Entrevista a don Felipe Osterling, el jurista que murió en su ley

Nos dijo que no volvería al Congreso si no se retornaba al sistema bicameral, como una suerte de reivindicación personal. Murió en su ley, como pocos. No tengo el audio de esa conversación, pero tengo memoria.

© Roger Vilca
© Roger Vilca

Esta semana, para ser precisos el 30 de agosto de 2017, se cumplieron tres años desde el fallecimiento del jurista, político y maestro universitario, don Felipe Osterling Parodi. Valga este espacio para rememorar la figura de este eximio hombre de leyes que se echó al hombro el derecho civil peruano.

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Cuando dirigía la revista «Contranatura» tuvimos la inmejorable ocasión de entrevistarlo para el cuarto número. Recuerdo que esa vez la grabadora nos jugó una mala pasada y no registró lo mejor de la entrevista. Fue una de las conversaciones más edificantes de mi vida universitaria.

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Hablamos de todo, desde sus pininos académicos hasta de su renuencia a volver a la política. Nos dijo que no volvería al Congreso si no se retornaba al sistema bicameral, como una suerte de reivindicación personal. Murió en su ley, como pocos. No tengo el audio de esa conversación, pero tengo memoria.

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Corría la primavera del año 2009 en Arequipa. La noticia nos llegó a través de un afiche pegado en el periódico mural de la facultad de derecho de la Universidad Nacional de San Agustín, que nos avisaba que el fin de semana (jueves, viernes y sábado) se desarrollaría el V Congreso Nacional de Derecho Civil, evento al que asistirían reconocidas personalidades del foro, entre los que destacaba, cómo no, la dupla Osterling Parodi-Castillo Freyre. La oportunidad era inmejorable, sobre todo para los estudiantes que sólo habían conocido al maestro a través de los libros.

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Aquella época, el curso de Obligaciones era una prueba de fuego para quienes lo llevaban con el profesor Salvador Vásquez Oliveraexigente cual ninguno. Fue a través de su modesto libro, Derecho de las Obligaciones, que los estudiantes pudimos conocer a don Felipe Osterling y su portentoso Tratado de las Obligaciones.

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Fuimos al evento. A la salida lo abordamos y le dijimos que queríamos hablar con él. Entre la multitud que lo asediaba nos alcanzó a decir que estaba alojado en el hotel El Libertador y que nos podía atender el sábado en la mañana. Ya con la dirección en la mano, fuimos a su encuentro premunidos de dos grabadoras para registrar la conversa.

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Era un 23 de setiembre, mi mejor día del estudiante. Un día fresco, propicio para hablar al aire libre. Nos acercamos al botones y preguntamos por él. Después de unos minutos asomó su figura y nos recibió con una gruesa sonrisa. «Caray, el jurista que todos estos años habíamos leído en fotocopias está frente a nosotros», me dije emocionado.

Salió al patio del hotel y eligió un lugar. Pusimos sobre la mesa el libro a través del cual lo conocimos y le dimos play a las grabadoras. Esto fue lo que pasó aquella inolvidable mañana.


1. ¿Cómo así resuelve hacer su vida en el derecho?

Desde niño tenía la idea de ser abogado porque, no obstante, mi padre y mis abue­los, habían sido abogados. Tuve un tío muy querido, hermano de mi madre y uno de los más ilustres abogados peruanos del siglo XXI, que me sirvió de modelo. Esta ascendencia determinó que nunca tuviera dudas acerca de mi deseo de ser abogado. No me equivoqué en absoluto…

2. ¿Cómo se inició en la cátedra universi­taria?

En el colegio fui un loco, me dedicaba más al fútbol que a los estudios, pero cuando empecé a estudiar Derecho, me apasionó tanto que fui un excelente alumno. Eso determinó que lograra una beca para estudiar en la Universidad de Michigan, en Nueva York. Una beca integral, porque me pagaban absolutamente todo, hasta los pasajes. Yo no tenía, ni mis padres tenían, recursos económicos como para que yo pudiera estudiar en el extranjero. Cuando regresé a Lima, ya tenía 24 años, la Uni­versidad Católica me invitó a dictar el curso de derecho internacional privado, para alumnos del último año de derecho, que eran más o menos de mi edad. El Dr. Trazegnies fue tercera promoción y yo le llevo sólo dos años, fue mi alumno. Ahí empezó mi cátedra universitaria que la continuo hasta ahora. Y mire, ya tengo 52 ó 53 años como profesor. Siempre he enseñado en la Católica de Lima, y también algunos años en la Universidad de Lima.

3. ¿Y en el ejercicio de la profesión?

Mi ejercido profesional también lo inicié cuando regresé a hacer mis estudios de postgrado, simultáneamente con mi la­bor universitaria. Inclusive yo participé mucho en la vida universitaria de la Cató­lica. Fui decano de la Facultad de Derecho de la Católica de los años 1970 a 1972, y bueno, siempre he ejercido muy activa­mente mi profesión.

4. Usted es una persona vinculada tanto al derecho como a la política. Cuando por segunda vez era senador, le tocó su­frir los empellones de la dictadura fujimorista en el autogolpe y justo cuando era usted presidente del Senado. ¿Cómo así se metió en política?

Mi ingreso a la política en realidad es en 1980, cuando tenía 47 años. O sea, yo no ingresé muchacho a la política, sino ya maduro. Yo era miembro del Partido Po­pular Cristiano y, a sugerencia del doctor Luis Bedoya Reyes, me invitaron a ser mi­nistro de Justicia por un año, cargo que acepté. Fui ministro un año y tuve que revi­vir el Ministerio y hacer algunas cosas importantes, como la devolución de los medios de comunicación que habían sido confiscados por el gobierno militar, poner en marcha la plena vigencia de la Constitución de 1979. Fue una labor muy intensa revivir el Ministerio, porque los militares lo habían suprimido en 1969.

Cuando dejé el Ministerio me dediqué mucho a la labor política dentro de mi partido. Y bueno, fui electo senador para el periodo 1985-1990. Pero este último tramo fue interrumpido por el autogolpe de Alberto Fujimori el 5 de abril de 1992, cuando yo, efectivamente, como usted dice, era presi­dente del Senado de la República. Eso determinó, entonces, que esa misma noche estuviera sujeto a una reclusión domiciliaria. Fui arrestado en mi casa. Roberto Ramírez del Villar, un ilustre arequipeño que era presidente de la Cámara de Dipu­tados, también de mi partido, fue arresta­do en su casa. Estuvimos una semana cer­cados, incomunicados, con amenazas de que nos iban a deportar, de que iban a enviarnos a una prisión militar, en fin. Fue una guerra psicológica y entonces yo viví la batalla hasta el 25 de julio de 1992, que era lo que correspondía a mi mandato co­mo presidente del Senado. Y después de esa experiencia me empecé a dedicar más a mi estudio que lo había descuidado un poco durante los 12 años que estuve participando en política.

5. Desde aquella fecha no le hemos visto más participar en política, ¿qué sucedió?

Yo nunca he querido luego ser candidato al Congreso. Mi partido me lo ha propuesto en todas las elecciones y siempre he dicho que no, que la única condición, estoy hablando en pasado, que la única condición, les dije, por la cual yo podría ser candidato al Congreso, es que se restituya el sistema bicameral, o sea, una Cámara de Senadores y una Cámara de Diputados, para postular a la Cámara de Senadores, como una suerte de auto reivindicación. Pero, aparentemente, egoísmos del actual Congreso, desconocimientos, pasiones, van a impedir que se regrese al sistema bicameral, que ha funcionado bastante bien en el Perú. Vea usted el desprestigio que tiene hoy en día el sistema unicameral. A estas alturas de la vida me parece sumamente improbable que trate de acceder a alguna función pública.

6. Ud. ha sostenido en sendas entrevistas que la bicameralidad le da más fluidez al trabajo del parlamento. ¿Por qué deberíamos volver a ese sistema?

Ah, sí, yo creo definitivamente que se debe volver al sistema bicameral y eliminar el voto preferencial. Claro, eran dos cámaras: una, la Cámara de Diputados, que es la cámara política, la que interpela, la que censura ministros, una cámara joven, un impulso de vigor; y luego, una Cámara de Senadores, de gente mayor, una cámara reflexiva, que pueda revisar un poco las leyes que algunas veces la Cámara de Diputados aprobaba un tanto precipitadamente. El sistema bicameral ha funcionado muy bien y en la gran mayoría de países existe y seguirá existiendo. Lo que pasa es que Fujimori inventó eso de que se gastaba mucho con el sistema bicameral y se optó por la unicameralidad; y precisamente porque así el régimen podía controlar al parlamento mucho más fácilmente. Pero en fin, esos son problemas que yo puedo actuar desde la reflexión de una silla, ya a estas alturas no creo que vaya ir a nada, sino dedicarme a mi estudio y a mi vida académica.

7. Y en esa vida académica a la que sí resolvió volver, ¿qué personajes han intervenido en su formación?

Bueno, fíjese usted, en mi formación académica yo he tenido excelentes maestros. Le puedo decir los nombres pero no van a significar nada para usted, porque fueron maestros que tuvieron vigencia a mediados del siglo pasado. El maestro Domingo García Rada, por ejemplo; el Dr. Raúl Ferrero Rebagliati, padre de Raúl Ferrero, fueron grandes maestros. El propio Dr. Navarro, que fue mi tío; yo practiqué en su estudio cinco años, él me formó, formó al Dr. Jorge Vega García, que murió joven. He tenido muy buenos maestros.

Ahora, concretamente, en mi especialidad del Derecho de Obligaciones, he recibido muchas influencias, que vienen fundamentalmente de las ideas francesas y argentinas. Los argentinos son extraordinarios tratadistas. Yo me he basado mucho y mis conocimientos se fundan, en buena parte, en los tratados de Raymundo Salvat y de Atilio Aníbal Alterini, muy buenos maestros. Bueno, sin dejar de lado a Lomason o a Josserand, a Colan Capitán, maestros a los que yo admiro mucho.

8. Ahora bien, no podemos dejar de preguntarle, ¿cuáles fueron las circunstancias que rodearon su ingreso a la Comisión Reformadora del Código Civil de 1984?

Con mucho gusto. Un 31 de diciembre de 1970 me llama por teléfono un maestro mío de la Universidad Católica, el doctor Andrés Villón Montalván, que era vocal de la Corte Suprema y me dice: «Mire usted Felipe, en realidad, la Corte Suprema, que tiene un delegado para la Comisión Reformadora, no quiere ya nombrar vocales supremos, porque no han hecho nada, así que queremos nombrarlo a usted». A lo que respondí, «Encantado, maestro». Yo era muy joven, tenía 37 años, y como al representante de la Corte Suprema le correspondía la presidencia, me tocó presidir a León Barandiarán. Trabajamos 14 años y salió el Código, a empujones, pero salió. Costó trabajo, no fue tarea sencilla, a veces no muy grata.

9. De todos los cambios que supuso el Código de 1984, ¿de qué cambios se siente orgulloso?

Los cambios que habían tenido lugar en el Perú, y en el mundo en general, entre el año 1936 y el año 1984, eran abismales como consecuencia, sobre todo, de la Segunda Guerra Mundial, que fue de 1939 a 1945. Entonces habían cambiado las condiciones sociales, económicas, políticas, etc. y se requería un nuevo Código Civil. Por otro lado, el Código de 1936 era muy patrimonialista y nosotros queríamos uno más humanista. Por otra parte, el Código de 1936 era muy escueto, queríamos un Código más explícito, no tan explícito como el anterior Código de 1852, pero sí un poco más explícito. Y creo que todo eso lo logramos. Yo creo que es un buen Código, y mire, ya ha cumplido un cuarto de siglo.

10. No obstante, el Código está recibiendo bastantes ataques desde diferentes flancos, sobre todo del Análisis Económico del Derecho…

El Análisis Económico del Derecho un un análisis muy frío y no es humanista. Yo no soy partidario del Análisis Económico y tengo la impresión de que está pasando un poquito de moda. No obstante que tiene sus estandartes, mi amigo y colega Alfredo Bullard por ejemplo, Fernando de Trazegnies en cierta forma. Yo creo que está un poco de huida, y simplemente porque no ha comprendido las instituciones del derecho civil.

11. El Dr. Salvador Vásquez Olivera nos hablaba siempre de la relación maestro-discípulo que se entabló entre usted y el Dr. Mario Castillo Freyre, con quien trabajó el famoso Tratado de Obligaciones. ¿Qué nos cuenta de esa experiencia?, ¿cómo así se animaron a trabajar en este proyecto?

A mí me buscó Mario cuando era un abogado recién recibido. Me dijo: «Dr. Osterling, yo quisiera escribir con usted conjuntamente un tratado». Pero la idea no era un trabajo de 16 tomos, pensamos en dos o tres tomos. Y bueno, le dije que con el mayor gusto, encantado, escribamos juntos.

Me pareció una idea excelente; aunque, claro, yo tenía que sufragar los costos, porque Mario pues era un abogado recién recibido. Pero la infraestructura se puso en el estudio de Mario, de tal manera que no perturbaba para nada mi estudio. Bueno, empezamos así a escribir, a escribir y a escribir, y nos salieron 16 tomos.

12. ¿Cuánto tiempo les tomó?

Nos dividimos el trabajo. Por ejemplo, todo lo que era Teoría General del Derecho de Obligaciones fue redactado por mí, hay otras cosas que también están divididas. Empezamos a escribir en 1993 y creo que lo terminamos en el 2004 o en el 2005, nos hemos demorado como 12 años, sin parar. Sin prisa, pero sin pausa.

Muchas gracias por la entrevista…

No, al contrario, a ustedes las gracias. Sigan adelante, yo estoy encantado de poder colaborar.

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