Este fue mi primer libro. Con esta obra rompí fuegos. Lo escribí, debo reconocerlo, bajo el calor (y el fragor también, diríase) de mi primer caso mediático: la defensa del “caso Narcoindultos”. Por esa causa conocí que un abogado debe prepararse para defender en los tribunales de derecho y en los tribunales de la opinión pública. Por supuesto, eso no lo aprendes en la comodidad de la universidad, sino en la incomodidad de los tropiezos. A fin de cuentas, el éxito no es otra cosa que aprender a caminar exhibiendo tus moretones por las caídas.
Hubo, en el caso etiquetado como Narcoindultos, muchos incidentes que surgieron en el apasionado debate judicial, muchas figuras procesales que pulularon en la investigación y la fase intermedia (como la posibilidad de la prolongación de la prolongación de la prisión preventiva, el desahogo de pruebas en una audiencia de prisión preventiva, la fijación de hechos en la acusación), pero donde se centró el nervio de la discusión era realmente en el juicio oral: ¿podía objetarse el alegato de apertura? ¿Si el testigo mentía en juicio contradiciendo su declaración previa, cómo se empleaba esta última a efectos de exhibir esa doblez declarativa? ¿El contrainterrogatorio requería preguntas largas —como argumentos— o cortas —como asertos—? Todo esto me llevó a coger mi laptop y escribir.
Lo hacía a cálamo currente, es decir, como un poseso en el que tenía la necesidad de arrojar en un papel de word las vivencias y peripecias del proceso penal (o, más bien, de ese proceso penal). Escribía violentamente mientras las madrugadas me acogían como un noctámbulo empedernido, golpeaba el teclado sin descanso cuando terminaba mi intervención en el juicio allá en Ancón 1. Lo hacía cuando revisaba la ley, la jurisprudencia o el derecho comparado cuando asaltaban mis ojos.
Fruto de ese episodio de mi vida —que no supuso menos que un trienio— nace mi primer libro: Litigación penal. Manual de aplicación del proceso común. El libro lo escogí en homenaje al libro con similar título de Baytelman y Duce, dos referentes chilenos de la litigación oral.
Hoy que vuelvo la vista atrás veo que mucha agua ha corrido bajo el puente de mi vida, muchos pasos he dado (avanzando y retrocediendo, yendo y viniendo) en el camino de mi vida y puedo decir con franqueza que sonrío. Sonrío con plena satisfacción y agradezco a Dios por la dicha de escribir y trascender, porque —seamos sinceros—, a fin de cuentas uno escribe no para aumentar los ceros en el banco, ni para hacer abultada tu cuenta corriente, sino más bien para aumentar la incertidumbre en la silla de la academia y para agitar los corazones y las mentes de nuestros lectores que —en mi caso— he descubierto que no son solo mis alumnos.
Les cuento que se viene un nuevo libro, pero también un nuevo curso que dictaré (del 8 al 10 de agosto sobre contrainterrogatorio). Si quieren participar déjenme su número de celular acá abajo en la caja de comentarios (o mediante un mensaje privado).
Que tengan un excelente día, mis amigos, cada vez más cerca, menos lejos.