El mítico decano de Derecho USMP que creyó en mí: Rubén Darío Sanabria Ortiz

Soy el profesor más joven en enseñar derecho en la USMP. Empecé con ciencia política y he terminado enseñando derecho penal y litigación oral. Esos son los logros que valen más para mí y no los ceros de mi cuenta corriente.

Pues bien, este logro tiene dos prenombres: Rubén Darío. Y dos apellidos: Sanabria Ortiz. El mítico decano de Derecho USMP. Creyó en mí. En mi potencial. Miró como miran los zorros viejos. Además, fue el presidente del jurado que me otorgó el título de abogado, por si fuera poco. Luego de colocarme la medalla, y los aplausos y flashes de rigor, pidió a mis papás que se acercaran a él: les dijo que tenían frente a sus ojos al próximo profesor de nuestra facultad. Al más joven, además. Luego me llevó para otro lado (uno donde solo estuviéramos los dos y nadie nos escuchara hablar) y me dijo que me puso 19 y no 20 de nota luego de mi examen de grado. Frente a mi mueca de molestia continuó, ahora con una pregunta, ¿sabes por qué tienes 19 y no 20? Le contesté que no. Y remató: porque 20 es sinónimo de perfección y perfecto solo es Dios. Nunca lo olvides. Luego vino el abrazo del viejo maestro.

¡Cómo pasa la vida!, ayer me llamaron y recibí la mala noticia de su partida. Por cierto, esto me hizo evocar cuando un día lejano lo llamé con ocasión de su cumpleaños. Lo llamé desde mi celular, recuerdo. Lo llamé a su teléfono fijo. Me contestó una señora y le dije: tendría la amabilidad de comunicarme con el doctor Rubén Sanabria, por favor… después de un momento (y luego de confirmar que podía atenderme) vino el doctor Sanabria a hablar conmigo. El diálogo, si mi memoria no conspira en mi contra, fue algo así:

– Maestro, ¿se acuerda de mí? Soy Benji.

– ¿Cómo no voy a recordarte, hijo?

– Feliz vida y feliz día, maestro, no imagina cómo me cambió la vida al permitirme enseñar en nuestra alma mater.

– Yo no hice nada, me contestó, solo te di la oportunidad y la merecías.

– No sabe lo que significó en mi vida. La docencia es otra de mis pasiones. No imagina cuánto le agradezco y cómo en mi vida siempre lo recordaré. Mis alumnos también le agradecen, por cierto.

– Hombre, no es nada, no creo merecer esas palabras.

– Así son los maestros. Creen no merecer nada pero lo valen todo.

El diálogo continuó, sin embargo, nunca más volví a hablar con él. Ese fue el último diálogo que sostuvimos.

Bueno, hoy que es tiempo de mudanza, y que cambia cuerpo por alma mi decano Rubén Darío Sanabria Ortiz, quiero que sepa que el profesor Benji Espinoza siempre lo recordará y el abogado Benji Espinoza siempre lo respetará pero lo más importante: el joven estudiante Benji Espinoza siempre lo querrá y, desde ayer, lo extrañará cada día más. Un día menos. Un día más. ¡Descansa en paz, maestro! Que la tierra te sea leve y tu obra, estoy seguro, te sobrevivirá.

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