Iván Meini repite con firmeza a cada generación de estudiantes que el pensamiento propio no nace de la nada. Insiste en que para construir ideas sólidas es necesario regresar a los clásicos y comprender la evolución de la dogmática penal. Según el profesor, sin esa base, cualquier propuesta de innovación carece de estructura y profundidad.
Yo siempre le digo a mis estudiantes que por donde hay que empezar una formación es revisando los clásicos, a partir de allí uno puede ya entender cómo ha evolucionado la dogmática, por qué ha evolucionado así y tomar postura. No se puede prescindir de los clásicos (…) Si uno revisa los clásicos hay mucha diversidad que uno tendría que sentirse a gusto con su propio pensamiento, pero para formar su propio pensamiento hay que saber qué se ha dicho antes de que uno naciera o de que uno estudiase derecho
Feuerbach, List, Binding, Roxin y Frisch no son nombres para la nostalgia, sino faros que orientan a quienes se aventuran en el derecho penal. Meini señala que estos autores ofrecen claves esenciales para entender las tensiones históricas que forjaron las escuelas de pensamiento. Cada uno aporta conceptos que aún alimentan los debates contemporáneos.
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La dogmática penal es seductora
Durante una entrevista con LP, Meini subrayó que el derecho penal ofrece un campo amplio para la innovación, pero advirtió que esa innovación requiere humildad intelectual. Para crear nuevas líneas de pensamiento se necesita primero conocer lo que ya se discutió, lo que se superó y aquello que permanece vigente. Sin esa disciplina, se corre el riesgo de repetir errores del pasado.
El profesor no oculta su entusiasmo por la dogmática penal. Asegura que este campo resulta seductor para quienes deciden estudiarlo con rigor, pues obliga a razonar con precisión y a confrontar diversas posiciones. Cada problema penal plantea un reto que exige análisis meticuloso y creatividad con fundamento.
Finalmente, Meini anima a cada estudiante a encontrar un espacio propio entre las múltiples posiciones académicas. No se trata de abrazar ciegamente una corriente, sino de dialogar con los clásicos y decidir con honestidad intelectual el lugar desde el que se piensa. Para él, esa es la verdadera libertad académica.
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