Muchas veces las personas erróneamente temen dialogar, porque creen que como resultado van a contraer obligaciones. Desconocen que el Diálogo tiene dos características:
1. Informar a la otra persona, todo lo que siente en determinada situación, qué emociones le provoca y cómo lo percibe mentalmente.
2. Escuchar de la otra persona todo lo que ella siente en esa determinada situación y cómo la percibe mentalmente.
Como se aprecia, en el Diálogo ninguna persona le ofrece a la otra alguna solución, ni le implica compromiso alguno. Más bien, es solo una conversación completa que permitirá que ambas se conozcan más y puedan entenderse mejor. El Diálogo tiene como características fundamentales:
Expresar con transparencia, sinceridad, claridad y de manera completa, porque solo así logrará que la otra persona realmente la entienda y, sobre todo creará confianza. Si una persona oculta información o la da a medias, creará desconfianza y reacciones negativas o defensivas de la otra persona.
Escuchar Activamente, prestando completa atención al lenguaje verbal (palabras) y no verbal (gestos, tono de voz, etc.); solo así podrá entender realmente a la otra persona y además generará confianza al sentirse escuchada. Si una persona no escucha activamente, sino solo escucha las palabras, pero no el lenguaje no verbal, tendrá una información del 10% o menos; es decir estará completamente desinformada.
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Lamentablemente, en el mundo de hoy la personas no se escuchan, porque no les interesa alguien distinto a sí mismo. El avance tecnológico de los smartphones, por ejemplo, permite trasmitir información continua y velozmente, pero a la vez incomunica a las personas, pues estas no se interesan por la otra; y ello ocurre hasta cuando presencialmente están juntas. Esta incapacidad o desinterés por la comunicación, tiene como resultados individualismo, egoísmo, violencia y destrucción. No interesa lo que le pase a la otra si yo logro lo que quiero.
Felizmente existen instituciones como la Conciliación, que con el apoyo de un facilitador de la comunicación (Conciliador), trabaja para que se encuentren las personas. Para tal fin, al inicio de la Conciliación se practica el Diálogo para que las partes se conozcan y entiendan. Después en una segunda etapa, siempre utilizando el Diálogo, las partes presentarán posibles vías de solución. Finalmente, en una última etapa, las partes vía el Diálogo escogerán de mutuo acuerdo la mejor solución que satisfaga a ambas.
El éxito de la Conciliación no es el acuerdo, sino lograr que las personas hayan encontrado una vía de entendimiento que trasforme su relación, de manera tal que en esa oportunidad y en el futuro, manejen sus problemas de manera pacífica y eficiente.
El Diálogo, base de la Conciliación, no solo es importante para solucionar problemas o desacuerdos en materia familiar, económica, laboral, vecinal, etc., sino para aplicarlo en todas las actividades de la vida. Erróneamente se ha limitado la Conciliación a asuntos judiciales en esas materias, cuando la Conciliación puede aplicarse para facilitar la comunicación neutral e imparcial y la negociación colaborativa en muchos otros asuntos de la vida diaria tales como, por ejemplo:
– Destrabar proyectos de inversión que tanto necesita el país.
– Las partes acepten someterse a opinión de técnicos y profesionales expertos.
– Solucionar conflictos entre empresas, comunidades y el Estado (que también es parte aun cuando se considera mediador).
– Lograr mejor entendimiento entre los integrantes del Congreso.
– Lograr mejor entendimiento entre los poderes ejecutivo y legislativo.
– Facilitar que los partidos políticos puedan generar alianzas eficientes y efectivas para participar en las próximas elecciones.
– Que los niños aprendan desde la escuela como relacionarse.
Como se ve, el Diálogo y la Conciliación van juntas para lograr una relación más confiable, que genere paz y facilite el desarrollo del país.