¿Sabes el significado de la palabra aporofobia?

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Sumario: 1. Introducción, 2. Una nueva palabra, una tradicional realidad, 3. El placer del odio en la sociedad, 3.1. Las neurociencias, 4. Los operadores de justicia, 5. Conclusiones.


1. Introducción

Al igual que usted, querido lector, quien suscribe este trabajo no tenía idea alguna de qué significa el término “aporofobia”. No obstante, en más de una ocasión, sea en Lima, Madrid u otra ciudad donde permanecí un tiempo, pude sentir qué significaba la palabra aporofobia.

Hasta en situaciones muy pequeñas, podemos ver casos de aporofobia, muchas veces normalizadas, como es el caso de bromas aparentemente inocentes como el “color puerta no entra” o “sin iPhone no way”. Situaciones que parecerían risibles, pero que tienen un trasfondo que cala en lo más profundo de la sociedad peruana y, por qué no decirlo, de tantas otras. Nos referimos al odio o rechazo que se siente a las personas con escasos recursos económicos, a quienes —por dicha razón— se suele discriminar.

En este breve artículo pretendo abordar el concepto de aporofobia, sus acepciones, entre otros puntos vinculados estrechamente no sólo a denunciar esta repudiable acción, sino a visibilizar su tratamiento jurídico.

La sociedad se entusiasma al recibir a gente de otros países cuando dejan dinero o tienen algo que ofrecer y, sobre todo, que disfrutan del turismo; sin embargo, el buen gesto y la cordialidad cambia por el simple hecho de ser personas que no tienen nada pecuniario que ofrecer, sean extranjeros o nuestra misma gente. En otras palabras, no es lo mismo recibir a un “gringo”, que a un ciudadano venezolano o un haitiano.

El término aporofobia para muchos de los lectores les parecerá algo nuevo, jamás escuchado; sin embargo, es una problemática que aqueja no solo al país sino al mundo entero. Más adelante abordaré el significado del mismo y la importancia de dicho término, que como seres humanos debemos estar encaminados a erradicar todo tipo de racismo y discriminación; asimismo, veremos si se podrá encontrar la clave en las neurociencias y si en verdad somos una sociedad biológicamente aporófoba.

2. Una nueva palabra, una tradicional realidad

La discriminación y el trato hostil hacia los pobres (o personas sin recursos) es una práctica repudiable que aqueja al país y al mundo. Antes, revisemos los términos “racismo, odio, discriminación, intolerancia y discurso de odio”.

    • Racismo, según la RAE, “es la exacerbación del sentido racial de un grupo étnico que suele motivar la discriminación o persecución de otro u otros con los que convive.”
    • Odio es el “deseo de un mal, originado en un prejuicio o sesgo de intolerancia (bias) contra una determinada clase de personas y, en su caso, contra la concreta persona que comparte las características que generan ese deseo.”
    • Discriminación “consiste en conferir un trato menos favorable a una persona que aquél que se confiere a personas en situación comparable, por razón de alguna condición personal.”
    • Intolerancia, partiendo de una definición del Consejo de Europa “consiste en el rechazo a las personas que no comparten nuestras condiciones personales.”
    • El discurso de odio (hate speech) “se refiere a actos de habla con un contenido expresivo-comunicativo del odio o prejuicio del autor hacia determinada persona por razón de una condición personal. Un discurso de odio no requiere estar sancionado penalmente para poder denominarse de esta manera.”[1]

El vocablo aporofobia fue acuñado por la filósofa Adela Cortina Orts[2] en el año 1995, e insertado por la RAE en el año 2017.

Adela Cortina denominó aporofobia a una realidad que está ahí, pero que preferimos ignorar: “el miedo, la aversión y el rechazo a los pobres”; un fenómeno que está en el origen de las corrientes de xenofobia y racismo. Acuñó así este concepto a partir de la unión de las palabras griegas á-poros (pobre) y fobéo (espantarse)[3], para referirse al rechazo hacia las personas económicamente desfavorecidas o en situación de exclusión social.[4]

3. El placer del odio en la sociedad

Quisiera hablarles de William Hazlitt[5], quién logró un lugar en la historia de la humanidad por un fenómeno poco explicitado: la capacidad innata de odiar.

Argumentó que el ser humano es el único animal capaz de sentir envidia, el animal solitario que experimenta un extraño goce por la desgracia ajena. En un ensayo poco leído por la academia latinoamericana [“On the pleasure of Hating” (1826)][6], expresó con un gesto sublime: “¡Qué extraña criatura es el ser humano! No contento con hacer todo lo posible por molestar y herir a sus pares, el maniático intolerante lo lleva a la más alta cima de la teología para arrojarlo al enorme abismo de fuego de la penitencia.”[7]

Exactamente, el ser humano parece que disfruta de la maldad y de las consecuencias que puede acarrear la misma, no entiendo qué tipo de sociedad estamos implantando, hasta los mismos animales sienten compasión por el prójimo. Asimismo, muchos medios de comunicación se han encargado de estigmatizar a los jóvenes pobres y ahondan en lo más profundo de los prejuicios racistas de la sociedad para ponerles un nombre a estas personas y grupos sociales que tienen ciertas características físicas y que provienen de ciertos espacios o lugares olvidados por el estado.

Algunas zonas donde la miseria es notoria pasan a ser lugares estigmatizados por los medios de comunicación y la sociedad misma. Las zonas de marginación serán objeto para mostrar que las personas pobres son peligrosas, violentas y criminales, para que así los prejuicios y estigmas hacia esas zonas sean conformados por la sociedad.[8]

Se ha podido evidenciar en nuestra realidad que los insultos hacia los menos favorecidos no solo son de manera verbal sino que también los mismos son proliferados por las redes sociales como Facebook, TikTok y grupos de WhatsApp ya que vivimos en una era donde reina la era digital y los equipos electrónicos, e incluso puede evidenciarse que los medios de comunicación subestiman a los mismos generando aún más resentimiento entre la población, entonces ¿Quiénes reprochan a estos medios de comunicación?.

Si bien es cierto, en el año 2016 se suscribió un código de conducta con las plataformas de internet para la lucha contra el discurso de odio online; sin embargo, la realidad es que muchos cibernautas se mofan de ello, creyendo en su minúscula sensatez que lo que hacen está bien, procediendo a crear páginas de odio hacia los pobres en diversas redes proveyendo discursos racistas, lo más preocupante es que llegan a tener un significativo número de seguidores, usualmente de la clase más opulenta.

La televisión y otros medios de comunicación, con su poder de informar, subinformar y desinformar, permiten la creación de miedos y argumentos falaces hacia determinados individuos o grupos sociales a partir de la selectividad de ciertos delitos.[9] Los medios de radio y comunicación se han encargado de que la población siga estigmatizando al pobre, sin darse cuenta –o no quieren darse cuenta- que están generando una sociedad apartada donde se tiene dividida a la clase más rica y a los menos favorecidos, ya que es el pobre el que siempre delinque pero, y ¿qué hay de los ricos?, ¿acaso aquellos que llevan saco y corbata no tienen la capacidad de delinquir?.

El problema no es entonces de raza, de etnia ni tampoco de extranjería. El problema es de pobreza. Y lo más sensible en este caso es que hay muchos racistas y xenófobos, pero aporófobos, casi todos. Es el pobre, el áporos, el que molesta. Es la fobia hacia el pobre la que lleva a rechazar a las personas, a las razas y a aquellas etnias que habitualmente no tienen recursos y, por lo tanto, no pueden ofrecer nada.[10] Es un chip que nos ha implantado la sociedad, pero en la realidad uno puede darse cuenta que todos tenemos siempre algo que ofrecer y muchas veces los que menos tienen son los que más dan; tratemos siempre de apoyar al prójimo siendo hospitalarios.

3.1. Las neurociencias

El neurocientífico David Eagleman[11] refería que la gente prefiere a los que tienen su mismo aspecto y hablan como ellos[12]; partiendo todo de aquí ya que nuestro cerebro rechaza naturalmente todo lo que nos molesta, es decir, el rechazo de los extraños, rechazo de los que no aportan nada. Es aquí donde entran a tallar los indigentes, las personas sin hogar ya que es el necesitado el que queda fuera en un mundo donde todo fluye en el dar y recibir. Lo bueno de todo esto es que nuestro cerebro se deja influir socialmente debido a la gran plasticidad, ya que la construcción del mismo es biosocial, es decir, la capacidad congénita de relacionarnos con los demás.

Asimismo, abundan los partidos políticos que apuestan por el discurso xenófobo como seña de identidad y como incentivo para ganar votos. Y, desgraciadamente, les da buen resultado, sobre todo en épocas de crisis.[13] Quedando así claro que nuestro cerebro es xenófobo ya que rechazamos al foráneo que no piensa, vive o viste igual que nosotros y los políticos se aprovechan de ello para generar la aprobación de la población y se sientan protegidos de los foráneos.

Como ya lo mencioné anteriormente, los neurocientíficos Eagleman o Evers refieren que nuestro cerebro tiene un autointerés básico en la supervivencia y, por lo tanto, intentamos rodearnos de personas que nos son agradables, que son similares a nosotros, con quienes estamos a gusto, por eso nos gusta más quienes tienen nuestra misma lengua y fisionomía, ya que el diferente nos genera un cierto rechazo, llegando los mismos a la conclusión que nuestro cerebro es xenófobo[14].

Queda demostrado así que los seres humanos somos aporófobos, ya que esto tiene raíces cerebrales y también sociales, empero también es cierto que el mismo es moldeable. Así, nuestros pensamientos malos de resentimiento hacia un cierto colectivo pueden y deben modificarse trabajando en el respeto a la dignidad de las personas, a la igualdad de trato y la humanidad, debiendo comprometernos como sociedad a evitar los mismos; valores tan esenciales que nos inculcan desde el colegio e incluso dentro de nuestro mismo hogar. Sin ir muy lejos, cuando se tenía la errónea idea de que los venezolanos solo ingresaban al país para delinquir, cuando la verdad de la situación es que mucha de esa gente es trabajadora y genera crecimiento y aporte al país, así como mucha gente que emigra de la costa, sierra y selva hacia la capital o cualquier país. Queda claro que el cerebro es una máquina impresionante ya que va transformándose según la influencia social.

4. Los operadores de justicia

En los países democráticos, que se pronuncian a favor de la igualdad en dignidad de todos los seres humanos, reconocer los casos de xenofobia, racismo, homofobia y maltrato, y combatirlos, es ya una tarea que corresponde al derecho y a la policía, y es una tarea bien ardua.[15]

En nuestro país se va a tener que preparar y sobre todo capacitar bien a los servidores públicos como la policía nacional y los magistrados para poder reconocer cuando estemos ante un caso de discriminación por la condición social y económica de la persona y estos sean gestionados de manera eficiente con la celeridad e importancia que merecen, la vida de la persona no es juego; no puede haber democracia si no hay igualdad, esa es la clave.

En España se han dado un sinfín de casos donde las personas pobres son pábulos de burlas por parte de jóvenes, que los insultan, los humillan, hasta el punto de querer quemar a una indigente que dormía a la intemperie, así como esos casos, estoy segura que hay un montón a nivel mundial que esa gente desprotegida no denuncia por miedo a las represalias; cabe indicar que la mayoría de personas que cometen este tipo de delitos o actos racistas, discriminatorios son jóvenes entre 25 a 29 años.

5. Conclusiones

Estamos ante una sociedad moderna, los tiempos han cambiado y los niños y jóvenes cada vez están más lúcidos para darse cuenta cuando hieren al prójimo sean con actos o comentarios discriminatorios, por ello es importante trabajar desde el colegio y educándolos también en las universidades con cursos o talleres específicos sobre la discriminación y sus consecuencias, ya que es una realidad que se vive día a día y es realmente alarmante.

Hay que crear espacios o instituciones que fomenten la igualdad de condiciones a través de los medios de comunicación y las redes sociales. Hagamos una sociedad de bien para crecer como humanidad, somos animales racionales ya que buscamos la comunicación con los demás, enmarcadas en claves de respeto y comprensión eso nos humaniza interiormente ya que también sentimos, no hay que dejar de lado la empatía con el prójimo.

En nuestra legislación en el art. 323 del Código Penal sanciona la discriminación e incitación a la discriminación, en específico el nivel o la condición socioeconómica e incluso es una circunstancia de agravación de la pena, pero no basta con ello, ya que no resuelve para nada el problema si en nuestro interior y subconsciente no sacamos toda la maldad y el odio ante ese grupo desfavorables de individuos.


* Abogada por la Universidad Privada de Tacna. Maestrante en Derecho Penal por la Universidad Autónoma de Madrid.

[1] Díaz López, Juan Alberto. «Informe de delimitación conceptual en materia de delitos de odio». Madrid: Oberaxe, 2020. Disponible en http://bit.ly/3YhJCfY [consultado el 02 de febrero de 2023]

[2] Catedrática de Ética y Filosofía Política de la Universidad de Valencia y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, siendo la primera mujer que ingresó en esta Academia desde su fundación en 1857.

[3] Cortina, Adela. Aporofobia, el rechazo al pobre. Un desafío para la democracia. Primera edición. Madrid: Paidós, 2017, p. 24.

[4] Ibid., p. 25.

[5] Fue un escrito inglés célebre por sus ensayos humanísticos y por sus críticas literarias. Se le ha considerado como el crítico literario inglés más importante tras Samuel Johnson.

[6] Hazlitt. William. El placer de odiar. Santiago de Chile: Ediciones Bastante, 2018, p.21.

[7] Nava, Alejandro. Populismo punitivo. Crítica del discurso penal moderno. Primera edición. México: Inacipe, 2021, p. IX.

[8] Ibid., pp. 40-41.

[9] Ibid., p. 33.

[10] Cortina, Adela. Op. cit., p. 21.

[11] Neurocientífico, autor y comunicador científico estadounidense. Enseña neurociencia en la Universidad de Stanford y es director ejecutivo y cofundador de Neosensory, una empresa que desarrolla dispositivos para la sustitución sensorial.

[12] Ibid., p. 73.

[13] Ibid., p. 19.

[14] Adela Cortina Orts. «Aporofobia, el miedo a las personas pobres». En YT [En línea]: http://bit.ly/3RslIfg [Consulta: 02 de febrero de 2023].

[15] Cortina, Adela. Op. cit., p. 19.

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