Shark: de defensor a acusador, por Benji Espinoza

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1. El mejor abogado de Los Ángeles es tan buen abogado que hace pasar a culpables como inocentes, sabe atacar los argumentos de la Fiscalía y conoce perfectamente cómo introducir dudas razonables en un caso que parece que no tiene ninguna fisura.

2. Estamos hablando de Sebastian Stark, protagonista de la serie Shark; que bien merecido tiene el sobrenombre de “Tiburón” porque acostumbra en los tribunales devorar acusaciones, destrozar fiscales y acabar con casos aparentemente sólidos.

3. De repente, su carrera en el sector privado sufre un giro inesperado, por lo que Stark se ve forzado a cruzar la línea divisoria y sumergirse en el lado opuesto del sistema judicial.

4. El repentino cambio surge tras un desgarrador revés personal y profesional que sacude los cimientos de su confianza: el cliente que liberó días atrás por tentativa de homicidio, mató a su pareja. Ante ello, Stark se enfrenta a la cruel realidad de una reputación en ruinas y un futuro incierto.

5. Sin embargo, se le presenta una oferta que no puede rechazar, una oportunidad para redimir su nombre y encontrar el camino hacia la restauración: Stark decide abrazar una nueva causa, convertirse en fiscal del distrito.

6. Esta transformación radical no solo busca revitalizar su carrera, sino también redefinir su propósito en la lucha por la justicia. Al ponerse del lado de la ley que una vez desafió con ardor, Stark se ve obligado a enfrentar sus propios errores pasados y las sombras de su antigua gloria.

7. En esta nueva orilla, Stark decide aplicar toda su experiencia de defensa, esta vez, para la acusación. Cuenta con un conjunto de reglas que rigen todas las decisiones que toma en los casos que lleva, a lo que él llama su “despiadado manifiesto”; estas reglas son: (i) el juicio es la guerra y perder es la muerte, (ii) la verdad es relativa y (iii) en el juicio con jurado solo hay doce opiniones que importan. Analicemos una a una, claro está, en consonancia con nuestro sistema procesal.

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8. El juicio es la guerra y perder es la muerte. Este paralelismo conceptual entre “juicio” y “guerra”, se debe que el juicio representa el último momento de debate sobre culpabilidad de un acusado; donde, existen dos bandos antagónicos que luchan para acreditar o defender su teoría.

9. De un lado está la fiscalía, que llega a juicio con la certeza de que el acusado es culpable, y pretenderá trasladar esa certeza al juzgador. En la vereda del frente, se halla la defensa técnica, quien esbozará argumentos sobre la inocencia de su patrocinado. Dos posiciones, dos convicciones, dos bandos; solo uno saldrá victorioso, solo uno tendrá la razón.

10. En una guerra las partes tienen que estar enfocadas en su fin, permanecer atentos y diligentes en todo aspecto; un paso en falso podría significar la derrota. En un juicio es también obligatorio este actuar, pues como dice Stark, “en los juicios no hay una segunda oportunidad”.

11. La verdad es relativa. Que una de las partes sostenga una afirmación, no quiere decir que ello sea cierto. Es más, si una de las partes cuenta con determinados elementos que acrediten su versión, tampoco quiere decir que sea cierto. No hay que confiarse ante una pésima acusación, ni rendirse ante una acusación sólida.

12. La verdad es relativa mientras se lleve a cabo el juicio; la verdad es relativa mientras se puede demostrar o acreditar una afirmación. El litigante (abogado o fiscal) es, a su vez, un minucioso analista, un observador de detalles; el litigante tiene que construir su caso —su teoría del caso— no solo sobre la base de aspectos positivos, sino también, teniendo en cuenta aquellos flancos débiles de su teoría. Pero, además, debemos anticipar la teoría del caso de nuestro adversario.

13. La verdad será absoluta cuando el juzgador tome una decisión, cuando adopte una de las dos posturas presentadas en el plenario: la más verosímil, la más creíble, la que fue mejor argumentaba y acreditada, a su vez.

14. En un juicio con jurado solo hay doce opiniones que importan. En un juicio donde el juez es quien toma la decisión solo hay una o tres opiniones que importan (dependiendo si el juzgado es unipersonal o es colegiado). Es el juzgador quien decide, es el juzgador quien tiene la última palabra.

15. Nuestras acciones deben ir dirigidas hacia el juzgador, tener la capacidad de persuadir a través de la ley, la razón y el sentido común que nuestra tesis se acerca a lo que realmente ocurrió respecto de los hechos.

16. Dado que solo la opinión del juez importa, es fundamental —si el caso lo permite— revisar las decisiones anteriormente tomadas por el juzgador que verá nuestra causa, los criterios adoptados por este; incluso, conocer su personalidad. Ello nos aproximará a saber cómo piensa, y, por tanto, a tomar las mejores decisiones en el plenario. El juez no es un mero instrumento que aplica la ley sin conciencia alguna, es un ser humano cargado de emociones, de juicio y prejuicios.

17. Finalmente, Stark nos brinda una lección adicional muy importante, que se aplica de forma transversal a todas las ya analizadas: estar totalmente preparados, desde antes, para afrontar el juicio. Él refiere “los juicios se ganan antes de poner un solo pie en el juzgado” y tiene razón.

18. Una preparación previa al juicio, un conocimiento total del caso, una idea clara de la teoría que se expondrá en el plenario, como también, un análisis de los puntos fuertes y débiles de nuestro caso; quizá, no nos asegurará al ciento por ciento el éxito; pero, si nos acercará en un porcentaje muy elevado hacia la victoria de nuestra tesis.

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