Miguelina Acosta Cárdenas, la primera abogada «litigante» del Perú

Valga aclarar que el título de este post obedece a las reveladoras y hermosas palabras que su sobrino, Juan Acevedo, escribió en su cuenta de Facebook, y que ahora compartimos en este día tan importante.

A la emocionante historia de la cusqueña Trinidad María Enríquez, la primera «abogada» del Perú y América Latina, se suma otra no menos cautivadora: la aventura de una precursora de la abogacía, Miguelina Acosta Cárdenas.

Como se sabe, para hacerle honor a este día y darle el sentido que realmente le corresponde LP publicó el libro Trinidad María Enríquez. Una abogada en los Andes del jurista Carlos Ramos Núñez y el abogado Martín Baigorria Castillo.

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«Trinidad María Enríquez. Una abogada en los Andes»
«Trinidad María Enríquez. Una abogada en los Andes», que LP publicó.

El libro trata de la conmovedora historia de una ilustre cusqueña que dedica buena parte de su vida a luchar por convertirse en la primera abogada del Perú, en una época en que la mujer estaba confinada a los quehaceres del hogar. El texto reconstruye los argumentos que usaron las autoridades para negarle el acceso al foro después de haber seguido los estudios de derecho

A esta historia, como dijimos, le sigue esta otra que nos conmueve hasta los huesos: la historia de la moyobambina Miguelina Acosta de Cárdenas. Valga aclarar que el título de este post obedece a las reveladoras y hermosas palabras que su sobrino, Juan Acevedo, escribió en su cuenta de Facebook, y que ahora compartimos en este día tan importante.


No llegué a conocer a mi tía Miguelina Acosta Cárdenas (1887-1933). Era tía de mi mamá y su madrina de bautizo. De niño solo tenía un dato de ella: Fue la primera mujer abogada del Perú. Después leí que a esa frase se agregaba «litigante», o sea que hubo alguna abogada antes que ella, pero que no llegó a litigar. Eran tiempos en que algunas mujeres obtenían títulos profesionales, pero luego no ejercían, porque su padre o esposo consideraban que no debía trabajar (dentro del hogar no se consideraba trabajo). Ella sí salió a dar la pelea.

Había nacido en Moyobamba e, hija de padre cauchero, había ido a estudiar a Europa (Suiza), pero al volver no se le reconocieron sus estudios. Aquí se mezcla la memoria (o leyenda) familiar con la realidad. Me dijeron que vino abogada, después leí que le faltaban papeles, así que debió hacer sus estudios nuevamente ante las instituciones peruanas (desde Secundaria, en tiempos rápidos mediante exámenes).

Ahora sé que en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Políticas, obtuvo el Bachillerato en 1920 con la tesis «Nuestra institución del matrimonio rebaja la condición jurídica social de la mujer», y que pocos años después se doctoró con la tesis «Reformas necesarias del Código Civil Común peruano tendientes a hacer efectiva la igualdad civil y jurídica del hombre y la mujer».

¿Imaginan el bullying de la época contra una mujer porque se atrevía a estudiar una carrera «de hombres» y encima era de las primeras feministas? El feminismo de mi tía abuela estaba muy conectado con las luchas obreras, ella fue anarquista. Participó en una huelga de hambre, en el Callao, contra el alza de subsistencias. En 1919 luchó activamente por la Jornada Laboral de las 8 Horas.

En 1924, dio la conferencia inaugural en la Universidad Popular González Prada, en Jauja. Estuvo a favor de un sistema flexible de educación de los niños indígenas a través de lo que llamó «escuelas rurales ambulantes».

Amiga y compañera de Dora Meyer, intercedió sin embargo por Zulen, ante Dora, cuando esta se empecinó en una relación de pareja de la que el joven tusán quería salir (Basadre dixit).

Se comprometió también con la causa indígena. Colaboró en «Amauta» e hizo llegar algunas discrepancias a José Carlos Mariátegui, sobre el tema de la selva, cuando este elaboraba sus 7 ensayos. El Amauta reconoció: «(…) A este respecto es imposible no declararse de acuerdo con la doctora Acosta Cárdenas, a quien toca, sin duda, concurrir al esclarecimiento de la realidad peruana con un estudio completo de la sociología de Loreto.» Su preocupación por la educación de las mujeres obreras fue permanente, asesorando sus lecturas para que cultivaran su mente y se liberasen de varios yugos que les imponía el sistema.

Mi mamá guardaba una nota de cariño de su tía Miguelina, pero no llegó propiamente a conocerla, pues esta murió cuando ella tenía 10 años. Con todo, estaba orgullosa de su tía, como lo estoy yo al compartir estos datos con ustedes en el Día Internacional de la Mujer. ¡Felicidades y, lo justo, a seguir luchando por su realización personal y social!

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