutidos, convocados por los jueces para responder de aquello de lo cual tuvieron conocimiento. La Carta Magna de 1215, el texto constitucional más antiguo del mundo occidental, autoriza a los jurados a decidir no solamente sobre las cuestionas de hecho, sino también sobre las cuestiones de derecho.
Con el correr del tiempo, el jurado inglés se transformó en un cuerpo que se limitaba a evaluar las pruebas presentadas, sin conocimiento previo de los hechos. Otra evolución institucional, consagrada en 1670, sustrajo a los jueces el poder de intimidar a los jurados mediante aprisionamientos o multas para hacerlos inclinarse a favor de su veredicto, lo cual consagró definitivamente la autonomía del jurado y su independencia total frente a los jueces.
2. El jurado en Estados Unidos
En los Estados Unidos, el jurado es objeto de un verdadero culto popular, relevado por el cine y los best-sellers. Alexis de Tocqueville ya había percibido esta admiración por el jurado popular, considerado, en la revolución americana, como una institución republicana de la más alta importancia y no solamente como un auxiliar de la justicia. En De la democratie en Amérique, Tocqueville estima que «forzando los hombres a ocuparse de algo diferente de sus propios asuntos, se combate el egoísmo individual que es como el óxido de las sociedades». El jurado, prosigue, debería ser considerado «como una escuela gratuita y siempre abierta en la que cada jurado va a instruirse acerca de sus derechos […]».
El jurado es una micrografía de la americana. Las deliberaciones que nacen de su seno son como destellos que mantienen encendida la llama republicana. De la sala de deliberaciones, como de las urnas, brota la moral política del pueblo.
3. Su función legitimadora
El jurado está concebido para legitimar democráticamente los juicios identificando, a la vez real y simbólicamente, a los gobernados y a los gobernantes; inyectando regularmente los valores de la sociedad en el proceso de la justicia, mantiene el crédito público de la institución judicial. Dispersa también —y por lo tanto neutraliza— las críticas contra ciertos veredictos.
El jurado es, en efecto, un cuerpo público descentralizado, discontinuo e irresponsable, que no tiene que responder por sus acciones, ni, incluso, justificarse motivando sus decisiones. En efecto, las reglas federales prohíben violar el secreto de sus deliberaciones. Su anonimato, en fin, acaba por bloquear todo descontento popular. La animosidad y la suspicacia, que tienen aún más tendencia a focalizarse sobre el juez quien sesiona solo, en los Estados Unidos, son absorbidas por la caja negra que es el jurado.
El jurado juega de esta manera el rol de válvula de seguridad del sistema judicial. El público quiere creer —decía el juez Oliver Wendell Holmes—, que el sistema jurídico es perfecto, sin fallas, y que tiene una solución para todos los problemas. Ahora, en casos verdaderamente difíciles, allí donde los jueces deberían decidir más o menos arbitrariamente, el jurado soluciona el litigio sin estar sujeto a la misma fineza argumentativa ni al mismo rigor lógico. El jurado serviría, por lo tanto, al mismo tiempo como reductor de complejidad y como proveedor de legitimidad, lo que explica que los jueces se apeguen tanto a él.
4. Métodos de selección del jurado
El proceso de selección del jurado se descompone en dos momentos; en el primero se establece la lista de jurados potenciales (jury poor prospecto), a partir de la cual el jurado definitivo será escogido (jury panel o pequeño jurado). Estas dos operaciones, que plantean diferentes preguntas, están indisolublemente ligadas a la legitimidad del jurado.
En cuanto concierne al primero de esos momentos, el principal esfuerzo de la cultura judicial americana fue diversificar la composición de las listas con el fin de hacerlas más representativas de la sociedad en su conjunto. La idea de justo segmento de la sociedad significa, más que cualquier otra cosa, que todos los ciudadanos deben poder cumplir su deber cívico, sea cual fuere su grupo de origen, racial; cultural, socioeconómico, religioso u otro. No se remite, entonces, a una moral comunitaria a laamericana, sino alderecho político de ser juzgado por un cuerpo que representa la soberanía popular.
Varios métodos están previstos para obtener estas listas de jurados potenciales. La mayor parte de los Estados utilizan la selección al azar, pero un buen tercio de los Estados utilizan todavía el viejo procedimiento del key-man, según el cual los jefes de los servicios judiciales pueden escoger personalidades reconocidas, que recomendarán a su turno unas personas para la función del jurado.
5. Cuestionamientos
Voces cada vez más numerosas se preguntan sobre la capacidad de los jurados para decidir en los asuntos muy complejos; no solamente se duda de que estén en capacidad de digerir una masa demasiado grande de informaciones, sino que se teme que si no comprenden o no recuerdan las instrucciones que el juez les ha dado, el juicio pueda durar varios días, ya que el juez, en el derecho americano, no participa en las deliberaciones de los jurados, sino que simplemente les envía un concepto acerca del derecho aplicable, antes de que los jurados se retiren a deliberar. Este problema es agravado por el hecho de que los jurados no pueden, en general, tomar notas en la audiencia. Finalmente, debido a que no expone los motivos de sus veredictos, el jurado no les permite a los actores sociales acuñar su comportamiento sobre sus decisiones previsibles.
Algunas reformas fueron propuestas para limitar el lugar del jurado, tanto en materia civil como en penal. En el primer caso postuló instaurar jurados especiales, compuestos por personas de nivel de educación más elevado. Por otro lado, algunos reclaman reemplazar al jurado por autoridades administrativas competentes, es decir, por cuerpos de expertos capaces de decidir sobre las responsabilidades en caso de grandes catástrofes.
Tomado de Juzgar en Estados Unidos y en Francia de Ioannis Papadopoulos y Antoine Garapon, libro cuya lectura recomendamos.