Desde la llamada que sirvió para coordinar la entrevista, el doctor Aníbal Torres Vásquez mostró esa curiosa personalidad que lo ha hecho famoso en el mundo del derecho. La señal telefónica no podía disimular el ánimo del abogado por una rica conversación, a pesar de contar con una agenda que no permite grandes pausas.
La previa
A pesar de las dificultades comunes del contexto pandémico y los horarios apretados, el docente sanmarquino se comprometió a recibirnos un viernes por la mañana. Todo para lo que supuestamente sería una entrevista de veinte minutos.
Luego de varios días de comunicación para darle detalle a algunos aspectos técnicos del encuentro, llegó la fecha. En un vehículo lleno del equipo fundamental para una transmisión, llegábamos a una residencia en San Isidro.
La persona que nos abrió la puerta de la Casa Torres lo hizo con una sonrisa enorme, pero sorprendida por la interminable cantidad de equipos que cruzaban el umbral de su casa. A través del teléfono, el anfitrión nos pedía que fuéramos avanzando con la instalación de nuestro set portátil, mientras terminaba unos textos pendientes y se colocaba su mejor terno.
Múltiples cables cruzaban toda la sala. Las cámaras, las computadoras, las luces y el internet se unían para garantizar una transmisión que fuera de la calidad esperada por los espectadores de LP. Y, en el proceso, era inevitable apreciar la decoración de la vivienda.
A pesar de la amplia distancia entre las paredes y los techos altos, el abundante espacio no estaba sobrecargado de recuerdos o curiosidades. Menos aún de piezas complejas de arte, salvo un gran cuadro de Heroz que domina la sala. El hogar está poblado de retratos familiares, plantas y artesanía que recuerda el origen chotano del jurista, algo que busca destacar siempre en sus conversaciones públicas.
La llegada del doctor
Cuando ya todo estaba listo, Aníbal Torres empezó a descender por las empinadas escaleras que conectan el segundo piso con la sala de su casa. Cuando me alcanzó, me saludó con un fuerte apretón de manos, esquivando el puño protocolar de estos tiempos.
“Sin miedo, muchacho. Ya estoy vacunado”.
Repitió el mismo ritual con todos los presentes, hasta sentarse en una de las sillas que habían sido colocadas de forma estratégica por la producción. Posicionado en este trono improvisado, hacía preguntas casuales sobre nuestro día. El invitado, que en este escenario era el dueño de casa, había entrado rápido en confianza.
El conteo regresivo empezaba y la transmisión ya empezaba a llegar a los dispositivos de nuestros seguidores. Un breve diálogo antes del diálogo antecedía lo que el resto de ustedes verían.
– Espero que esto se haga viral, pero no como esa entrevista suya que todos mis colegas han compartido, le digo entre risas.
– Nos vamos a divertir, doctor. Tú tranquilo.
Desde el saludo que inició la transmisión, ha pasado una hora y media.
El encuentro, al menos de forma pública, terminó luego de hablar sobre lo olvidada que está la gente de Chota, las divisiones del país, la juventud en San Marcos y los primeros casos que resolvió tras salir de la universidad. Luego de aceptar que no busca sobrevivir en la memoria colectiva y reconociendo que Dios es una figura esquiva, pero constante. Luego de admitir que no ve un futuro como candidato a la presidencia, a pesar de su constante presencia alrededor de Pedro Castillo en estos días.
Antes de pararse, le pide permiso a la producción y, con su venia, se pone de pie y empieza a agradecer nuestra presencia. Con la misma firmeza del comienzo, nos da la mano y conversa de forma jovial. Mientras habla, su cuerpo se mueve de forma discreta. Parece que una fuerza similar a la gravedad lo lleva hacia las escaleras, a la necesidad de seguir trabajando allá arriba.
Cuando parece que el doctor se ha retirado definitivamente a su oficina, escuchamos su voz otra vez. Reaparece con una botella de vino, galletas y el compromiso de volver a conversar, esta vez en las oficinas de LP. La promesa tiene un sabor matizado por el breve ardor en la garganta que genera esa copa llena de Alto Los Romeros.
Un pacto sellado, como todo lo bueno, con un brindis.
La entrevista en vivo se transmitió por Facebook, revívala aquí.