¿Cómo redactan sus investigaciones los juristas de hoy? El testimonio de un jurista peruano

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Y esta buena nueva llega desde Brasil, uno de los países más desarrollados académicamente en América Latina. José Nunes de Cerqueira Neto ha plasmado los avances del Proyecto «Como eu escrevo» en un sugestivo libro que lleva el mismo nombre: Como eu escrevo. Os bastidores de vida acadêmica. Entrevistas sobre o processo criativo de escritores e pesquisadores.

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Se trata de un ambicioso libro que reúne los testimonios, y en muchos casos diríamos las confesiones, de los más destacados juristas de hogaño a la hora de escribir sus investigaciones. A partir de diez preguntas abiertas, autores de la talla de Leonardo BoffCarlos Petit, Roberto GargarellaPaulo Ferreira da Cunha, Ricardo Marcelo Fonseca, Andrés Botero Bernal y muchos más, comparten con el lector sus intimidades intelectuales: hábitos, manías, rutinas, miedos, ansiedades e inquietudes a la hora de escribir.

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Así, el texto es una tentadora invitación a redactar la tesis de la mano de consagrados pesquisadores, como se llama en Brasil a los investigadores. Los testimonios sirven a muchos estudiosos que, no obstante el rigor con el que realizan sus pesquisas, tienen algunas dificultades en el proceso creativo de dar el difícil paso de redactar la investigación. Para que se hagan una idea del contenido del libro, aquí les ofrecemos algunos extractos.

Un interesante testimonio es el de Roberto Gargarella, profesor de derecho constitucional de la Universidad de Buenos Aires, quien tiene como «mandato de optimización», antes de escribir una línea, leer toda la crítica existente sobre el tema sobre el que va a escribir: «si voy a trabajar sobre la idea de la razón pública de John Rawls, leo no solo los textos pertinentes escritos por Rawls, sino que pruebo leer todos los comentarios críticos que recibió al respecto, antes de ponerme a escribir».

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Andrés Botero Bernal, destacado investigador de la Universidad Industrial de Santander, enriquece el libro con audaces consejos: «Son muchas las reglas que sugiero y que suelo aplicar, pero mencionaré solo algunas, las que considero muy relevantes. i) Solo escribir luego de haber consultado las fuentes, primarias y secundarias; es decir, primero se investiga, luego se hace un mapa de escritura (qué es lo que diré y cómo lo diré), y finalmente, se escribe. ii) Escribir con pocas cosas sobre el escritorio, salvo el mapa de escritura y alguna que otra fuente que sea requerida en ese momento. iii) Jugar con la música: hay música para activarse, hay otra para relajarse; saber escoger la música es tan importante, según el momento de escritura, como saber qué fuente usar para apoyar, en una cita bibliográfica, alguna idea que se escribe.

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Y como era de esperarse, las confesiones del jurista peruano Carlos Ramos Núñez, profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú, ocupan seis expectantes páginas del libro, en las que habla de su rutina diaria, de los horarios y fechas que mejor se le acomodan para escribir, de las investigaciones que ha realizado y de las que ha dejado en el tintero. Allí también podemos leer su testimonio sobre cómo transita de la investigación a la escritura y cómo lidia con los obstáculos de la redacción, como la postergación constante, el temor de no colmar las expectativas, la ansiedad de trabajar en proyectos largos y las veces que revisa sus textos.

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Sin duda, las experiencias que recoge el texto constituyen efectivos acicates para echarnos a la tarea de dejar la procastinación y escribir.

Con la autorización correspondiente, compartimos con ustedes el testimonio del doctor Carlos Ramos Núñez.

¿Cómo comienza su día? ¿Tiene algún tipo de rutina matinal?

Desde que era estudiante conservo una rutina matinal. Me levanto temprano, alrededor de las cuatro de la mañana. Como entonces inicio con la lectura de libros de lectura más densa relacionados de un modo u otro con la investigación que he emprendido. También escribo o tomo notas. Después de una breve caminata de treinta minutos y mientras desayuno reviso prensa extranjera como Der Spiegel, The Economist o Le Monde. Es un modo también de mantener viva la comprensión de lenguas extranjeras, esencial en nuestro oficio. Desde que asumí el cargo de magistrado del Tribunal Constitucional peruano ha decaído mi interés por los diarios nacionales. Su tensión política es extrema, como para empezar el día con su lectura. Pero aún así, a la vez que me desplazo a mi oficina reviso un resumen ya preparado de los diarios nacionales. No he llegado al punto del consejo que ofrecía el extinto Antonin Scalia: «La mejor utilidad que tiene el periódico, es la de envolver el pescado».

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¿En qué hora del día usted trabaja mejor? ¿Tiene algún tipo de ritual de preparación para escribir?

Definitivamente soy más productivo al despertarme, los fines de semana tengo la posibilidad de dedicar varias horas a escribir, entre tres y cuatro, siempre temprano. La primera hora es de calistenia intelectual como quien inicia los escarceos, me parece que la segunda y la tercera son más productivas y uno ingresa en materia. En la cuarta hora se inicia el agotamiento y es mejor dejar allí la redacción. En las noches leo novelas, por lo general históricas y veo series de Netflix. Antes de acostarme organizo el material de investigación que revisaré al día siguiente.

No podría, por ejemplo, leer un libro de Jürgen Habermas en la noche, pero sí, la novela HHhH de Laurent Binet, como lo hago ahora. Tampoco podría concentrarme en la elaboración de un libro o artículo si es que no me distraigo con una lectura ligera.

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Cuando me dedicaba enteramente a la docencia y la investigación podía aprovechar el día en labores de investigación, sobre todo labor de archivo. Ahora eso es muy difícil. Debo esperar mis vacaciones o los feriados largos. Por otro lado, la investigación no solo es concentración, también existe una buena dimensión de ella que descansa en la parte artesanal. La lectura pausada del texto, las notas a pie de página, la elaboración de la bibliografía es parte de esa rutina. Estoy convencido que el tema de investigación debe gustarnos. Es preciso que exista una relación de amor entre el tema y el estudioso. La investigación y sobre todo, su coronación, dependen no solo de la transpiración y el trabajo empeñoso, también reposan en la inspiración. Hay en ella una parte literaria, hasta poética diría.

¿Con qué frecuencia escribe? ¿Escribe un poco cada día o en períodos concentrados?

Diría que combino ambos sistemas. Esto depende de la urgencia del texto o del placer que me depare. Sin embargo, suelo emplear mis vacaciones para terminar la redacción de un libro. Creo que he aprendido a emplear mejor el tiempo. Desde que ejerzo como magistrado del Tribunal Constitucional del Perú, las horas de investigación en el terreno de la historia del Derecho se han contraído mucho. Mi formación era básicamente privatista. No obstante, he avistado un escenario nuevo, el Derecho público, el constitucional y, claro, por lo menos en el plano de mi especialidad, la historia del Derecho, se han abierto nuevos caminos y nuevos temas. En el 2015 publiqué el libro, Ley y justicia en el Oncenio de Leguía con casos de hábeas corpus que ponían a prueba la independencia de los jueces a lo largo de una dictadura. Ahora mismo estoy dedicado, en la medida que mi tiempo me permite, al estudio de la historia del jurado de imprenta en el Perú y su relación con la libertad de expresión.

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¿Tiene una meta diaria?

En otra época me imponía cuatro páginas. Eso ha cambiado ahora. Creo que mientras se lea algo de algún modo asociado a la pesquisa, se corrija o complete una referencia, se agregue  un pequeño dato hay una contribución acumulativa en ese producto que es un artículo o un libro. A veces también es necesario que la investigación descanse.

¿Cómo es su proceso de escritura? Después de recopilar notas suficientes ¿le resulta difícil comenzar?

Formulo un esquema general, un pequeño plan, una especie de índice preliminar con bastante anticipación. Por lo general, una investigación se deriva de otra. Hace unos años publiqué, La pluma y la Ley. Jueces y abogados en la narrativa peruana. De allí se desprendió un estudio sobre la novela El sueño del celta de Mario Vargas Llosa en torno a la figura del enganche, una modalidad de trabajo servil que se empleaba en la explotación del caucho y de otras actividades agrícolas, mineras, etc, en condiciones terribles para la población indígena. Yo ya había estudiado el enganche en mi Historia del Derecho civil. Ahora me gustaría hacer un estudio sobre los jueces que se enfrentaron a los poderosos barones del caucho en la selva amazónica en la época en que ese producto se hallaba en auge. Tengo las notas. Solo me falta la ocasión para redactar. Lo haré apenas acabe el estudio sobre el jurado de imprenta. Este a su vez me ha llevado también una historia sobre el debate en sede parlamentaria, académica y periodística de la instalación del jurado del crimen en el Perú, que ya tiene. Como ve, un tema lleva al otro. Creo que no son enteramente nuevos.

¿Cómo pasa de la investigación a la escritura?

Empiezo a redactar cuando tengo un material más o menos grande, no me animo a escribir en una etapa incipiente. Sigo un esquema tradicional, elección del tema, procesamiento de la información, luego la redacción del texto.

A mí me interesa mucho que el texto esté bien escrito, así se puede divulgar y entender mejor, hay una cuota de valor añadido, que el texto esté bien escrito; es común encontrar juristas que escriban mal, pero autores como Kelsen por ejemplo, escriben bien, pero suelen ser la excepción.

¿Cómo lidia con los obstáculos de la escritura, como la postergación constante, temor de no corresponder las expectativas y la ansiedad de trabajar en proyectos largos?

Ahora por ejemplo estoy trabajando con dos temas: el jurado criminal y el jurado de imprenta en el Perú, y bueno, me ha entusiasmado mucho el tema, lamentablemente, he dejado durante varios meses la elaboración del tomo VIII de mi libro Historia del Derecho civil peruano, que espero retomar. ¿Por qué razón? Creo que en gran medida por mí labor como juez, y el interés que me genera la historia constitucional. Yo espero que hacia el mes de octubre termine este proyecto y pueda retornar nuevamente al libro de historia.

La ansiedad no es la mejor consejera, tratándose de una investigación. Lo ideal es que uno esté tranquilo, las condiciones ideales para la investigación es evitar la ansiedad, la investigación es estar en el reino de la diversión, un recreo. Es el juez o de pronto el abogado litigante quien tiene que lidiar con la tensión, no el investigador.

¿Cuántas veces revisa sus textos antes de que sienta que estén listos? ¿Los comparte con otras personas antes de publicar?

Bueno, no tengo un número fijo pero por lo menos dos o tres veces, tampoco padezco de un perfeccionismo excesivo. Ahora, sí es cierto, le doy el texto a otras personas para que lo lean y vean el contenido, también para que examinen aspectos de carácter formal como la gramática o las fuentes.

¿Cómo se relaciona con la tecnología? ¿Escribe sus borradores a mano o en el computador?

Escribo en la computadora, pero no he dejado de hacer anotaciones en textos manuscritos, además suelo utilizar cuadernos en los que escribo información; para cada investigación hay un cuaderno distinto. En líneas generales, me llevo bien con la tecnología, pero aprecio mucho las técnicas tradicionales. Así, a mi modo de ver las fichas en cartulina son infinitamente útiles y superiores a las electrónicas o digitales. Son el mejor ejemplo de la subsistencia de una tecnología tradicional, insuperable, por ejemplo: el campesino preferirá el arado y no el tractor, tratándose de un terreno pequeño e inclinado.

¿De dónde vienen sus ideas? ¿Tiene algunos hábitos que le permiten mantener la creatividad?

Por un lado las lecturas, o hechos que han acontecido en el pasado, como la explotación de los indígenas o de otros grupos vulnerables. Las fuentes son distintas. La lectura es esencial y no solo la lectura de textos históricos. Para mí la literatura es también inspiradora, pero podría serlo también una película, una biografía. Touché, tocado de algún modo es la palabra. Nunca se sabe, pero está allí.

¿Qué podría decir que ha cambiado en su proceso de escritura en los últimos años?

Con el tiempo uno aprende más, no es lo mismo un investigador joven que un investigador experimentado, pero, el investigador joven tiene un aspecto interesante: la esperanza, la ilusión; que el investigador mayor que ha profesionalizado la investigación no tiene o no la tiene en la misma medad. El investigador joven enfrenta los retos de su investigación con mayor ingenuidad, en el buen sentido del término.

¿Qué se diría a sí mismo si pudiera volver a escribir su tesis?

Mi primera tesis era, hasta cierto punto, de derecho positivo, que se escribió el año 1894, poco después que se dictara en el Perú el Decreto Legislativo N° 052, que regulaba el funcionamiento del Ministerio Público, entonces yo era un joven practicante de un estudio que veía casos penales. Ese decreto legislativo dejaba la potestad de denunciar y de acusar al Ministerio Público, era un cambio muy grande respecto del protagonismo que tenía el Poder Judicial. Yo pensaba, y la tesis partía de esa hipótesis, que el Ministerio Público ejercía una función de carácter jurisdiccional, lo cual colisionaba con la Constitución. Bueno ha pasado el tiempo y nadie puede negar que el Ministerio Público ha cobrado mayor importancia y se ha fortalecido en ese papel jurisdiccional. En verdad, me hubiera gustado contar con más información, pero la falta de información no debe paralizar al tesista. He pensando tanto en este asunto, que publiqué un libro muy divulgado en el mundo hispano titulado, Cómo hacer una tesis de Derecho y no envejecer en el intento que cuenta con numerosas ediciones.

Hoy la enriquecería con un poco más de teoría; era una tesis que incluía temas de historia, constitucional y procesal, es una tesis todavía muy incipiente. Una tesis intelectualmente más madura que fue publicada sería Toribio Pacheco, jurista peruano del siglo XIX. El aliento de un maestro es crucial. En mi ciudad natal, Arequipa, donde estudié la Facultad tenía una visión extremadamente positivista. Habría sido difícil que se aceptara una tesis de historia del Derecho. Por el contrario, en Lima, mi maestro Fernando de Trazegnies Granda, auspiciaba estas investigaciones. Un profesor puede alentar o desalentar no solo un estudio, sino hasta una vocación.

¿Existe algún proyecto que le gustaría realizar pero que no ha podido comenzar? ¿Qué libro le gustaría leer que aún no existe?

Me gustaría hacer una historia del Derecho comparado tanto en el campo del Derecho público y privado en los siglos XIX y XX, que es mi área; he empezado a hacer algo en ese sentido sobre la historia del divorcio en América latina, pero estoy convencido que se requiere de un trabajo colectivo. Se echa de menos una suerte de Atlas de historia del Derecho de América Latina. Estamos muy separados entre sí, menos mal que esa malsana división está cambiando. Los proyectos son muchos, pero la vida y la salud son finitas. Otra tarea del jurista consiste en sembrar vocaciones y preparar aptitudes.

 

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