Mario Vargas Llosa no solo defendió su nombre en el ámbito literario o político, también lo hizo en la justicia internacional. Nuestro Nobel nunca imaginó que tendría que pelear por sus apellidos en el ciberespacio.
En 2004, presentó una demanda ante la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI) para reclamar por el dominio vargasllosa.org, registrado por una entidad que afirmaba «homenajearlo», pero actuaba sin autorización y con fines lucrativos.
En la resolución a la que tuvo acceso LP, se advierte que fue el propio Mario Vargas Llosa quien encabezó la demanda en calidad de demandante.
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Los argumentos de defensa
Lo interesante del caso es que el propio autor reconoció que nunca registró su nombre como marca, pero logró que se le reconociera como una marca de hecho. Es decir, su nombre —por su notoriedad internacional, sus premios y su peso simbólico en la literatura— bastaba por sí solo para ser protegido jurídicamente como un signo distintivo. Ese fue uno de los precedentes clave en la resolución.
Durante el proceso, el instituto demandado —que operaba desde Miami— intentó justificar el uso del dominio asegurando que tenía autorización verbal y que no existía ánimo de lucro.
Sin embargo, el panel revisó el sitio web y detectó que se ofrecían servicios editoriales, publicidad y hasta se gestionaban concursos en nombre del escritor, algo que, según la resolución, excedía cualquier supuesto homenaje.
El irrespetuoso correo electrónico
Uno de los episodios que más pesó en el caso fue un correo electrónico enviado por el propio director del instituto, en la que advertía que, si el autor insistía en reclamar el dominio, este sería vendido.
El correo decía textualmente: “nosotros somos los propietarios y podemos hacer con él lo que nos plazca… si el dominio cambia de dueño ya no será nuestra responsabilidad, sino consecuencia de tu actitud”. Esa amenaza, lejos de ayudar a la defensa del demandado, fue interpretada como una evidencia de mala fe.
Además del riesgo de confusión con su web oficial (vargasllosa.com), el panel destacó que el uso del dominio generaba una apariencia falsa de vínculo con el autor. De hecho, el propio demandado reconoció —en comunicaciones internas— que recibía correos de personas que creían estar contactando directamente con Mario Vargas Llosa para congresos, publicaciones o entrevistas.
¿Cómo se resolvió el caso?
El fallo estableció que el instituto no podía alegar interés legítimo sobre el dominio, ya que no contaba con un contrato, una licencia ni prueba alguna de cesión de derechos sobre el nombre del autor.
Incluso se precisó que, aunque existiera una autorización verbal para usar su nombre en el título del instituto, eso no implicaba el derecho a registrar un dominio idéntico a sus apellidos:
Si bien, la parte demandante pudo haber autorizado al señor José Antonio Contreras como representante legal del Demandado, para que el Instituto Cultural Iberoamericano llevara al final la denominación “Mario Vargas Llosa”, sin embargo, dicha autorización se encontraba limitada únicamente a ésta designación no así al registro y uso del nombre de dominio <vargasllosa.org>.
Finalmente, el panel de la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual ordenó la transferencia inmediata del dominio vargasllosa.org al escritor peruano, en lo que fue su primer y más emblemático litigio digital.
Fue una defensa no solo de su obra, sino de su identidad. Porque, como demuestra este caso, los apellidos también se protegen cuando representan el prestigio de una vida entera dedicada a la cultura y la literatura.