El denominado movimiento Derecho y Literatura plantea que hay una relación muy estrecha entre ambas disciplinas. En efecto, ambos tienen como principal instrumento a la palabra, es decir, al lenguaje.
En el derecho es fundamental un correcto uso del lenguaje, ya sea en su vertiente oral o escrita. Los abogados tienen que interpretar o escribir normas, documentos, etc. Además tienen que debatir y recurrir a la oratoria. Por ello, el movimiento Derecho y Literatura propone que la formación de los estudiantes de derecho debe ser integrada con el estudio de los aspectos básicos de la literatura.
De hecho, son muchos los novelistas que han recurrido a temas jurídicos en sus obras. Así, hay novelas que tratan de la justicia, la ética o la moral. Una de estas novelas es Crimen y castigo de Fiodor Dostoievski, el gran escritor ruso.
Esta novela, que es considerada una de las obras cumbre no solo del idioma ruso sino de la literatura universal, tiene ya desde el título algunos aspectos propios del derecho. Dostoievski no era un hombre de leyes, sino más bien ingeniero de formación, pero ello no constituyó un óbice para que tratara algunos temas jurídicos o morales en sus obras.
Los hechos jurídicos más relevantes de la novela son los siguientes. El protagonista, Raskolnikov, es un joven de 23 años y estudiante de derecho, escribe un artículo que es publicado en un diario local en el que propone una justificación de crímenes cometidos bajo ciertas circunstancias. En dicho artículo (muy influenciado por Nietzsche y la idea del superhombre) afirma que hay hombres ordinarios y hombres extraordinarios. Los ordinarios son los que actúan acorde a las normas de la moral y la ley. Los extraordinarios son en cierta forma “seres superiores” a quienes sí les está permitido transgredir las normas.
Un claro ejemplo del superhombre de Nietzsche es Napoleón, cuyos actos tuvieron como consecuencia directa muchísimas muertes. Pero dado que, según Napoleón, el bien que se obtenía era mucho mayor que las muertes de todas esas personas, estaba justificado. Por ello, para Raskonikov, Napoleón merece ser glorificado en estatuas y diversas obras de arte. El protagonista en cierta forma se sentía un superhombre que tenía “derecho a cometer crímenes”.
Cerca del domicilio del protagonista vivía una mujer de 70 años que era una usurera. En la novela, esta anciana era “mala” porque se aprovechaba de la situación de necesidad de gente humilde. Raskolnikov se imaginó que si mataba a esta vieja, le haría un bien a la sociedad. Además, dada la avanzada edad de la anciana, se decía que moriría pronto. Por ello, un día fue al departamento de la vieja y la asesinó con un hacha. Como en el momento del crimen estaba la hermana de la anciana, también la ultimó. Regresó a su casa y la suerte estuvo de su lado, ya que al parecer no había dejado pistas. Pero su consciencia y diversas circunstancias hacen que al final de la novela él mismo vaya a la comisaria y confiese. Finalmente es sentenciado a prisión y trabajos forzosos por 8 años en Siberia.
Cabe destacar que esta novela suele ser tildada de psicológica por el profundo análisis de la personalidad de los personajes, de modo especial el análisis del protagonista. La rama del derecho que tiene a su cargo el estudio de los crímenes y, entre otros aspectos, la psicología de los criminales es la criminología.
Raskolnikov, luego de cometer el crimen, es presa de un ataque de nervios que le dura meses. Así, cada vez que el protagonista oye hablar del asesinato de la usurera, se pone muy nervioso hasta el punto de despertar sospechas. Esto se observa en gran medida, cuando es interrogado por el juez de instrucción. El juez de instrucción recurre a un método de interrogación que él mismo denomina “el método psicológico”. Según esta técnica, si uno le habla a un asesino acerca del crimen que cometió durante un largo período de tiempo, le hará cometer alguna torpeza (el interrogado dirá algo sin pensar o sus gestos revelarán alguna emoción sospechosa) que hará que se delate a sí mismo.
En la novela hay un pintor de paredes que no tiene ninguna responsabilidad respecto al crimen, pero es sometido de tal manera a este “método psicológico” que aunque no tiene nada que ver con el asesinato, él mismo se declara culpable. Esto da que pensar acerca de algunos métodos que pueden ser empleados en los interrogatorios, de modo que ya son una suerte de “lavado de cerebro” tal que podrían llegan a inducir la culpabilidad de un inocente. Estos hechos son contados en la novela con tal realismo, con un análisis tan profundo de los personajes, que realmente llevan a una reflexión acerca de la manera de cómo se realizan los interrogatorios en los procesos judiciales.
Acerca de esto, un juez de instrucción cuenta en un pasaje de la novela:
Sí, en nuestra práctica judicial se nos presentó un caso muy parecido, un caso morboso. Un hombre se acusó de un asesinato que no había cometido. Y no solo se declaró culpable, sino que refirió toda una historia, una alucinación de que había sido juguete, y su relato era tan verosímil, que tal manera parecía estar de acuerdo con los hechos, que no había contradicción posible. ¿Cómo explicarse aquello? Sin que fuera culpable, este individuo fue, en parte, causa de un asesinato. Cuando se enteró de que, a pesar suyo, había facilitado la obra del asesino, se sintió tan desolado que su razón se perturbó y llegó a creerse que él mismo había sido el asesino. El tribunal competente juzgó el hecho y llegó a descubrirse que el desgraciado era inocente. ¡Qué hubiera sido de este pobre diablo sin la prudencia del tribunal!
Por otra parte, estas novelas pueden contribuir a incrementar nuestra cultura jurídica, no solo en el aspecto doctrinal, sino también respecto a los casos. Aunque serían casos ficticios, pueden dar pie a interesantes reflexiones jurídicas. Por ejemplo, en la novela hay un pasaje en que un borracho es atropellado por un carruaje y muere a los pocos minutos. ¿De quién es la responsabilidad? Del chofer del carruaje, uno podría pensar casi automáticamente. Pero hay que tener en cuenta que no necesariamente va a ser únicamente la responsabilidad del chofer, también puede ser, al menos en parte, la culpa del peatón o de algún otro agente. Y para pensar en estas posibilidades, el caso expuesto en la novela cae como de molde.
Así, cuando este borracho fallece, como tiene esposa e hijos que mantener, la viuda entra en un estado de absoluta desesperación pues son personas muy humildes. Pero uno de los vecinos intenta consolarla diciéndole que dado que su esposo fue atropellado y murió como consecuencia de ello, ella tiene derecho a una indemnización. Se basa en la norma del derecho civil que prescribe que si alguien causa daño a otro, ya sea por dolo o por culpa, debe indemnizarlo. El vecino tratando de mitigar su pena le dice: “Los que involuntariamente la han privado de su sostén le ofrecerán quizá alguna indemnización para reparar al menos el perjuicio material…”. Pero la misma esposa se da cuenta de que estando su esposo en estado de ebriedad, es decir, carecía de capacidad y discernimiento para conducirse bien por sí mismo a pie, la culpa del accidente sería de su esposo, no del chofer. De este modo la esposa del fallecido le contesta: “¡Usted no comprende! –gritó en tono irritado Katherine Ivanov–. ¡Cómo me van a indemnizar! ¡Él mismo ha sido quien se arrojó debajo de las patas de los caballos estando borracho!”
Además, los abogados deben saber defender posiciones en los debates. Se me viene a la memoria la novela Billy Bud de Herman Melville, el mismo que escribió Moby Dick. Esta novela también trata algunos asuntos jurídicos y en una parte el autor dice algo que me pareció muy interesante. Explica que si uno ve un arcoiris hay partes en las que es muy fácil distinguir el color amarillo del verde. Pero en el arcoiris también hay partes entre el amarillo y el verde en el que uno no está tan seguro de clasificarlo estrictamente como amarillo o verde. Dice el autor que eso es justamente lo que hacen los abogados, defender que esas “zonas grises” o “situaciones debatibles”, sean o amarillas o verdes según la parte a quien defiendan.
Traigo a colación esto porque en la novela de Dostoievski también se menciona este asunto sobre los abogados. En una parte de la historia, un personaje que es abogado escribe una carta con la clara intención de desprestigiar a Raskolnikov. Es decir, hechos que son discutibles son relatados de tal modo en esta carta que inducen a creer que Raskolnikov actuó con mala intención, cuando en realidad no fue así. En realidad, Raskolnikov actuó de un modo muy ético. Como dice el mismo Raskolnikov:
Por otra parte, tengo que desencantarte un poco: En esa carta hay una calumnia contra mí, y bastante vil. Yo le di ayer dinero a una viuda tísica y agobiada por la desgracia, no como él dice ‘con el pretexto de pagar los funerales’, sino precisamente para los funerales, y esa cantidad se la entregué a la misma viuda y no a la hija del difunto, esa muchacha de ‘mala conducta’, como él dice y que, por otra parte, la vi ayer por vez primera en mi vida. En todo esto yo no descubro más que deseo de rebajarme e indisponerme ante vosotras. En eso emplea también el estilo jurídico, es decir, que expone su objeto con toda claridad y lo persigue sin adornarlo con forma alguna.
En otra parte de la historia se trata de una discusión acerca de un dilema moral. Es importante tener presente que en estos dilemas, generalmente no hay una “respuesta correcta”. Por ejemplo, ¿es “mejor” o “más acertado” el iusnaturalismo o el positivismo? No hay respuesta correcta, hay posiciones mejor o peor argumentadas. Hay teorías que “resuelven” mejor un caso concreto, pero no todos los casos son de esa índole. Y es crucial tener esto bien presente en el derecho, que no es como la matemática donde –salvo ciertas ramas– sí hay una respuesta exacta y correcta. Esta idea se menciona en la novela cuando un personaje pregunta acerca de la discusión del dilema: “`Y qué, ¿resultó interesante la velada? Los dejé a ustedes en el momento mejor. ¿De quién fue la victoria por fin?’. Y el otro le contesta: De nadie, como era natural. Cada cual argumentó lo mejor que pudo en apoyo de sus viejas tesis».
Leer literatura también puede enriquecer nuestro conocimiento de otros sistemas jurídicos. Es decir, permite aprender un poco acerca de cómo es el derecho en otros países o cómo se resolvían los conflictos en el pasado. Por ejemplo, actualmente, en nuestro país no hay prisión por deudas. Pero al parecer esa no era la situación de la Rusia del siglo XIX. En una parte de la novela un personaje dice: “En aquella época, un griego de Niejin a quien le debía setenta mil rublos me hizo meter en la cárcel por deudas”. Y en otra parte de la historia, otro personaje dice: “En lo que a mí respecta, estoy firmemente convencido de que ese hombre terminará en la cárcel por deudas”. Hay que tener en cuenta que la novela es realista, es decir, trata acerca de hechos absolutamente verosímiles.
En conclusión, en conformidad con el movimiento Derecho y Literatura, la lectura de los clásicos de la literatura constituye un aporte valioso en la formación de los estudiantes de derecho y aun de los mismos abogados. En particular, la lectura de aquellas obras que tratan de temas relevantes para el derecho o la ética. He puesto en relieve algunos aspectos jurídicos de la novela Crimen y castigo de Dostoievski, de los cuales quizás el aspecto más importante sea la maestría con que el escritor ruso describe la psicología del protagonista de la obra. Esto puede constituir un aporte para el estudio de la psicología de algunos criminales.