Siete obras maestras que abordan la eutanasia a través del cine

Decía Albert Camus, mutatis mutandis, que el suicidio es el único problema verdadero de la filosofía. Con ello, en realidad, el gran existencialista francés no hacía una apología de la autoeliminación. Más radical, José Saramago afirmaba, a propósito de la publicación de su novela Las intermitencias de la muerte, que no solo la eutanasia, sino incluso el suicidio son potestad intrínseca de la persona humana y que la muerte es solo «un problema más» dentro de los muchos que nos acosan a lo largo de la existencia[1]. «Si no nos muriéramos —declaraba el nobel portugués— ocurriría la vejez eterna», en una expresión que recuerda cierta página célebre de los Viajes de Gulliver de Jonathan Swift. Y es que «nadie —puntualiza Saramago, con referencia a las autoridades civiles y religiosas— puede decir no a la eutanasia».

Es verdad que la existencia nos impone sinsabores y adversidades que reclaman entereza y presencia de ánimo. Pero ¿qué ocurre cuando el devenir biológico de todo ser que nace se acerca a su final inevitable? No siempre, por desventura, la cancelación de ese proceso natural será una experiencia sosegada y libre de dolores corporales y psicológicos. ¿Qué ocurre, insistimos, cuando se ingresa en el tramo postrero de la última enfermedad y ya no cabe esperar recuperación ninguna? ¿Y qué decir de aquellas agonías que se dilatan, y aun son prolongadas por medios artificiales en un opinable ejercicio del juramento hipocrático?

Resulta incontrovertible que, en esas situaciones límite, la vida ha dejado ya de serlo. El derecho intenta responder a la aparente contradicción que surge entre la voluntad individual y la moral colectiva. De allí que, en las normativas contemporáneas que admiten la eutanasia, el acto de acabar con una vida humana por medios activos o pasivos sea despenalizado si (y solo si) se cuenta con el consentimiento inequívoco de la persona. Sin embargo, la eutanasia, en sus formas activa o pasiva, pero siempre consentida por el paciente, dista aún de ser una opción en la mayor parte del mundo. La eutanasia sigue siendo, jurídicamente, una excepción.

Homicidio piadoso, muerte liberadora, suicidio asistido, móvil caritativo, testamento de vida, muerte digna… Relumbra en esas figuras jurídicas el verdadero contenido de la frase de Camus. El tema acaso ha sido visitado con mayor calado en las obras de ficción, antes que en la aridez de los trabajos teóricos. O, como anotó un afamado penalista: «La psicología de los hombres será siempre más asequible para los literatos, de fina sensibilidad, que para los técnicos, de limitado horizonte». Esas líneas son Luis Jiménez de Asúa, quien —por cierto— fue un técnico de la más fina sensibilidad[2].

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El cine ha sido relativamente parco en abordar el tema de la eutanasia. Quizá la censura y la autorregulación expliquen en parte esa parquedad. Aceptemos, a priori, que el asunto es proclive a la facilidad de juicio y a los desbordes del sentimentalismo y de la truculencia. Venturosamente, la tradición fílmica, corta pero respetable, desmiente tal presunción. Priman el acercamiento respetuoso, dramático a veces, controversial casi siempre. Cintas alusivas, como Mar adentro de Amenábar (historia de un suicidio asistido) o Million Dollar Baby de Eastwood (crónica de un homicidio por piedad) viven en el recuerdo de todos. Como también el imparcial retrato de Jack Kevorkian en el telefilme You Don’t Know Jack (2010) de Barry Levinson, con actuación antológica de Al Pacino.

A continuación, presentamos siete filmes en los que se abordan situaciones de eutanasia y de suicidio asistido. Como es previsible (y necesario), tres son dramas, admirables en su severidad y circunspección. Los cuatro restantes, por su enfoque, son inesperados en la filmografía sobre la materia.

1.- Johnny tomó su fusil (1971) de Dalton Trumbo

La Primera Guerra Mundial fue pródiga en situaciones particularmente cruentas. En ese escenario, el soldado Joe Bonham es alcanzado por la artillería enemiga y, como consecuencia, pierde sus cuatro extremidades, a más de quedar sin ojos, sin oídos, sin boca y sin nariz. Ha quedado reducido a un torso viviente dotado de conciencia y discernimiento. El infortunado combatiente —o lo que queda de él— yace en un hospital militar, donde es mantenido con vida a través de tratamiento asistido.

Prisionero de su propio cuerpo, Bonham ejecuta movimientos de cabeza en clave Morse y, desde su lecho, pide ser expuesto en una urna, como espeluznante testimonio de la insania de la guerra. Al serle negada esa extraña solicitud, el soldado clama por la muerte liberadora. A lo largo del filme, la narración objetiva se entrelaza con escenas oníricas y el recuerdo de una dicha perdida para siempre.

Escrita y dirigida por Dalton Trumbo, Johnny Got His Gun (color – blanco/negro, 111’) es un filme antibelicista, pero también constituye un poderoso alegato a favor de la eutanasia. El cuerpo mutilado de Joe Bonham no es ya Joe Bonham, sino una prisión que encierra lo único que sigue intacto en él, vale decir, su mente, su razón, su discernimiento. La secuencia final, en la que demanda telegráficamente el cumplimiento de su voluntad postrera, ilustra con creces la presencia del principal elemento jurídico configurador de la eutanasia: el consentimiento del sujeto pasivo.

2.- Las invasiones bárbaras (2003) de Denys Arcand

Rémy, un historiador cincuentón, mujeriego y aficionado a los placeres de la buena vida, es diagnosticado de cáncer terminal. Tras un breve momento de negación, decide afrontar el asunto con buen humor y, si es posible, reconciliarse con su hijo Sébastien. Este, por su parte, considera que la mejor manera de asegurar la calidad de vida de su padre moribundo es retirarlo del hospital, hacerse con una cantidad ilegal de heroína y, sobre todo, reunir a las viejas amistades de Rémy, lo que no excluye convocar a sus muchas amantes pasadas.

Instalado en su casa de campo, y alejado de médicos y enfermeras, el historiador, sus amigos y sus antiguos amores pasan las tardes en exquisitas tertulias intelectuales y eruditas. No faltan el vino y los manjares. La enfermedad sigue su rápido curso: pronto, Rémy es incapaz de deglutir los alimentos; la alegre comparsa entiende que ha llegado el momento de actuar.

Les invasions barbares (2003, 99’) es un entrañable filme del realizador francocanadiense Denys Arcand. Acaso la eutanasia no haya sido tratada de modo más risueño y menos solemne que en esta cinta narrada en clave de comedia. Las invasiones bárbaras fue estrenada con éxito en el Festival de Cannes y obtuvo el Oscar a Mejor Película Extranjera en el año 2004. Agreguemos que el personaje de Nathalie (Marie-Josée Croze), la drogodependiente amiga de Rémy, es uno de los más amables «ángeles de la muerte» que pueda ofrecer el cine contemporáneo. Agreguemos también que Las invasiones bárbaras es la pieza central del tríptico fílmico constituido además por El declive del imperio americano (1986) y La edad de la ignorancia (2007).

3.- La niebla (2007) de Frank Darabont

Suele aducirse en contra de la eutanasia el argumento de que podría aplicarse en situaciones erróneamente irreversibles. Una enfermedad incurable y muy dolorosa podría, eventualmente, evolucionar hacia la recuperación; una muerte segura puede, en algún caso, no serlo tanto. Las posibilidades dramáticas de ese argumento adverso al homicidio piadoso son exploradas de manera originalísima en The Mist (125’) de Frank Darabont.

Una tormenta se desata y cesa casi de inmediato, dejando a una pequeña localidad estadounidense envuelta en una niebla impenetrable. Pronto, los lugareños se aperciben de la amenaza de criaturas extrañas y letales que se esconden tras el velo nebuloso. No las vemos, salvo cuando es demasiado tarde y han cobrado víctimas que sufren horribles muertes. Primero se trata de artrópodos velocísimos como arañas; luego entendemos que un ente descomunal —del que solo alcanzamos a ver un enorme tentáculo— es el causante de la neblina. La criatura tiene cautivos a los habitantes y ninguna esperanza es posible.

Un grupo de sobrevivientes, en el reducto de un supermercado, se atiene a lo inevitable. David Drayton, el héroe del filme, intenta un recurso último: proveerse de un arma y escapar del establecimiento en automóvil, llevando consigo a su hijo de cinco años, a una mujer y a una pareja de ancianos decididos a arriesgarse. Emprenden la huida hasta que el combustible se agota. Desguarnecidos y atrapados por la niebla en mitad de la carretera, los ocupantes del coche vislumbran a la criatura enorme y saben que nada más pueden hacer. Nada, excepto propinarse una muerte piadosa. Desolado, Drayton empuña el revólver y descarga contra su hijo dormido, contra la mujer y contra los ancianos. Advierte que falta una bala para él, mientras la criatura parece verse en medio de la bruma, en el horizonte. El final es trágico e inesperado.

The Mist (126’) es una adaptación de la homónima novela corta de Stephen King. En tanto filme apocalíptico y de «catástrofes», La niebla sobresale nítidamente del común. Se trata de una cinta límpida (virtud rara en el género) y dotada de una tensión narrativa implacable. Como en Alien, el octavo pasajero (1979) de Ridley Scott o en el admirable Cloverfield (2008) de Matt Reeves, en La niebla de Darabont la criatura es apenas mostrada. La práctica totalidad de la cinta se concentra en el espacio cerrado de un almacén, quizá en homenaje a una cinta célebre de George Romero.

Anotemos, al calce, que Frank Darabont ha realizado otro filme jurídicamente relevante y basado también en una novela de Stephen King. Nos referimos, por supuesto, a La milla verde (1999), conmovedora cinta enfocada en los inesperados entretelones de la aplicación de la pena capital en un presidio estadounidense.

4.- Amour (2012) de Michael Haneke

Emmanuelle Riva y Jean-Louis Trintignant son los protagonistas de Amour (2012, 127’), intenso y absorbente filme del realizador austriaco Michael Haneke. La cinta, de una inusitada hondura psicológica, es un aporte mayor a la tradición fílmica sobre la eutanasia y el homicidio caritativo.

En la alta ancianidad, una vez extinguidos los fuegos de la juventud, el matrimonio suele derivar en un compañerismo gris y rutinario. Así es la existencia de Anne y Georges Laurent, dos maestros de piano, jubilados y octogenarios. La narración fluye en flashback. En un cómodo departamento, Anne y Georges sobrellevan el tramo postrero de una larga vida en común. Ambos se profesan un afecto más parecido a la amistad, o acaso a la cordialidad de dos vecinos. Ninguna urgencia económica seria los perturba. Ni los alienta.

Una mañana cualquiera, mientras tramitan el desayuno cotidiano, Anne queda súbitamente en silencio. Acaba de sufrir un accidente cerebro-vascular. Una intervención quirúrgica no hace sino empeorar su condición: ha quedado hemipléjica y confinada a una silla de ruedas. Ante la impotencia de su marido, el estado de la anciana se deteriora de manera rápida e irremisible. Georges opta por una solución, que renovará el amor hacía años extinguido.

La eutanasia, entendida como homicidio piadoso y extremo acto de caridad, es expuesta en este filme circunspecto y venturosamente limpio de patetismo y de ternura fuera de lugar. Contribuyen a este logro las descollantes actuaciones de Trintignant y Riva (en su último rol importante de su admirable carrera). Isabelle Huppert, como la hija de los Laurent, y el pianista Alexander Tharaud, como el antiguo pupilo de los ancianos, completan el elenco.

Anotemos que Amour de Haneke obtuvo el premio de la Academia a Mejor Película Extranjera. Fue postulada asimismo en las categorías de Mejor Película, Mejor Director, Mejor Actriz (Emmanuelle Riva) y Mejor Guion.

5.- R de «ruleta» (2014) de Marvin Kren

En el fondo de un sótano destartalado, tres individuos: un dandi, una muchacha y su novio juegan a la ruleta rusa. No se nos informa de lugar o época, pero sospechamos que estamos en Alemania. La indumentaria y cierta atmósfera decadente nos sugieren la década de 1920 o quizá los primeros años del Tercer Reich. El revólver solo tiene una bala y la fatídica ruleta empieza a girar. Entretanto, desde la escalerilla se advierte la cercanía de una presencia sobrenatural y decididamente malvada. El juego prosigue, con la tensión que cabe esperar. La presencia (nunca la vemos, pero la oímos) es inminente, y está cada vez más cerca. Advertimos que, en esta ruleta rusa singular, los participantes desean la bala salvadora y cada pistoletazo vacío es la promesa de una muerte aun peor. Hacia el final —que no revelaremos— uno de los jugadores ejerce la más rara forma de eutanasia. A los restantes solo les queda afrontar al monstruo.

R is for Roulette (blanco/negro, 4’35’’) es un corto del cineasta austriaco Marvin Kren. Forma parte de la antología fílmica intitulada ABCs of Death 2 (EE. UU., 2014) producida por Ant Timpson and Tim League.

6.- Yo antes de ti (2016) de Thea Sharrock

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7.- R de «ruleta» (2014) de Marvin Kren

Aquí el enlace:

Para leer:

https://presnolinera.files.wordpress.com/2014/01/el-derecho-constitucional-en-el-cine.pdf


[1] «Si no existiese la muerte, la humanidad no tendría futuro». Entrevista a José Saramago por Yolanda Vaccaro. El Comercio, domingo 13 de noviembre de 2005, p. A2.

[2] Jiménez de Asúa, Luis. Libertad de amar y derecho a morir. Ensayos de un criminalista sobre eugenesia y eutanasia. 6ª edición. Buenos Aires: Editorial Losada, 1946, p. 492.

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