El reconocido profesor Fernando de Trazegnies publicó en El Comercio una columna de opinión, intitulada «Toros, toreros y público» en la que narraba con gran satisfacción las corridas de toros programadas a propósito de la feria del Señor de los Milagros. Al mismo tiempo, criticó duramente a los «antitaurinos», tachándolos de incoherentes e ingenuos, a saber:
«Como es natural (aunque antipático), está la presencia de los antitaurinos, quienes gritan protestas sin fundamento y pintorescas frente a la entrada de Sol. Hace un año, al salir de la plaza, le pregunté a dos chicas y un viejo (como yo) que cargaban un cartel antitaurino: “¿Qué, y ustedes no comen carne?”. Y no me pudieron contestar. El problema radica en que el tema taurino se ha convertido en un tema político. ¿Quién protesta que a los toros se les destruya en una forma aparatosa en el camal para que todos los ambientalistas protestantes puedan comer un lomo con papas fritas? Matamos cada día inescrupulosamente gran cantidad de animales que no nos han hecho nada: moscas, gusanos, pulgas, pericotes, etc. Y ¿quién protesta por eso?
En cambio, la corrida de toros es una suerte de rito, en que todo está preparado en función de un acto especial, un acto humano-animal.
Lo que cuenta en la corrida de toros es ese enfrentamiento artístico entre el hombre y el toro. El toro está especialmente criado para atacar, para pelear. A diferencia del toro y la vaca usuales, que solo están listos para extraerles la leche o para convertirlos en lomo asado.
Si se eliminaran las corridas de toros –hecho absurdo e incoherente–, la especie animal de toros de lidia, como tal, desaparecería. Aquellos que quieren defender a los toros con carteles acabarían matándolos si se suprimen las corridas, porque esa raza ya no tendría lugar en el mundo actual.
La argumentación poco difundida sobre la supresión radical de ciertos animales debe ser estudiada con mucho cuidado. Sabemos que los “animales domésticos” (como el toro o la vaca) merecen ser muertos rudamente en el matadero. Francis Wolff, profesor de Filosofía de la Universidad de la Sorbona, en París, sostiene que el toro de lidia es una especie especial que no puede ser suprimida: eliminar al toro de lidia significaría suprimir una clase de animal, contrariamente a lo que promulgan los proteccionistas (ingenuos) de los animales.»
La columna del jurista motivó una interesante y saludable polémica. Roger Zavaleta Rodriguez, profesor de Argumentación Jurídica, contestó de manera contundente desde su cuenta personal de Facebook:
«O sea, según Trazegnies, para preservar que la “especie” de “toros de lidia” no se extinga, hay que seguir matándolos en las corridas de toros. Hay en esta argumentación una inconsistencia evidente: no se protege la supervivencia de una especie, matando a sus individuos. Además, hay una falacia, y allí vamos.
Imaginemos que hay una familia con 3, 4, 5, “n” generaciones de asesinos sanguinarios y en el seno de esa familia nace un bebé. ¿Podríamos afirmar que ese bebé está destinado a ser un asesino sanguinario?
Según la teoría que Cesare Lombroso desarrolló en el siglo XIX, habría muchas probabilidades. Sin embargo, hoy esa teoría solo es estudiada como una «curiosidad», pero ya nadie se atreve a defenderla. No hay una especie de bebés asesinos, como tampoco una de gallos de pelea o una de toros de lidia.
Someter a los toros al espectáculo de su muerte en una plaza con el regocijo de Trazegnies u otros como él, no crea una especie.
Seguro Trazegnies viviendo en la época del circo romano, con la autoridad de quien, desde su palco en Sol, ha presenciado por 60 años el “espectáculo”, habría dicho que es absurdo e incoherente eliminar las luchas a muerte entre los gladiadores, porque de lo contrario se extinguiría esa «raza».
Hay humanos, gallos y toros. También humanos que pretenden “justificar” sus perversiones en función de otros seres y, entonces, a los actores del circo los llaman gladiadores, gallos de pelea o toros de lidia, sublimando a los que van a matar. Pero eso no es un argumento, tal vez sí la explicación de alguna patología.»
Que continúe la polémica.