Si algo he aprendido después de mi breve, pero intensa carrera como abogado, es que existen dos caminos del abogado: ser «abogado malo» y ser «abogado bueno». Como en toda profesión, la diferencia está en la pasión con la que desarrollan su trabajo.
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I. Etimología de la palabra «abogado»
Su etimología proviene del latín «advŏcātus», simétrico de «advŏcātum», «advŏcāre» o «abogar». El prefijo «ad» tiene un significado de «aproximar», «juntar». Y el término «vŏcātus», significa «llamado de auxilio».
Entonces, el término abogado significaría: «proximidad al llamado de auxilio» o «juntar el llamado de auxilio».
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El origen gramatical de la palabra abogado, proveniente del latín «advocatus», que significa: «el llamado a defender los derechos del otro».
Así, el ejercicio de la abogacía tiene sus orígenes en la necesidad de las personas de contar con la asistencia, defensa o el asesoramiento de profesionales especializados en el razonamiento y aplicación de las normas vigentes, profesionales del derecho capaces de afrontar y resolver controversias, conflictos, situaciones injustas o atropellos. En estos defensores de la justicia radica el valor y la pasión del profesional jurídico; pero, la función primordial del abogado es la de ajustarse al derecho y, por ende, a la justicia.
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El abogado es un defensor no solamente de su patrocinado o cliente, sino también del orden social en general, al plantear, cuestionar y desarrollar las normas que gobiernan o regulan los actos y las conductas de todos los ciudadanos en su conjunto. En el Perú, los abogados tenemos la condición de defensor y consejero.
II. Antecedentes
Ya en el Digesto romano (Títulos I y II del Libro II), se manifiesta que abogar es exponer en juicio las propias razones o las razones del amigo, refutando las del adversario.
En España, el Fuero Juzgo (Ley 1, Título IV, Part. 3º.) señala que el abogado es quien razona el pleito de otro en el juicio, o el suyo propio, demandando o respondiendo una demanda.
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Las Partidas en el preámbulo (Título 6º, Part. 3), determinaba que el oficio de abogado era muy útil para resolver más satisfactoriamente los pleitos, pues, perciben a los juzgadores y les ayudan a resolver con acierto, contribuyendo a su vez con el litigante, quien por miedo, vergüenza o desconocimiento legal no puede defender con propiedad su derecho.
III. Definiciones
Según Máximo Pacheco, el abogado es «el artífice de la paz y su oficio no es solo una profesión y un medio de vida, sino, por encima de todo, una cultura, esto es, una forma de ser»[1].
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Mario Alzamora Valdez, le atribuye al abogado las cualidades de «jurisconsulto», porque absuelve las consultas que sobre el derecho le formulan los particulares; «letrado», porque es experto en leyes; «consejero y asesor», porque orienta y guía; y «defensor», porque aboga a favor de su cliente. Como función pública, la abogacía constituye un servicio al derecho para alcanzar la justicia, el más alto de los valores sociales[2].
Para José León Barandiarán, el abogado es «el individuo premunido de un título profesional que lo autoriza para intervenir en procedimientos judiciales, aportar su ciencia y su preparación técnica, haciendo la defensa ante los tribunales de las personas que se les encargan»; en el ejercicio de la defensa.
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Tal como se desprende de las diversas definiciones utilizadas en el tiempo, para poder determinar y entender la palabra «abogado», los profesionales del derecho (los abogados) debemos caracterizarnos por decir la verdad, defendiendo el derecho de las personas y fomentado la armonía de la sociedad.
IV. Dos caminos del abogado. En la pasión está la diferencia
He tratado con cientos de colegas abogados por dos años, muchos de ellos, identificados y molestos con lo que sucede en el mundo; sobre todo con el incumplimiento de las leyes y la violación de los derechos fundamentales de las personas; a causa de estos hechos, sé que la mayoría de abogados, jurisconsultos, asesores, etc., tienen las mejores intenciones de mejorar la sociedad y el derecho en su esencia; pero pocos son los que se identifican con la causa y aportan sus conocimientos en el ámbito jurídico.
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Por ello debo decir que, como abogados, no siempre podemos ser estudiantes del derecho, sino ser estudiosos del derecho. Lo primero significa aprender de las obras de los estudiosos en la universidad; mientras que lo segundo significa que el profesional graduado, en aplicación del estudio de la norma jurídica, contribuya con publicaciones sobre la materia, para que otros estudiantes se nutran de esos conocimientos compartidos.
Pero durante estos años como abogado he aprendido a determinar, qué abogado estudió en la facultad de derecho «para ganar dinero» y qué abogado estudió porque le «apasiona el derecho»; y me queda claro, que la diferencia es abismal. Bajo este orden de ideas, tenemos dos grupos:
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a. Abogados que estudiaron «solo para ganar dinero» (malos abogados)
Malos no en el sentimiento, porque nada exige ser buena persona para ser «buen abogado», sino malo en la práctica de la profesión.
En los últimos años, han crecido y prosperado notablemente, demandas por mala praxis contra abogados, que, por ejercer su profesión de manera negligente, han perjudicado las acciones judiciales de sus clientes, provocando de esta manera un menoscabo económico en su patrimonio. La mala praxis de los «malos abogados» encuentra su fundamento en los presupuestos de las obligaciones y la responsabilidad civil.
Muchos de los abogados con la finalidad de ganar dinero no toman en cuenta una «obligación de medios», y en su gran mayoría los «malos abogados» toman responsabilidad por la decisión final del juez, sin haber estudiado el caso.
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Jaime Coaguila Valdivia, en su libro El otro corazón del derecho señala que: «la vida de la justicia dentro del realismo sucio es impredecible, extraña e inexplicable, ya que no obedece a los modelos sociales e institucionales y su dinámica renuncia a la ingenuidad de las leyes, para apelar a soluciones extrajudiciales y a la proliferación de la venganza privada en reemplazo de los cánones oficiales.»
Que los culpables y los móviles son ciertamente desconocidos o difíciles de descubrir, y los representantes de la justicia son tan corruptos y depravados como los malhechores, donde lo único que importa es el poder del dinero.
En el programa Conversando con los abogados del canal Nuevo Sol TV, en presencia del secretario de la Junta de Decanos de los Colegios de Abogados del Perú, Javier Oswaldo Barrón García, y del exvicedecano del Colegio de Abogados del Callao, Percy Arismendi; Julián Palacín, se refirió a la grave crisis que vive la abogacía peruana con abogados sancionados por el Colegio de Abogados de Lima (CAL), que obtienen una doble o triple colegiatura desatendiendo las sanciones éticas del Colegio de Abogados del Perú.
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Cito el caso de jurisprudencia ética del abogado sancionado varias veces por el Colegio de Abogados del Lima y por el Colegio de Abogados del Callao, de nombre Víctor Girao Alatrista, a quien se le calificó como precedente jurisprudencial más grave en la historia del derecho peruano, en el ámbito de la ética profesional de la abogacía; nos ha llevado más de 8 años de lucha en defensa del Código de Ética Profesional de los colegios de abogados del Perú y ahora el gobierno nos da la razón y publica el Decreto Legislativo 1265 en su lucha contra la corrupción de aquellos colegios de abogados que habilitan a abogados sancionados por el Colegio de Abogados de Lima.
b. Abogados que estudiaron por «pasión del derecho» (buenos abogados)
El ser «buen abogado», no solo involucra saber de normas legales y procesos de litigio, es mucho más que eso. Aprender conceptos y hablar con palabras difíciles tampoco significa ser apasionado del derecho.
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En definitiva, lo relevante de un abogado que estudió por «pasión del derecho» es que: «de vez en cuando, no muy a menudo, pero alguna vez, uno puede participar en el hecho de hacer justicia, y realmente cuando ocurre eso, es apasionante».
Quien elige seguir la profesión de abogado, debe estar motivado por una gran pasión por buscar la verdad, evitar los abusos y defender la justicia.
Además, como obligación personal del buen abogado «apasionado por el derecho», debería ser aportar con los conocimientos adquiridos durante su trayectoria, para que los futuros abogados se nutran de los conocimientos tanto en la universidad como en el ejercicio mismo de la profesión.
V. Conclusión
El ejercicio libre e idóneo de la profesión de abogado conlleva a sumergirnos en el cumplimiento del Código de Ética de los Colegios de Abogados del Perú; que está constituido por las normas que regulan las conductas éticas de quienes somos los defensores de la sociedad de la ley y de los ciudadanos en general; por lo que, el rol del abogado en la sociedad es fundamental para construir un país digno, donde se encuentre justicia y haya defensa de los derechos. Esperamos que sociedad recupere la confianza en los abogados.
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[1] PACHECO G., Máximo. Teoría del Derecho, cuarta edición 1990, Editorial Jurídica de Chile, p. 720.
[2] ALZAMORA VALDEZ, Mario, Introducción a la ciencia jurídica, Lima, 1967.