Prisión preventiva. El contradictorio, motor del conocimiento

La esencia, la médula, el nervio del proceso penal acusatorio, es el principio contradictorio, que se erige en garantía epistémica nuclear del proceso. Solo mentes medioevales estrechas pueden considerar que se trata de un mero formalismo. En efecto, es un principio que depura cualquier “información” sospechosa como prejuicios, malas conciencias, conjeturas, “máximas” de experiencias propias; por contra, el principio contradictorio, provee de información objetiva, juicios, conceptos, etc., producto del control, testeo, que con rigor contradictorio aproxima razonablemente a la verdad, en cualquier fase, principal o incidental del proceso.

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El proceso acusatorio detesta la unilateralidad subjetiva carente de control contradictorio, pues es fuente de arbitrariedad. Tomar decisiones con base en prejuicios contaminados de experiencias o traumas propios, es hacer de chamanes o brujos justicieros. La toma de decisiones debe realizarse sobre información real que genere juicios de probabilidad o certeza, no sobre pálpitos o intuiciones cargadas de negativa emotividad con cobertura de “justicia”.

Emplean de contrabando el término “verdad” y lo envilecen para cubrir lo que solo es sospecha policiaca inquisitiva. El concepto de “verdad” es epistémico y solo se aproxima o alcanza a esta con la configuración del contradictorio. Este ha sido su derrotero en la historia del conocimiento de la humanidad. Lo otro es solo oscurantismo fatuo.
La torpeza en el manejo del contradictorio en las fases del proceso, y la falta de destreza en su manejo, anticipando prueba, preconstituyendo prueba, o su incorporación siempre con posibilidad de contradictorio, hace que justifiquen la anulación del contradictorio, y con ello el retorno a la caza de brujas del medioevo, pretextando la farsa de una verdad sustancial, o su compromiso con lo sustancial.

Desgraciar la vida de una persona con una prisión preventiva, sustentada solo en “elementos de convicción” unilaterales y sin control es autoritarismo puro, embozado en etéreas “luchas contra La corrupción” para mover radicalismos emotivos.

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