En estos tiempos en los que la violencia es un signo, resulta bastante paradójico enarbolar banderas de paz, pero es motivo más que suficiente para disminuir los sonidos que emiten sus tambores y aunar esfuerzos contrarrestando las tendencias violentas, reforzando la concepción de que para lograr una cultura de paz es necesario educar para y por la paz.
Que su enseñanza y ejercicio no puede ni debe enmarcarse sólo dentro de las paredes del colegio, sino que debe proyectarse en todos los ámbitos de la colectividad para poder conseguir una cultura de paz, preparando a los jóvenes e integrando a los mayores en un comportamiento ético global pacífico en mejora de la calidad de vida.
Su concepto contrapuesto es la violencia, la forma más burda y primitiva del accionar o reaccionar humano. Para superarla se necesita tener educación, y más específicamente, poner en práctica los principios de la coeducación, que valora indistintamente las aptitudes, la experiencia y el aporte social del otro, en igualdad de condiciones, con la finalidad de conseguir el objetivo de construir una sociedad más justa y responsable, en la que sus ciudadanos sepan manejar situaciones difíciles e inciertas.
La cultura de paz es una actitud transformativa, necesaria, capaz de contrarrestar las tendencias violentas, posicionándose como una forma de ver, entender y vivir el mundo. La construcción de la paz empieza en la mente de cada uno de nosotros. Es esa idea que tenemos de conseguir un mundo nuevo. El respeto a los derechos humanos, la comprensión, la tolerancia, la amistad entre las naciones y los hombres son el fundamento de la obra de la paz. El ejercicio de la violencia será siempre el ejercicio del poder que impone siempre miedo. Frente a ello, tenemos que privilegiar empecinadamente las relaciones que obedezcan al amor y no al temor, la coexistencia pacífica entre todos, construir puentes de fraternidad allí donde no las hay y realizar todo lo que esté a nuestro alcance para que la sociedad pueda hacer frente a dichos desafíos.
La cultura de paz es una tarea educativa en todos los frentes en y para el conflicto, desenmascarando la violencia allí donde se encuentre, responsabilizándonos todos, movilizándonos y en especial cambiar, empezando por nosotros, en distinguir con claridad que conflicto no es violencia, sino que a la paz se llega, después de haber superado sanamente el conflicto. Para ello se requiere que se comprenda que los conflictos tienen la necesidad de ser transformados en experiencias gratas por las personas y comunidades, de forma positiva, innovadora y no violenta.
Este error de creer que el conflicto es negativo viene desde la niñez, aprendemos que es malo, pero no nos detenemos a pensar que el conflicto es bueno porque significa un cambio. Para lograr una cultura de paz debemos modificar nuestra percepción respecto al conflicto, que en realidad no es un cuco, y que lo que tenemos que hacer es manejar la forma de enfrentarlo comprendiendo que como todo en la vida, hay un lado positivo y otro negativo.
Es normal creer que el conflicto es una experiencia negativa, una ruptura del orden, pero tenemos que pensar que en realidad es una oportunidad brillante para hacer recuento de lo vivido, de examinar las fallas, los errores y enmendarlos, lograr caminos diferentes a los seguidos hasta ese momento, permitiendo nuevas opciones para actuar de formas no consideradas antes, que puedan dar paso a nuevas posibilidades para mejorar la relación entre las partes.
Lo más importante para superar los conflictos es reconocer que nos encontramos en una situación conflictiva, que no es una experiencia negativa, sino una oportunidad para mejorar. Y que los conflictos en nuestra vida siempre van a existir y que depende de nosotros dar salidas positivas para hallar la solución. La única forma de avanzar es construir. Seamos todos reales constructores de Paz.
[1] Abogada.