A Mariano lo conocen por la prosa y a Melgar por la revolución. El arequipeño pasó a la historia como héroe de la Independencia y autor de bellos yaravíes, pero eso no es todo lo que le dio al mundo.
Algunos desconocen su paso por el derecho e incluso la ponen en duda. Es que hay lugares inexplorados dentro de su biografía y su época académica es uno de ellos, por lo que se ha alimentado de la imprecisión histórica.
Mariano, el estudiante sensible
Estamos ante un niño prodigio. Parece la exageración propia de un mito, pero Mariano Melgar a los tres años ya sabía leer y a los ocho años hablaba el latín con naturalidad. Esto se vio reflejado mucho más adelante, cuando hizo la traducción oficial de Remedios amoris de Ovidio bajo el título de El arte de olvidar.
A los doce, el poeta se explayaba perfectamente en inglés y el italiano, lo que lo llevó a enamorarse de los grandes nombres del género. Este amor literario iba de la mano con una sensibilidad ajena a su contexto.
Hay testimonios de sus familiares sobre los agudos y emotivos comentarios que hacia sobre la realidad de los indígenas que lo rodeaban, que eran su mayoría comerciantes y servidumbre. Una de esas frases fue una dirigida su progenitora:
«Nunca pida usted rebaja cuando compre algo a estos infelices, porque todo lo que tenemos y hasta el suelo que pisamos es de ellos«.
Nótese que el uso de de infelices no estaba cargado del desprecio que podríamos entender ahora y no ignoremos su precoz capacidad de análisis. Una característica que en septiembre de 1807 lo llevó al Seminario Conciliar de San Jerónimo para estudiar Filosofía y Teología.
Melgar y el derecho
Algunos historiadores ponen en duda que el poeta haya pasado por el derecho, pero hay fuentes cercanas que confirman que el arequipeño siempre sintió un fuerte interés por esta materia.
José Fabio Melgar, hermano del personaje, da fe del viaje a Lima que realizó Mariano para estudiar esta carrera. Un trayecto que estuvo cargado de la poesía que encontraba en todo y, en este caso, la detectó en el mar que lo acompañó en su ruta hacia la justicia. De aquí nace Al Mar, texto que pertenece a Poesías Completas.
Mariano llegó a la capital para graduarse en Derecho Civil y Canónico en la Universidad de San Marcos. Se llegó a incorporar al Colegio de Abogados de Lima, aunque no tardó mucho en volver a Arequipa. Se fue de la Ciudad de los Reyes con una huella de su estadía, que coincidió con las manifestaciones a favor de la Independencia.
Melgar nunca abandonó el derecho porque se abrazó de la justicia y la libertad en su lucha patriótica. Usó sus conocimientos sanmarquinos con la misma destreza con la que usaba las armas de guerra que lo volvieron un teniente de artillería. Fue auditor de guerra, imponiendo el orden y condenando la traición, que podía traducirse como cobardía.
El legado arequipeño
Y al final de sus días y al concluir este texto, entendemos el verdadero legado de literato. Nos dejó, por ejemplo, una gran frase para enfrentar la muerte, cuando los realistas le ofrecieron una venda para sus ojos al momento de fusilarlo:
“¡Cubran sus ojos ustedes, porque serán quienes necesiten misericordia, pues América será libre en menos de diez años!”
Nos regaló la masificación de las yaravíes y las mejores manifestaciones de amor, todas dedicadas a la inmortal Silvia. Inspiró a escribidores, a equipos de futbol y a escolares de los tantos colegios que llevan su nombre. Y, en el contexto de LP, le concedió a los profesionales del derecho la posibilidad de decirle «colega» a un grande.
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