Siete películas con relevancia jurídica que usted (quizá) no ha visto

Animados por la acogida de la primera parte y la vastedad de la producción filmográfica, presentamos a continuación la segunda parte de una antología de filmes que abordan aspectos jurídicos, aunque de forma menos directa y más sutil. Siguiendo el mismo criterio de la selección anterior, hemos agrupado en este repertorio,  siete películas que no suelen citarse como jurídicas, pero lo son, a no dudarlo. 

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Chantaje (1929) de Alfred Hitchcock

El desconcierto —y la culpa— que suscita el ejercicio de la legítima defensa. Una mujer ha matado a su agresor; solo un individuo lo sabe. En una extraña, pero verosímil inversión de valores, el individuo amenaza a la mujer con denunciarla por homicidio. En su primer filme sonoro, Alfred Hitchcock explora uno de sus temas fetiche, a saber, el temor inconsciente a los policías y, en general, a las autoridades y al todopoderoso y ciego aparato de justicia.

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De todos los filmes tempranos del mago del suspenso, Blackmail (86’) es acaso el más directo y el de acción más trepidante. La belleza plástica —homenaje al cine expresionista alemán— no es el menor de sus muchos atractivos. Como en sus ilustres modelos germanos (Lang, Murnau, Wiene), Chantaje deja un fuerte resabio de inquietud moral y psicológica en el espectador.

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¿Cuán «legítima» puede ser la legítima defensa? ¿Qué temores despierta la cercanía de un agente del orden? ¿Cuánto desconfiamos de la justicia penal? Ningún filme plantea esas interrogantes con tanta ambigüedad y riqueza como en esta cinta indispensable del joven Hitchcock.

Monsieur Verdoux (1947) de Charles Chaplin

 

Un honorable padre de familia en la Francia de entreguerra debe sostener a su familia. El hombre publica avisos en la sección de clasificados. Busca damas solitarias y adineradas, que son sus víctimas. El caso, sórdido, es real y corresponde a la figura de Henri Désiré Landru (1869-1922), el tristemente célebre criminal del corbatín, taimado cazador de fortunas e incinerador contumaz.

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Solo la habilidad de Charles Chaplin, en su primer filme no caracterizado como Charlot, podía traducir un material truculento en una narración amable, pero controversial. No era para menos, si recordamos que Monsieur Verdoux (124’) se basa en una historia ideada por Orson Welles.

De los innúmeros filmes inspirados en célebres causas criminales, ninguno tan terso y tan poético como el que proponemos en esta selección.

Compulsión (1959) de Richard Fleischer

 

Un par de estudiantes de élite, decididos a poner a prueba su presunta superioridad intelectual, se proponen ejecutar el crimen perfecto. Están cerca de lograr su cometido, pero pronto se demuestra su culpabilidad. Los homicidas no muestran arrepentimiento, lo que para ellos representaría una señal de debilidad. Parecen afrontar sin temor la perspectiva de una condena capital. La participación del famoso y extravagante abogado Jonathan Wilk será crucial y difícil: el letrado debe cumplir con su oficio de patrocinar a dos seres moralmente indefendibles y salvarlos del más grave de los castigos.

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La trama de Compulsion (103’) se inspira en un caso real, también recreado por Alfred Hitchcock en La soga (1948). La singularidad del filme de Fleisher reside en el retrato del abogado Wilk, encarnado con shakesperiana intensidad por Orson Welles. El alegato de Wilk en contra de la pena de muerte es, sin duda, una de las cimas del cine jurídico universal. Anotemos que el letrado que encarna Welles en el filme está modelado sobre la efigie del célebre abogado abolicionista Clarence Seward Darrow (1857-1938). A su vez, Darrow inspirará otro importante filme jurídico: Heredarás el viento

Las tentaciones del doctor Antonio (1962) de Federico Fellini

 

La dificultad de definir la obscenidad. La crítica a la «mujer objeto». ¿Cómo conjugar esas inquietudes? Federico Fellini acepta el desafío y vence, con mano maestra. Y buen humor.

Un correcto caballero, ultraconservador y muy devoto, se las ve con un aviso publicitario de leche. El cartel —enorme— es instalado precisamente al frente del departamento que habita el buen señor. Los publicistas han asociado la leche con las exuberancias pectorales de una modelo (interpretada por Anita Ekberg). Lo que para el público es solo un aviso publicitario un tanto machista, para el doctor Antonio se convierte en una cruzada por la moral y las buenas costumbres. La historia está basada en un relato del Decamerón de Boccaccio. El final, en la versión de Fellini, es alucinatorio.

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Le tentazioni del dottor Antonio es una cabal puesta en escena de las dificultades que implica definir los límites de la obscenidad y de las buenas costumbres. El filme pertenece a una colección de cuatro episodios, reunidos bajo el título de Boccaccio ’70. En ella además de Fellini, participan tres realizadores italianos de talla: Vittorio de Sica, Mario Monicelli y Luchino Visconti.

Réquiem por un imperio (2001) de István Szabó

 

El método inquisitivo y sus límites, el área gris que separa lo correcto y lo reprobable, y la dificultad de emitir una valoración ética terminante y unívoca son expuestos de manera originalísima por István Szabó en Taking Sides (108 minutos), cinta protagonizada por Stellan Skarsgård como el artista sospechoso de profesar simpatías nazis y Harvey Keitel como su iracundo juzgador.

Wilhelm Furtwängler, el director titular de la Orquesta Filarmónica de Berlín, ha decidido permanecer en Alemania durante el Tercer Reich. No ignora la barbarie nazi ni su entraña totalitaria, pero prefiere seguir cultivando su arte en suelo germano, lo que incluye servir para los jerarcas nacionalsocialistas e incluso celebrar el natalicio del Führer con un concierto sinfónico. Solo unos días antes de la caída de Berlín, cuando su vida está en peligro, Furtwängler huye a Suiza, pero es rápidamente capturado por las fuerzas aliadas y devuelto de inmediato a Alemania.

El filme se enfoca en el proceso de «desnazificación» a que es sometido Furtwängler. Pronto nos enteramos de la paradoja: el modesto funcionario encargado de los interrogatorios tiene ante sí a un hombre de enorme talla intelectual, artística y humana. ¿Por qué, entonces, siguió ejerciendo su arte en Alemania durante los peores años del delirio nazi? ¿Por qué esperó el último momento antes de emigrar? ¿Puede un modesto funcionario valorar la conducta de un hombre moralmente íntegro sin otras armas que la prepotencia y el maltrato? Estas —y muchas otras— son las preguntas que suscita este notable filme de István Szabó.

Río místico (2003) de Clint Eastwood

 

La ley del talión, la justicia ejercida por propia mano, las dolorosas consecuencias de un hecho remoto y terrible. Un poderoso drama en las zonas orilleras de Boston. Tal es la materia de Mystic River (137’), panel central de la trilogía consagrada por Clint Eastwood al tema del abuso infantil. A Perfect World (1995) y Changeling (2008) serían las tablas laterales de este importante tríptico.

Unos amigos de la infancia, Jimmy Markum (Sean Penn), Sean Devine (Kevin Bacon) y Dave Boyle (Tim Robbins), se mantienen en contacto durante su vida adulta. Sus destinos no pudieron ser más diversos: Jimmy habita en los linderos de lo legal, Sean es detective de la policía, mientras que Dave lleva una existencia discreta y apesadumbrada. A su modo, los tres han quedado para siempre marcados por un acontecimiento atroz, en el que el pequeño Dave corrió con la peor parte. Una mañana de domingo, la hija adolescente de Jimmy es hallada sin vida y su padre decide prescindir de la ineficiente maquinaria policial y de la lenta maraña de la administración de justicia. Los resultados son funestos.

Río místico es una pieza mayor en la filmografía de Eastwood. La cinta le valió a Sean Penn un Oscar a mejor actor, mientras que Tim Robbins, en el rol del atribulado Dave Boyle, fue galardonado por la Academia como mejor actor de reparto.

El conspirador (2010) de Robert Redford

 

El 14 de abril de 1865 el presidente Abraham Lincoln cae abatido, víctima de una conspiración de simpatizantes secesionistas. La busca, captura y juicio de los conjurados tuvo una magnitud de la que el mundo no conoció precedentes. Sea como fuere, quedarán dudas sin resolver sobre la forma como se condujo el juzgamiento de los asesinos de Lincoln.

Entre los conspiradores capturados figuraba una mujer, Mary Surratt, propietaria del inmueble en el que se planificó el magnicidio. Surratt fue sometida al tribunal militar que conoció del caso y fue condenada a muerte junto con el resto de conspiradores. Hoy, los historiadores empiezan apenas a reconstruir los detalles del juzgamiento. Y afloran fundadas sospechas de que Mary Surratt fue víctima del torbellino judicial que siguió a la muerte de Lincoln.

The Conspirator (123’) presenta una revisión del caso en clave cinematográfica. Si bien sabemos del aciago destino de Mary, la narración triunfa en suscitar la empatía del espectador. Las secuencias del juicio, y la labor denodada de un abogado que defiende una causa de antemano perdida, son lo mejor de este filme. Por una vez, una «teoría de la conspiración» resulta convincente, gracias al hábil manejo de Robert Redford y sus actores. La reconstrucción de los espacios forenses es, por lo demás, impecable.

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