Habría amado la libertad, creo yo, en cualquier época, pero en los tiempos en que estamos me siento inclinado a adorarla.
La Democracia en América (1835)
1. Inicios en las ideas republicanas
Alexis-Charles-Henri Clérel de Tocqueville nació el 29 de de julio de 1805 en la calle Ville-l’Évêque de París. Su familia de origen noble y terrateniente, se opuso abiertamente al proceso que implicó la Revolución Francesa. Desde muy pequeño, su padre Hervé de Tocqueville le inculcó la pasión por la vida intelectual. Inició sus estudios en el Liceo de Metz, ciudad donde su padre era prefecto. Empezó a recibir sus primera influencias de la Ilustración cuando, en la biblioteca de la ciudad, encontró textos de Rousseau y Voltaire. Poco a poco empieza a distanciarse de los dogmas religiosos con los que fue formado[1]. En 1823, continuando la tradición de su familia, emprende sus estudios de Derecho en París hasta 1826. Entusiasmado al principio, terminaría su carrera con notas muy bajas, pues, aparentemente prefería capacitarse por su cuenta.
En 1827 le ofrecen en Versalles, sitio donde fue reubicado su padre, el puesto de magistrado y toma inmediatamente posesión de su cargo. Aunque parecía apuntar a esto desde muy joven, lo cierto es que Tocqueville se frustra rápidamente al comprobar que no tenía la libertad ni la independencia para ejercer decisiones en el ámbito judicial. La Revolución de 1830 sería un evento que lo marcaría, debido a que al posicionarse la burguesía como clase dominante (en detrimento de la monarquía), el «rey burgués» Luis Felipe le exigió un juramento de fidelidad, acto al que accedió. Fue tal la desazón que sintió Tocqueville, que decidió buscar una oportunidad para autoexiliarse lo más pronto posible[2]. Posteriormente aprovecharía el interés de ministro del interior, Montalivet, de conocer el sistema penitenciario norteamericano y consiguió, junto a su gran amigo Gustave de Beaumont, acceden a un permiso para viajar a Estados Unidos, con la finalidad de investigar su sistema penitenciario.
2. El nacimiento de su gran obra
Tocqueville y Beaumont llegaron a Nueva York el 11 de mayo de 1831 y regresan el 20 de febrero de 1832, por lo que pasan en tierras americanas un total de 9 meses, muchos menos de los 18 meses proyectados[3]. En su recorrido lograron llegar hasta Canadá, pasando por Boston, Filadelfia, Washington, entre otras ciudades. Les sorprendió lo escasamente documentado que estaban las condiciones de esclavitud en las que vivían miles de hombres sureños. Asimismo notaron la increíble influencia, que todavía, ejercía la religión sobre las costumbres, a todos los niveles. De esto, Tocqueville extrajo que la religión era incompatible con las ideas de libertad. La ausencia de un gobierno impactó, de igual modo, en el pensamiento del jurista francés, en el sentido que parecía estar frente a una sociedad que marchaba por sí sola.
Dieciocho meses después de volver de Norteamérica, Tocqueville emprendió la redacción de su más grande obra: La Democracia en América. Para entonces, había reunido un interminable bagaje, producto de los numerosos viajes que realizó, por lo que solo le bastaba plasmar todos sus pensamientos en un libro que revolucionara los paradigmas jurídicos existentes. Inmediatamente consiguió un éxito rotundo y la aclamación universal de los entendidos. A decir de André Jardín: “La verdadera causa del éxito fue el gran
reconocimiento del talento del autor por parte de la prensa, y, sin duda, sobre todo, el gran elogio que de él hicieron las voces a las cuales el público cultivado estaba atento”[4]. Pese a ello, las reacciones iniciales que provocaron la publicación de su libro no deslumbraron a Tocqueville, que atribuyó el éxito a que los conservadores aplaudían porque había prevenido a los liberales de los peligros de la democracia. Mientras los liberales aplaudían la sustentación de la legitimidad de un nuevo orden democrático[5].
3. La importancia de La Democracia en América
Aunque el libro está esta referido explícitamente a la situación estadounidense y explica los elementos de su estructura institucional, las pretensiones del autor trascienden esta dimensión y apunta a una preocupación por Europa y, más precisamente por su nación, que daba sus primeros pasos como sociedad democrático-liberal. La idea de su estudio en La Democracia en América, era constatar la idea de cómo este tipo de democracia podía implantarse en un terreno nuevo. Lo primero que salta a la vista, en el estudio de Tocqueville, es la fascinación que siente por esa interesante conjunción que había de igualdad y libertad en la naciente nación estadounidense. Uno de los factores que influyeron en el desarrollo democrático de las antiguas colonias, fue la equitativa repartición que hicieron de la tierra desde su desembarco a América. Este factor, sumado al espíritu de trabajo, el ahorro o las costumbres puritanas; terminarían siendo decisivos para la idea de una nación independiente[6].
En el camino a la construcción de un Estado, las colonias angloamericanas consagraron algunos principios, de los que carecían los países europeos: el voto libre, la responsabilidad de los agentes del poder, la libertad individual y el juicio por tribunal de jurados. Tocqueville resalta en su estudio, que si por un lado, la libertad dirigía los destino civiles y políticos; la religión servía como elemento catalizador de la moral y las buenas costumbres que reflejaban sus leyes[7]. Además advirtió que la educación básica aseguraba que todo ciudadano posea un nivel de conocimientos que les asegurara el buen juicio. Así rehuían de los excesos del poder, como el absolutismo europeo que concentraba los poderes en una sola persona, sino como una instancia que necesariamente debía ser dividida, a fin de que su acción se mitigase. Tocqueville que este poder descentralizado no afectaba no debilitaba la legalidad, sino por el contrario la reforzaba, porque brotaba de la voluntad popular.
Con respecto al poder judicial, Tocqueville observaba que ocupaba un lugar de relieve dentro de la sociedad americana[8]. El ejercicio del control de este poder sobre los otros, se basaba fundamentalmente en una interpretación de la constitución, más que de las leyes. La unidad política estaba garantizada por las atribuciones soberanas de la Unión Americana. La corte suprema se encargaba de regular las diferencias entre los Estados. Por otro lado, el Senado podía legislar, por lo que también cumplía el deber de juzgar en casos políticos. La reelección era aceptada constitucionalmente. Y ahí surge la crítica al modelo americano, que evidentemente también poseía defectos. Para Tocqueville esta figura podría colocar el poder al servicio del despotismo de las mayorías. Pese a ello, los elementos que podían sostener el modelo, eran dos para el autor: la libertad de prensa y el espíritu de asociación. A John Stuart Mill le gustó tanto el libro que no dudó en publicar dos recensiones de los mismos, realizando unos detallados análisis de su obra[9].
4. La vida política de un genial jurista
Después del gran éxito de su monumental obra, Tocqueville decidió que era tiempo de pasar del terreno teórico al práctico, y postuló para diputado en las elecciones legislativas en 1837. Aunque esa vez no puedo acceder a un escaño, dos años después conseguiría ingresar al parlamento con una altísima votación. En el transcurso de ese tiempo, sus ideas se habían difundido tanto, que no le costó ser reelegido consecutivamente hasta el año 1851. Durante todos estos años, en Tocqueville fue creciendo un íntimo aprecio por Normandia. Este detalle nunca fue olvidado por sus votantes[10]. Fue el jurista un gran político además, que se opuso a la política de Guizot, y se alió con los liberales. Pese a su toma de posición, siempre mantuvo en alto su honorabilidad y su independencia de criterio.
La Revolución de 1848 que acabó con la monarquía burguesa de Luis Felipe, provocaría sentimientos encontrados en Tocqueville. Y aunque no estuvo de acuerdo con los métodos, siguió normalmenete con su vida parlamentaria. En este periodo logra inclusive ser vicepresidente de la Asamblea Constituyente y ministro de Relaciones Exteriores. Todo este vínculo con la política terminó atrozmente con el golpe de Estado de Luis Napoleón, el 2 de diciembre de 1851. A partir de allí empezó su decepción con la política y la vida pública, las que le parecían corrompidas[11]. Años después plasmaría sus sensaciones en su segunda gran obra: El Antiguo Régimen y la Revolución (1856). En este libro, Tocqueville presenta una madura perspectiva de los regímenes democráticos, y resalta una precisión incomparable en sus ideas. Francia aparece como una sociedad anclada en el pasado, que parece resignada a aceptar el despotismo. Se reafirma como defensor de la libertad.
Dice Tocqueville textualmente:
No tengo tradiciones, carezco de partido, no conozco otra causa que no sea la de la libertad y la dignidad humanas; de ello estoy seguro; y para un trabajo de este tipo, una disposición y un natural de esa especie son tan útiles que con frecuencia resultan nocivos cuando ya no se trata de hablar de los asuntos humanos, sino de mezclarse en ellos.[12]
5. Conclusión
Alexis de Tocqueville falleció el 16 de abril de 1859 en Cannes, producto de una precaria enfermedad. Pese a que Inglaterra le rindió honores como hombre de Estado, Francia nunca lo hizo. Su reputación crecería con el paso de los años, hasta ser lamentablemente olvidado al inicio del siglo XX. Sus trabajos eran considerados desfasados por la intelectualidad oficial. El liberalismo de Tocqueville empezó a considerarse de poca influencia hasta que un hecho cambió este paradigma: la Segunda Guerra Mundial. Corroborar cómo Tocqueville realizó estupendas predicciones acerca de los estados totalitarios es tarea de todo aquel estudioso del derecho. Cuando parecía que en el mundo se consolidaban las ideas de libertad y legalidad, y que su aplicación no corría peligro alguno. Tocqueville, casi cien años antes había alertado de la posible formación de totalitarismos. Como filósofo de la democracia, fue acertado en sus planteamientos. Y como amante de la libertad, fue un consecuente hombre de su tiempo.
[1] André Jardin, «Alexis de Tocqueville, 1805-1859», Fondo de Cultura Económica: México, 1988.
[2] Ídem.
[3] Alberto Valencia Gutiérrez, «Claves para la lectura de la Democracia en América» en «Obras clásicas del pensamiento universal». Universidad del Valle, 2002. Se puede leer en: https://books.google.com.pe/books?id=4C3J5nYdogkC
[4] André Jardin, obra citada.
[5] J. Peter Mayer, «Alexis de Tocqueville: estudio biográfico de ciencia política», Madrid, Tecnos, 1965.
[6] Ricardo Vélez Rodríguez, «La democracia liberal según Alexis de Tocqueville», Universidad Federal de Juiz de Fora. Se puede leer en: http://www.ecsbdefesa.com.br/defesa/fts/LDLSAT.pdf
[7] Ídem.
[8] Ídem.
[9] John Stuart Mill, «Sobre la libertad y comentarios a Tocqueville», Madrid, Espasa Calpe, 1991.
[10] J. Peter Mayer, obra citada.
[11] Díez del Corral: “Lo que Tocqueville echaba de menos en la vida política francesa era la altura de miras, el sentido de responsabilidad y el valor institucional de una antigua aristocracia, y además el vivo latido de la vida social que quedaba pospuesto por los intereses egoístas de clase”
[12] Alexis de Tocqueville, «El Antiguo Régimen y la Revolución», México, FCE, 1998.