Al igual que todas las grandes competiciones, la Copa Mundial de la FIFA no fue creada de la noche a la mañana. Asimismo, para mantener la línea de comparaciones con las instituciones más perdurables del mundo, la Copa fue el parto del ingenio de un único hombre.
Jules Rimet nació el 14 de octubre de 1873 en el modesto almacén de comestibles de su padre en Theuley-les-Lavoncourt, en el departamento de Alto Saona en Francia Occidental. Producto de una educación muy severa, Jules Rimet fue un estudiante modelo y ganó una beca para seguir sus estudios en París donde se recibió en Derecho.
Tras finalizar sus estudios, el joven Rimet trabajó para un procurador judicial en el distrito de la Bolsa parisina y luego se incorporó al Fiduciary Comptoir donde se trataban casos de disputas y apelaciones.
Fundación del Red Star
Esta profesión algo árida fue compensada con la pasión de Jules Rimet por el deporte. Pese a no practicar nunca ningún deporte en particular a un nivel muy alto, estaba fascinado con la organización del mismo y se dedicó a crear oportunidades de juego para otros físicamente más dotados que él.
En marzo de 1897, a la joven edad de 24 años y junto con un grupo de amigos congeniales, fundó el club Red Star, el cual existe todavía. Fue el primer paso de Jules Rimet en la promoción de una organización futbolística y el éxito alcanzado lo estimuló a mayores hazañas.
Cuando se fundó la FIFA en París el 21 de mayo de 1904, este evento de pequeña envergadura no pasó desapercibido a la atención de Rimet. Por más de no estar implicado en la fundación del órgano rector del fútbol, su fascinación se incrementó con la instauración de este organismo en su ciudad.
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En el correr de unos pocos años, Rimet fue responsable de la creación de la Liga de Fútbol “la primera liga nacional francesa” en 1910, siendo nombrado su primer presidente. La liga fue considerada como el proyecto de Rimet y condujo luego a la fundación de la Federación Francesa de Fútbol en 1919, bajo la forma de la actual FFF.Incluso la Primera Guerra Mundial de 1914 a 1918 no pudo sofocar el deseo de Rimet de formalizar la actividad futbolística en Francia, y su espíritu dinámico hizo que fuera la persona apropiada para el cargo de Presidente de la FFF, siendo elegido el 7 de abril de 1919.
El nombramiento en este órgano nacional fue el paso que el francés estaba esperando para realizar su sueño de lanzar un torneo internacional como respuesta a las amplias dimensiones mundiales que estaba adquiriendo la nueva FIFA.
Un sueño se concretiza
Presentó la idea en los Juegos Olímpicos de Amberes en 1920, cuando asumió provisionalmente el mandato de la FIFA, pero fue recién una década más tarde que su sueño se hizo realidad. Un año después de los JJOO, fue confirmado como Presidente de la FIFA, asumiendo su cargo el 1º de marzo de 1921 y sucediendo al fallecido Daniel Burley Woolfall.
Muy pronto, el Comité Ejecutivo de la FIFA no estuvo en condición de resistir al poder de convicción de Rimet, quien en 1926 logró que se nombrara una comisión especial para estudiar la posibilidad de celebrar un Campeonato Mundial.
El proyecto nació asimismo de un desacuerdo entre la FIFA, que Rimet dirigía cada vez con mayor autoridad, y el Comité Olímpico Internacional, relacionado con el Torneo Olímpico de Fútbol. La FIFA, y Rimet en particular, insistían en que eran suficientemente competentes para asumir la responsabilidad total del Torneo; de otro modo, organizarían uno propio.
La fiesta del Centenario
En el Congreso de 1928 en Amsterdam, la FIFA acordó, con 25 votos a favor y 5 en contra (Dinamarca, Suecia, Noruega, Finlandia y Estonia se opusieron) organizar un Campeonato Mundial cada cuatro años. En el Congreso celebrado en el año siguiente en Barcelona, el torneo fue fijado para 1930 en Uruguay, país que obtuvo la prioridad delante de Italia, Holanda, España y Suecia. Uruguay era el campeón olímpico de 1924 y 1928 y prometió construir un nuevo estadio para el Campeonato Mundial que marcaría el centenario de la constitución nacional. Sin embargo, el aspecto decisivo fue la oferta de Uruguay de pagar todos los gastos de viaje y alojamiento de los equipos participantes, incluyendo 75 dólares por persona, además de “medio dólar por día para gastos menores”.
El proyecto sufrió un enorme revés en 1928 cuando las federaciones británicas, “que habían aceptado la idea del Mundial pese a no estar particularmente entusiasmadas con la misma desde un comienzo”, decidieron no participar a continuación de un desacuerdo sobre la definición de los términos aficionado y profesional. Este punto era importantísimo en el contexto de los Juegos Olímpicos, el único evento de aquella época que tenía un torneo en el cual podían participar todas las asociaciones nacionales de fútbol del mundo. Rimet quería que el Campeonato Mundial tuviese el mismo carácter universal, pero quería, al mismo tiempo, que estuviese abierto igualmente a profesionales.
Rimet, apoyado hábilmente y con mucho entusiasmo por su compatriota Henri Delaunay, secretario de la FFF, no se dejó desalentar por las cuatro selecciones británicas evasivas, ni por la retirada de otros equipos europeos con el pretexto de la crisis económica general que reinaba en aquellos tiempos en Europa y la larga travesía marítima a Montevideo. Rimet no escatimó esfuerzos personales para viajar por toda Europa con la finalidad de convencer a las asociaciones nacionales de participar en esa gran aventura, y ejerció una presión especial sobre su propia federación. Finalmente, cuatro selecciones europeas emprendieron el viaje.
La obra de su vida
El Campeonato fue considerado como la obra de la vida de Rimet. El 21 de junio de 1930, acompañado de su hija y la delegación francesa, abordó lleno de emoción el transatlántico “Conte Verde” en Génova, en el cual viajaban asimismo las selecciones de Bélgica y Rumania. En su equipaje llevaba el trofeo por el cual competirían las selecciones en Uruguay, una creación del escultor francés Abel Lafleur, y en su diario anotó que “el oro del trofeo simbolizaba la conversión del Campeonato Mundial en el acontecimiento deportivo más importante del mundo”.
Después de dos semanas, el “Conte Verde” atracó en Montevideo, con cinco horas de retraso, pero frenéticamente recibido. Rimet estuvo encantado al ser invitado a su arribo a una audiencia personal con el Jefe de Estado uruguayo, el Presidente Campistegui. Además, Rimet pudo constatar con enorme satisfacción que los uruguayos habían organizado minuciosamente el torneo, aunque el entusiasmo excesivo le causaba a veces ciertas preocupaciones. Finalmente, Rimet tuvo el honor de entregar, en calidad de Presidente de la FIFA, el pequeño trofeo de oro a Nasazzi, capitán de la escuadra local vencedora, tras la victoria uruguaya por 4 a 2 contra sus vecinos y rivales de Argentina en la final. Rimet escribió más tarde en sus memorias que raras veces fue testigo de un tal oleaje de emociones y pasión desenfrenada como al término de aquel partido. “Quizás “reflexionó” los uruguayos tomaron demasiado en serio aquel triunfo, pero fueron tan espontáneos en su alegría y festejos que todos se entregaron a dar rienda suelta a sus sentimientos”.
Ingenio diplomático
Con todo, los efectos del nuevo Campeonato Mundial no fueron tan evidentes en Europa. La prensa especializada dedicó solamente algunas líneas al acontecimiento e incluso la propia hoja informativa de la FIFA lo mencionó únicamente al margen. No obstante, Rimet pudo cumplir su sueño; había sentado la base sobre la cual se edificó la Copa Mundial tal cual la conocemos hoy y había, asimismo, alcanzado la consagración de su carrera como administrador de fútbol.
La obra de la vida de Jules Rimet. El primer Mundial de 1930 en Uruguay. En la imagen, una escena entre Uruguay y Argentina (4:2). Dorado pone en ventaja a la escuadra local a los 12 minutos de juego. Foto: Popperfoto |
Los siguientes años de Rimet como Presidente de la FIFA no estuvieron naturalmente exentos de sucesos. En la organización del Campeonato Mundial de 1934 en Italia tuvo que hacer frente a la presión de la retirada de los sudamericanos debido a la indiferente reacción que habían mostrado los europeos ante la inauguración del evento en Uruguay. Incluso cuando la FIFA eligió a Francia para organizar el Mundial de 1938 en honor a su contribución personal, Rimet tuvo que encarar la compleja situación de la anteguerra en Europa.
Su ingenio diplomático e internacionalismo no fueron nunca tan evidentes como en 1939 cuando viajó a Sudamérica para tratar de subsanar la creciente ruptura entre dicho continente y Europa y tratar de preservar la unidad del órgano rector mundial.
En los años de la postguerra, la FIFA celebró su Congreso de 1946 en Luxemburgo, donde se decidió disputar el Campeonato Mundial de 1950 en Brasil, el único candidato. Rimet consideró que era una sabia elección, ya que Europa estaría recuperándose aún de los estragos de la guerra. Tuvo, asimismo, la sabiduría de atribuir el torneo de 1954 a Suiza, cuya neutralidad había asegurado una gran estabilidad al país.
En el Congreso de Luxemburgo se decidió denominar la Copa con el atributo: Jules Rimet, perpetuando así su nombre, el cual siguió existiendo incluso después de que el pequeño trofeo original desapareciera para siempre en Río de Janeiro en 1983.
El primer presidente honorario
El mandato de 33 años de Rimet finalizó en el Congreso de Berna en 1954, siendo su último acto ceremonial la apertura oficial del Campeonato Mundial en Lausana a la edad de 81 años. El 21 de junio de ese mismo año fue nombrado Presidente honorario de la FIFA y fue sucedido por Rodolphe Williams Seeldrayers de Bélgica, quien había sido un gran seguidor de Rimet durante varios años. Rimet se opuso categóricamente a ser nominado para el Premio Nobel de la Paz.
Cuando Rimet se retiró de la cúspide futbolística, la FIFA contaba con 85 miembros, siendo solamente 20 cuando había asumido su mandato en 1921. Pese a que el órgano rector del fútbol mundial doblara su número de miembros en los próximos años, no existe duda alguna en cuanto a que Rimet no sólo otorgó a la FIFA su característica más familiar y prestigiosa “la Copa Mundial”, sino que la presidió también con una increíble habilidad diplomática en la época posiblemente más crítica de toda su historia.
Fuente: Fifa.com