1. Introducción
Un país con futuro, se forja no solamente por la corrección y continuidad de las políticas públicas que se implementen, sino que esencialmente por la participación de la colectividad en su labor diaria. El crecimiento del país no sólo debe ser preocupación de quienes gobiernan, sino que debe ser un anhelo y esfuerzo colectivo, cumpliendo normas, aportando esfuerzos, pero sobre todo respetando al prójimo (neminem laedere). El Perú no mejorará por tener buenos gobernantes, sino cuando más deseen ser mejores y se esfuercen en ello. Lo mismo sucede en el ámbito de la justicia, en que los esfuerzos de enfoque equivocado o no que realice la Oficina de Control de la Magistratura, así como muchos magistrados y servidores judiciales, será insuficiente para conseguir el Poder Judicial deseado, si es que no se logra activa participación de la sociedad civil, sea a través de sus entes participativos o de manera directa por parte de los litigantes.
Como la lucha de contrarios es una ley cierta, se afirma sin temor a error que existen y existirán por siempre buenos y malos abogados, probos y deshonestos, así como existirán honestos y deshonestos litigantes. Mucho se escribe sobre la ética profesional[1], desde un punto de vista tradicional y aristotélico o sobre la ética del juez, lo cual es necesario no solamente escribirla, sino además practicarla, aun cuando existan Códigos de Ética que se escriben más para santos que para magistrados, quienes requieren una ética actual o una de tercera generación[2], que no solo piense en la importancia del cargo y la persona sino que además piense en la sostenibilidad de la vida en sociedad a la cual pertenecemos (pensamiento sistémico) y termine de comprender que la judicatura es un poder/servicio del cual hay que hacer rendición pública de cuentas, que no se agota solamente en la ratificación de un juez.
Se habla y se escribe mucho sobre reforma judicial, pero es curioso que un país donde se tiene generalizado el problema de la corrupción, se crea que los corruptos se ponen a trabajar de jueces y los honestos de litigantes. No, existen muchos litigantes deshonestos y abogados prestos para defenderlos, sin escrúpulo alguno y no los combatimos, aún más muchas veces confundimos escándalo y risa fácil con el éxito y capacidad profesional. Como Humberto Eco, diremos que no aparecer en los diarios es un signo de decencia en nuestros tiempos; sin embargo ese no es el patrón profesional de quienes buscan 15 minutos de fama para vivir toda su vida.
Si hay litigantes deshonestos, por fortuna hay litigantes también honestos y poco se escribe sobre cómo debe comportarse un litigante honesto que acude en busca de justicia y tiene que enfrentarse a un sistema judicial que lo asusta y le envía desde los medios de comunicación mensajes negativos que lo hacen sentirse, tal vez sin saberlo, más desprotegido que Josef K., en El Proceso de Kafka.
Las líneas siguientes son justamente para ellos, es decir que en un decálogo simple, se sientan identificados y conozcan su rol trascendente en la mejora de la honestidad de la administración de justicia.
2. ¿Por qué un decálogo?
Porque es una manera simple de transmitir, a un grupo determinado, lo que se cree son buenas conductas o comportamiento éticos responsables, en este caso no con la finalidad de que sean mejores personas, sino que sencillamente sean mejores litigantes que ayuden a engrandecer el sistema de justicia. Un decálogo para tener éxito requiere de difusión y una posterior evaluación, que es lo que se pretende con estas líneas.
En verdad pudieron ser menos reglas y tal vez lo sea así en un futuro, pero lo que busca ahora este decálogo es ser de simple lectura y mejor entendimiento que muchas veces la concisión no permite.
3. El decálogo
El decálogo tiene como punto de partida la diligencia que debemos tener las personas en nuestra vida diaria, si somos diligentes para cuidar las pocas cosas que llevamos al salir a la calle, debemos ser así de diligentes en la defensa no solamente de nuestros derechos como justiciables, sino de nuestras cosas que están sujetas al riesgo del litigio. Aparte de la diligencia, se sugieren reglas de conductas y valores que deben tenerse en el litigio, no solamente en la preocupación que sea mejor persona, sino que se afronte de mejor manera un litigio. El mensaje es claro, paciencia, tolerancia, reflexión, apego a la verdad, serenidad, honestidad, valentía, respeto y proyección al futuro, valores que en algún momento pueden parecer superponerse uno a otro en una precisa definición semántica, pero ello es ajeno al litigante de a pie. El otro mensaje que debe llegar claro al litigante es su derecho de hablar con el magistrado de manera directa, lo que muchas veces no hace el litigante en espera de su abogado o algunas veces simplemente el abogado le informa, sin permitirle participan directamente.
Las diez reglas del decálogo del litigante honesto son:
I. Sé diligente
Un proceso judicial necesita ser observado por el interesado. Visita con frecuencia el juzgado o fiscalía donde tienes algún litigio y pregunta sobre el estado de tu proceso. También puedes hacer la consulta en internet.
II. Sé paciente
El proceso toma tiempo para reflexionar sobre las alegaciones de las partes y evaluación de las pruebas aportadas.
III. Sé tolerante y consciente
Debes saber que no siempre tienes la razón. El derecho no es una ciencia exacta y tu interpretación no es necesariamente la correcta. Tu abogado puede equivocarse. Los magistrados pueden equivocarse. De considerar que no se te ha hecho justicia, apela a la instancia superior de manera respetuosa y reflexiva.
IV. Condúcete con la verdad
Expresa la verdad de una manera simple. Si complicas el proceso quizás la verdad no está contigo. Tú, mejor que alguien, sabes cuándo mientes.
V. Habla con el magistrado directamente
Los magistrados están obligados a atender a todos los litigantes, dentro de un horario establecido. Puedes ir solo o con tu abogado. Cumpliendo los horarios siempre te escucharán.
VI. Condúcete con serenidad
No por mucho que te exaltes, gesticules o vociferes se te dará la razón. Los procesos judiciales se resuelven valorando las pruebas aportadas en él.
VII. Fomenta la honestidad
No creas en tu abogado si es que te pide dinero “para arreglar tu juicio”. No toleres ni fomentes la corrupción, pues serás parte de ella.
VIII. Sé valiente
Si algún magistrado o servidor jurisdiccional, te pide algo, denúncialo. Si tu denuncia es verdadera dicho magistrado será destituido y limpiarás el sistema judicial. Eres necesario para mejorar la justicia del país.
IX. Tienes derechos, pero también debes respetar al magistrado y a la otra parte
Si utilizas al sistema judicial sólo para pleitear o ganar tiempo y no buscas justicia, recuerda que la otra parte hará lo mismo. Exige Justicia, sé Justo y respetuoso.
X. No pases por encima de tu conciencia.
Sé un litigante probo, que sea enemigo de las injusticias que conozcas, pero siempre oyendo la voz de tu conciencia sobre lo que consideras justo, más allá de lo que pueda decirte tu abogado o afirmar el magistrado.
4. El decálogo del litigante honesto, la OCMA y la universidad
Tagore afirmaba que el riesgo de cerrar la puerta al error en nuestras vidas podría también dejar a la verdad fuera de nuestras vidas. El decálogo escrito no busca inmortalidad en su perfección, sino en su aceptabilidad social, razón por la cual la Oficina de Control de la Magistratura (OCMA) del Poder Judicial que en más confunde control con sanción y no prevención de error podría de alguna manera difundirlo tratando que los valores señalados, sirvan para que los litigantes honestos tengan una guía en sus conductas personales. Las facultades de Derecho igualmente deberán poner atención no solamente en los “productos” que elaboran, sino además el mercado hacia el cual están destinados los futuros abogados. Al fin de cuentas, si tuviéramos más litigantes honestos que se conduzcan de mejor manera, todos saldremos ganando.
5. Conclusión
Existen muchas maneras por las cuales se puede integrar a la sociedad civil y litigantes en la lucha que por una mejor justicia, de manera diaria sostiene la magistratura y la OCMA, y debería ser preocupación de las universidades; una de ellas puede ser empoderando a los litigantes honestos.
Si los litigantes honestos no dicen nada o no saben cómo comportarse, seguirán felices los litigantes deshonestos y más aún quienes ejercen de dicha manera el derecho.
[1] Sin embargo, no deja de sorprender que en muchas facultades de Derecho a nivel nacional, dicho curso no exista o si existe se considera como uno más de relleno, con currículos que datan del siglo pasado.
[2] Término acuñado por François Vallaeys. Ver el blog aquí.