El abogado Benji Espinoza Ramos ha dejado de ser una joven promesa para el litigio peruano. Hoy es una vibrante realidad, nos guste o no su estilo. A punta de esfuerzo se ha convertido en uno de los más destacados litigantes del país en materia penal. Para nosotros, que lo vemos en sendas audiencias y aprendemos con cada una de sus intervenciones, siempre ha sido un gusto compartir sus vídeos. Y no solo porque a nosotros nos place, sino porque nuestros seguidores nos piden que los mantengamos al tanto con todas sus defensas.
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Para quien mira desde afuera una audiencia es fácil opinar. Todos somos generales después de la batalla. Decir que esto se pudo hacer de esta manera, que lo otro debió llevarse a cabo de otra forma, que el abogado debió decir tal cosa, que el juez debió ordenar esto otro, en fin, es sencillo. Lo difícil está en la cancha, no en la tribuna. Una cosa es con guitarra y otra con cajón. Por eso, a los que estamos afuera, solo nos queda mirar, si bien con espíritu crítico, siempre sin soberbia. La humildad es la mejor consejera, y si algún juicio haremos en esta nota será teniendo en cuenta que del dicho al hecho, hay mucho trecho.
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Durante mucho tiempo, sobre todo con el viejo modelo, hemos estado acostumbrados a ver a jueces soberbios que miraban levantando la quijada frente a los demás, comenzando por el imputado. Y ni se diga en casos donde el acusado era de condición muy humilde.
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Hoy eso se ve cada vez menos. Afortunadamente. No solo porque hay jueces que han comprendido que no son seres superiores, que son ciudadanos a los que se les ha dado el poder de hacer respetar la dignidad de las personas; sino porque hay abogados que, con talento y pasión, han aprendido a detener cualquiera de sus arbitrariedades.
En esta ocasión, tenemos al litigante por antonomasia en acción. Ahí está, en el escenario, defendiendo con pasión a su cliente, desplegando sus recursos orales con eso que los buenos litigantes, el temperamento.
El letrado pretende usar una metáfora. Quiere demostrar que la fiscalía está pidiendo que las cosas sean al revés: que llueva para arriba, que las cosas “caigan” para arriba. Un despropósito para la naturaleza. Pero no solo quiere decirlo. Quiere asegurarse de que la figura sea evidente. En el fragor del alegato, toca un archivador que está sobre la mesa, lo empuja levemente hasta el borde y lo deja caer. El aterrizaje suena…
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Abogado Benji Espinoza Ramos: Señor magistrado, director de la fase principal del proceso común, este caso podría resumirse muy bien de la siguiente manera. Nos encontramos frente a una acusación fiscal absurda por ilógica. Si este no fuera un tribunal de justicia, sino un tribunal de física, vería usted, señor magistrado, como voy a representar la causa que nos convoca en este caso. La fiscalía pretende, si fuera, ojo, un tribunal de física, que llueva para arriba o que si yo tiro esto…
En este momento el abogado deja caer el archivador al suelo, luego de lo cual el juez reacciona y se produce la discusión.
Juez Gino Paolo Delzo Livias: A ver, señor abogado, tranquilícese por favor, no estamos en un circo.
Abogado: Disculpe, es mi técnica de litigación.
Juez: No le voy a permitir, porque el Código a mí me establece facultades para orientar el alegato de las partes.
Abogado: ¿Le estoy faltando el respeto?
Juez: Me está tumbando las cosas, señor abogado. A ver, vamos vamos a limitar. ¿Usted va a mantenerse en su posición? Sino voy a tener que interponer mis facultades.
Abogado: Con mucho gusto. Si eso a usted le puede ofender…
Juez: No, acá yo no le voy a permitir que usted tire cosas señor abogado, qué es eso.
Abogado: Entonces, ¿me va a permitir hablar? Si es que le ha ofendido le pido las disculpas del caso porque usted es el señor juez y yo le debo respeto. Simplemente, si no le parece la técnica, entonces…
El recurso era válido, hasta recomendable, aunque con un matiz: el abogado pudo tomar un lapicero y dejarlo caer, como ha sugerido otro colega que vio el vídeo. Seguramente. Pero el abogado tomó un archivador que al caer al piso hizo más ruido que el que ocasionaría la precipitación de un lapicero. Acto seguido, inmediatamente, el juez detuvo el alegato del letrado.
¿Hizo bien el juez en interrumpir al abogado? Quizá debió intervenir para indicar que el abogado controle este tipo de ademanes. Pero creemos, con todo respeto, que el tono de la voz pudo ser más amable y que las palabras pudieron ser mejores que las que utilizó el magistrado. La molesta intervención del juez, como cuando el padre quiere llamarle la atención al hijo, antes que apagar la llama, la avivó más. Hizo falta la moderación y prudencia que se espera de un juez. El asunto, en realidad, no era para tanto, no daba para tanto.
«A ver, señor abogado, tranquilícese por favor, no estamos en un circo».
¿Era necesario «aclarar» que no estábamos en un circo? No. Esa aclaración era innecesaria, era hasta provocadora. Bastaba una indicación, creemos, para que el abogado dosifique ese tipo de recursos. Con eso bastaba. Del abogado uno espera temperamento, pero del juez esperamos moderación, tacto, cautela, tino.
¿El resultado? Se produjo un pequeño fuego cruzado. No es la primera vez que el magistrado se ve envuelto en una discusión así. Hace unos días compartimos otra discusión que el mismo juez sostuvo con un abogado que le cuestionó por pretender interrogar a la acusada. Pueden ver el vídeo haciendo clic aquí. El asunto pudo terminar rápido, pero los ánimos del juez ya estaban caldeados como para que las cosas quedaran ahí. Veamos.
Juez: Entonces, ¿me va a dejar hablar? Voy a poner en consideración de la parte de que yo no acepto ninguna técnica. Además, no sé de dónde habría aprendido una técnica usted de tirar las cosas frente a un despacho. Eso es una falta de respeto.
Abogado: No tengo que aprender de otros…
Juez: Entonces, ¿usted va a mantenerse en esa línea?
Abogado: No señor magistrado, yo le debo respeto, yo le debo respeto. Como usted me debe respeto a mí, yo le debo respeto a usted. Si a usted no le parece cambio, no hay ningún problema…
Juez: Por eso le voy a orientar a usted que adecue su alegato al respeto de los presentes. No solamente de su patrocinado, sino además a las personas que están presentes aquí.
Abogado: Con mucho gusto, señor magistrado. Le reitero mis disculpas si es que le ha parecido ofensivo. No es intención de la defensa afectar su majestad ni la de mis colegas del Ministerio Público, procurador y defensa.
Juez: No solamente por mí, yo estoy hablando por todos en general.
Abogado: Por todos entonces.
En este punto debió terminar la discusión, porque el abogado pidió las disculpas del caso. Y no una vez, sino varias veces. Sin embargo, el juez insistió en escarbar un asunto que ya debió terminar. Si luego de pedir disculpas, el juez insiste en recordar el exceso, ya no hay ánimo de corregir, sino ánimo de mandar. Y frente a una circunstnacia difícil como esa solo queda la sumisión o el temperamento. El abogado lo sabe.
Juez: Entonces usted no tire las cosas ni nada por el estilo, eso no es una técnica de litigación.
Abogado: ¿Usted define qué es una técnica de litigación?
Juez: En este juzgado sí. Yo voy a definir cuál es la técnica que van a usar.
Abogado: Con muchísimo respeto, yo soy abogado y también tengo mi estrategia.
Juez: ¿Y usted así alega tirando las cosas, señor abogado?
Abogado: Pero ya le pedí disculpas por eso.
Juez: Pero usted me dice que va a persistir en esa técnica.
Abogado: ¿Quién ha dicho eso?
Juez: Baje la voz señor abogado.
Abogado: Usted es director, pero no dictador del juicio.
Juez: ¿Perdón?
Abogado: Usted es director, pero no dictador del juicio.
Juez: ¿El acusado Villarreal? Párese por favor. ¿Usted va a reafirmar su defensa en el señor abogado?
Acusado: Ininteligible.
Juez: Ya, vamos a hacer un receso.
Este altercado, ciertamente, no desmerece la trayectoria del abogado, como tampoco la del juez. Se trata de dos profesionales a quienes debemos respeto y consideración. Pero el incidente sí nos permite, a los que miramos desde afuera, dialogar sobre los límites de la litigación oral en el nuevo modelo procesal penal, en la que todos estamos aprendiendo.
Nos quedamos con esta frase: «Si del abogado se espera temperamento (porque ese es su trabajo finalmente), del juez se espera moderación». Nadie es más que el juez, pero tampoco menos.
Con ese espíritu, compartimos con ustedes el vídeo. Está de más decirles que los insultos solo hablan mal de quien los profiere, no de quien los recibe.