La burocracia será imposible el día que un burócrata se vuelva empático

Sumario: I. Introducción, II. La naturaleza burocrática, III. El deshumanizante y alienante sistema burocrático, IV. El inescrutable sistema burocrático, V. La burocracia crea la dificultad para vender la facilidad, VI. Resistencia al cambio, VII. Para el burócrata lo importante no es hacer justicia sino cómo lo hace, VIII. Bibliografía.


 I.- Introducción

Todos en algún momento hemos leído o si quiera escuchado algo sobre Franz Kafka, aquel escritor checo, cuyas obras más reconocidas se titularon El Proceso y La metamorfosis. La vida del creador de Josef K o Gregor Samsa quien solía acentuar en casi todas sus obras, temas como la alienación y deshumanización, estuvo marcada por una naturaleza enfermiza que lo llevó a visitar numerosos sanatorios y a fallecer muy joven a los cuarenta años a causa de una tuberculosis.

A pesar de que antes de morir Franz Kafka le pidió a su amigo y confidente el escritor Max Brod quemar absolutamente todos sus manuscritos, él lo desobedeció y se publicaron dos de sus obras que considero fundamentales para entender algo más del pensamiento de aquel autor de ascendencia judía, me refiero a: El Proceso y El Castillo, textos que reflejan algo que pocos han resaltado sobre Kafka. Su ideología antiburocrática.

A lo largo de estas obras Kafka demostró que el sistema burocrático tiende a deshumanizar a la persona, de tal manera que el burócrata desde la perspectiva de Kafka es un ser irreflexivo, irracional y carente de sentido común. Kafka no tiene problemas en admitir que un burócrata jamás podría ser empático porque inmediatamente dejaría de ser uno. Tampoco desaprovecha la oportunidad de revelarnos que el burócrata se caracteriza por encontrarse completamente automatizado y ajeno a la realidad.

Kafka no dudo en recordarnos que la burocracia es inaccesible, debido a la despersonalización que experimenta el burócrata que lo termina por volver un enajenado. Además, porque sus procedimientos se caracterizan por ser absurdamente complejos, ostentando un lenguaje particular que segrega. Kafka destaca con mayor rigurosidad la inaccesibilidad de la burocracia al relatarnos los padecimientos de Josef K en El Proceso quien jamás pudo enterarse de qué era culpable.

Además, en la misma obra debido a que las formas y modos de la burocracia escapaban a la razón, a los procesados no les quedaba otro consuelo que la superstición. Sobre este consuelo irracional Kafka hizo decir a uno de sus personajes, llamado Block, el comerciante en El Proceso, lo siguiente: Debe tener en cuenta que en esta clase de procedimientos se habla de muchas cosas para las que ya no es suficiente el sentido común, uno está extremadamente agotado y confuso, de manera que se cae en las supersticiones. De esta manera Kafka remarca las creencias descabelladas que ocasiona la irracionalidad del sistema burocrático en la gente.

Kafka reflejó otro de los grandes vicios de la burocracia, me refiero a la lentitud de sus procedimientos. Sobre el particular en su obra El Castillo dijo: Las decisiones de la administración son tímidas como jovencitas. En clara alusión a la extrema dilación de la burocracia para decidir o definir una situación.

Otro de los rasgos interesantes que destaca Kafka en las obras antes señaladas es que el sistema burocrático es totalmente ajeno a la moral, destacando que el burócrata al encontrarse absolutamente maniatado por los procedimientos que debe cumplir no distingue lo que es moralmente correcto de lo que no, algo que es indudable, si tomamos en consideración que nos encontramos con un funcionario público completamente automatizado.

En El Proceso y El Castillo Kafka resaltó que el sistema burocrático tiende a la corrupción, por ello no vaciló en recordarnos que la manera más certera de enfrentarse a este intrincado sistema burocrático es negociando con el burócrata, utilizando influencias o alguno que otro beneficio que convenza al burócrata de prestar su ayuda. Esto queda en evidencia cuando Josef K a través de su tío conoce a un abogado muy influyente y cercano al tribunal que lo estaba procesando. Lógicamente Josef K esperaba en virtud de las influencias de este abogado resolver sus problemas judiciales.

Por su parte, el agrimensor en la obra El Castillo no dudó en valerse de influencias para resolver sus problemas con la administración que en un principio parecía que lo había contratado para que realice trabajos de agrimensura, aunque posteriormente desistió de sus servicios sin comunicárselo, enervando así su permanencia laboral. El agrimensor era ambicioso e intentó valerse de diversas relaciones para recuperar su posición y escalar en la estructura jerárquica de la administración.

Kafka no fue ajeno a la tendencia del sistema burocrático al control absoluto, revelando su crítica a través de los diálogos que sostuvo Josef K con el pintor Titorelli en su obra El Proceso.  Titorelli sostenía que debía pintar a los jueces conforme a las indicaciones del tribunal, incluso en los detalles más minúsculos, el pintor jamás podía ser espontáneo, hasta los mismos jueces debían ser autorizados por sus superiores para que se retraten solo de cierta manera.

El creador de Josef K también destacó uno de los mayores defectos que le encontró a este pernicioso sistema burocrático, me refiero a su resistencia al cambio. Sobre esta tozuda resistencia al cambio Kafka en su obra El Proceso indicaba que nadie se atrevía siquiera a intentar alguna mejora en el funcionamiento de los tribunales, pues inmediatamente se hacía acreedor de la venganza del burócrata, quien podía tomar represalias debido al gran poder conferido.

Al respecto Kafka en la misma obra recomendaba: “Lo correcto era adaptarse a la situación. Incluso en el supuesto de que a alguna persona le fuera posible mejorar varios detalles…” Es claro que la burocracia está decidida a no cambiar sus procedimientos, debido a la inflexibilidad de su naturaleza. El burócrata siempre se negará a esos cambios a pesar de que ellos sean beneficiosos para la sociedad, pues no olvidemos que el funcionario público es un ser irreflexivo, carente de sentido común y se encuentra totalmente automatizado.

Uno de los rasgos más importantes que destaca Kafka en sus obras El Proceso y El Castillo es la conformidad de la gente con el sistema burocrático, de tal manera que los únicos marginales eran Josef K y el agrimensor, ambos eran quienes transitaban sobre los márgenes de este sistema opresivo. Es evidente que la gente termina por aceptar voluntariamente el sistema burocrático, pues hablamos de una mayoría como el pueblo que termina siendo gobernada por una minoría que son los burócratas.

La razón de esta adhesión voluntaria parece decirnos Kafka que es porque la gente aspira a esa importancia y dignidad que confieren los cargos burocráticos, recordemos que en la obra El Proceso, uno de los personajes era, El estudiante, quien cumplía las órdenes del juez instructor, evidentemente aspirando a ostentar el cargo de juez en alguna oportunidad. Recordemos ahora que, en la obra El Castillo existía un personaje llamado Bárnabas quien anhelaba con ser reconocido como mensajero oficial de la administración, siendo apoyado por su familia quien a través de él pretendía recuperar su dignidad.

Herbert Spencer en su obra El hombre contra el estado no ha sido ajeno a las causas de la adhesión voluntaria de la gente al sistema burocrático, refiriendo que la causa es el prestigio que confiere ocupar un cargo oficial. Sobre el punto en cuestión señaló recordando una cita: Todos los hombres, incluso los comerciantes y los zapateros remendones, intentaban llegar a ser funcionarios, y el hombre que se ha mantenido toda su vida sin cargo oficial alguno parece que no es un ser humano. Spencer pensaba que otra de las causas que ocasionaba esta tendencia a aspirar a los cargos burocráticos era el exagerado tamaño del estado, de tal manera que, al existir un estado demasiado grande, los burócratas ostentaban más poder y por consiguiente mayor influencia en las conciencias de las personas.

Habiendo procurado realizar una reseña que permita al lector comprender un poco más la ideología antiburocrática de Franz Kafka, trataré ahora de conciliar cada una de estas características que se le adjudicó al sistema burocrático, en el actual sistema de justicia, pues considero que es ahí donde más fácil las podremos encontrar. Para ello tomaré como referencia un caso real y utilizaré ficciones que permitan entenderlas mucho mejor.

II.- La naturaleza burocrática   

Casi estaba por amanecer y los golpes tras la puerta de una pequeña oficina no tardaron en oírse, sonaban como si reclamasen algo más que la simple atención de alguien. El abogado extenuado por una larga faena laboral se despertó al tiro, algo confundido se levantó del escritorio, miró alrededor de su reducida oficina y se dispuso a abrir.  Se trataba de una mujer de unos treinta y tres años, de condición muy humilde, quien parecía delirar.

El abogado la observó extrañado y preguntó. ¿Puedo ayudarle en algo? Ella lo observó y con impaciencia repuso. He decidido que deseo hacer justicia, me dijeron que debía buscar un abogado y aquí estoy. El abogado que empezaba a desperezarse dijo. Entonces creo que ha venido al lugar indicado, adelante.

La mujer sin pensarlo ingresó y tomó asiento en una de las sillas que se encontraban frente al escritorio del abogado. Él se apresuró a cerrar la puerta y preguntó. ¿Le puedo ofrecer un café? Ella aún inquieta contestó. No me caería nada mal, después de la mala noche que pasé.

El abogado que aún vestía el mismo traje de ayer, se aflojó un poco la corbata, y empezó a servir el café de la mujer. Luego aprovechó en servirse uno y se dirigió con ambas tasas al escritorio. La mujer le agradeció con un gesto. El abogado sentado frente a ella le preguntó. ¿Por qué ha decidido hacer justicia? Ella le dio un sorbo al café y se apuró en contestar. Porque no deseo que nadie más viva el infierno que viví y que aún sigo viviendo. El abogado la observaba en silencio, como esperando que ella continúe. Ella agregó. Me he dado cuenta de que yo no soy la culpable de lo que me pasó.

El abogado parecía examinarla e inquirió, ¿qué le pasó? Ella algo más alborotada y casi al borde del llanto manifestó. Un reconocido pastor evangélico me violó cuando tenía nueve años y me embarazó. El abogado pensativo añadió. Usted es una víctima, no se sienta culpable. Ella agregó. Es fácil decirlo, déjeme decirle que ya estuve en esta situación, incluso tuve un abogado de oficio que trató de ayudarme, pero esos innumerables formalismos que tuvo que enfrentar terminaron por rendirlo y abandonó mi caso.

El abogado algo sorprendido inquirió. ¿Quiere decir que usted ya estuvo en un proceso por el mismo caso? Ella parecía recordar con tristeza y señaló. Catorce años fueron los que perdí, para que finalmente esos tres jueces anulen todo lo que pude avanzar, dijeron que fue por una mala notificación.

No fue nada fácil, tuve que pasar numerosas, no sé cómo le llaman. Pensaba la mujer como tratando de recordar y dijo. ¡Ah sí!, diligencias. El abogado parecía reflexionar y preguntó. ¿Tiene la resolución que anuló todo el proceso? Ella parecía perturbada y contestó. ¿Puede creer que ni siquiera me la notificaron?, solo supe cuando me acerqué a consultar ante el tribunal que debía empezar un nuevo proceso por una mala notificación. Recuerdo que no pude ni siquiera presenciar aquella audiencia donde tomaron esa decisión.

El abogado de oficio luego me explicó de que era porque podían, ¿cómo le llaman ustedes? La mujer miraba al abogado como esperando su ayuda en la respuesta. Él advirtió esa necesidad y dijo. Revictimizarla.

Ella asintió con la cabeza e indicó. Eso mismo, sabe, no manejo esos términos extraños que suelen usar los abogados, pero creo entender de qué se trata eso que menciona, y me parece absurdo que después de haber estado sometida a esas famosas diligencias por años, piensen que una más podría afectarme y como dicen ustedes, revictimizarme. Lo peor es que demostré que el hijo que tengo es de mi padre.

El abogado algo desconcertado preguntó. ¿Su padre es el famoso pastor evangélico? La mujer desconsolada añadió. Sí, sabe, estoy segura de que fueron sus influencias las que lo salvaron de ir a la cárcel. Él tiene muchos contactos, desde un principio supe que no tenía oportunidad, él siempre me decía que nadie me creería. A pesar de eso yo decidí confiar en la justicia. La mujer movía la cabeza como indignada y con desesperación añadió. Es más, presenté ante esos jueces que anularon todo, una prueba de ADN que demostraba la paternidad de mi agresor, aunque no me sirvió de nada. La mujer empezó a llorar.

El abogado parecía indignado y señaló. Siempre he cuestionado la falta de sentido común que es muy propio del sistema de justicia. Le seré muy honesto, a los jueces no les puede pedir que sean empáticos y que miren más allá de sus narices, lo único que les preocupa es cumplir con sus procedimientos. Es como si al sentarse detrás de sus escritorios perdiesen su humanidad y le dieran la espalda a la realidad. Tampoco pretenda moralizarlos, ellos son ajenos a la moral, desconocen el bien y el mal, recuerde, lo único que les importa es cumplir con sus procedimientos.

La mujer observaba al abogado como si empezara a comprender las razones de comenzar un nuevo un proceso. El abogado continúo. Es como si estuvieran automatizados, no pueden ser espontáneos. La mujer muy atenta añadió. Además, es muy difícil entenderlos, es como si hablaran en otro idioma. Son tan excéntricos. Jamás he podido comprender esos procedimientos que usted menciona, ¿no se supone que la ley debería ser de fácil acceso para todos? El abogado repuso con suma sinceridad. Justamente hacer la ley inaccesible a la mayoría es lo que les concede más poder e importancia a esos cargos.

El abogado parecía haber encontrado en la mujer, más que una víctima defraudada por el sistema de justicia, una aliada a quien podía mostrar las carencias de un sistema burocrático en decadencia, entonces continúo. Soy un convencido de que una de las causas de ese poder, importancia y diría hasta dignidad de sus cargos, es el desmesurado tamaño de la burocracia judicial.

La mujer parecía recordar algo y señaló. Recuerdo que de chica mi agresor recibía a muchos jueces en casa, y en cada ocasión parecía que llegaba un célebre personaje. El atuendo que usaba en cada oportunidad era de lo mejor, mi deber solo era sonreír cada vez que uno de esos jueces me miraba.

Era imperdonable un mal gesto. Dijo la mujer quien agachó la cabeza, se tapó la boca con una de sus manos, botó algunas lágrimas y agregó. Un día olvidé sonreírle a uno de esos jueces y mi agresor me dejó sin comer por una semana. La mujer sollozaba, secó sus lágrimas y añadió. Debo reconocer que la importancia y dignidad de esos cargos que usted menciona seducen a cualquiera. Tengo un sobrino que desea ser juez, su familia lo apoya incondicionalmente. Piensan que de esa forma reivindicarán el honor de nuestra familia. Están convencidos de que el día que él se convierta en juez, todos olvidarán lo que me pasó. Confieso que yo he llegado a creerlo.

El abogado pensativo indicó. La influencia de la burocracia en la conciencia de la gente es proporcional a su tamaño. Mientras más grande mayor. Luego añadió. Volviendo a nuestro asunto, es de gran importancia obtener la resolución que anuló su proceso, para ello hoy mismo debería presentar el primer escrito. ¿Conoce usted el número de su expediente?

La mujer pensativa dijo. Creo tenerlo por aquí. Empezó a rebuscar en los bolsillos de su modesto abrigo y pareció hallar un papel con un número anotado, entonces repuso. Es este. le extendió el manuscrito al abogado y él señaló. Perfecto, solo déjeme advertirle algo. Demorará. La mujer asintió con la cabeza. Estoy lista una vez más para afrontar los años que haya que afrontar.

El abogado añadió. Debemos ser cautos, ellos son muy vengativos. La mujer lo observaba algo extrañada y señaló. ¿Se refiere a los funcionarios del tribunal? El abogado repuso. Sí. Tratemos de caerles bien desde un inicio y quizá obtengamos cierta ayuda.

La mujer pensativa añadió. Entiendo, procuraré no propasarme y evitaré desplantes frente a ellos a pesar de que todo sea tan evidente, tengo un hijo que incluso se parece cada día más a mi agresor. No sé cómo puede seguir libre, lo peor de todo es que hay mucha gente que sigue confiando que se trata de un ministro de Dios.

El abogado añadió. No solo me refería a no propasarse y evitar desplantes frente a ellos. Debe saber que para avanzar de forma rápida las cosas y que estas sean favorables a nosotros, necesitamos valernos de ciertas influencias y de algunos gastos extras. De lo contrario las cosas serán más difíciles.

La mujer acongojada y con cierto nerviosismo indicó. No me opongo a las cosas que tenga que hacer, pero no quiero mentirle, no cuento con dinero, vivo de la caridad de la gente desde hace mucho. Solo traigo conmigo la esperanza y decisión de hacer justicia. El abogado la observó compasivo y contestó. No le cobraré nada, porque yo soy como usted y me encuentro sometido a un sistema de justicia que controla y define el destino de mi vida.

Estoy seguro de que el burócrata si pudiera controlar hasta los más ínfimos detalles de nuestras vidas, lo harían, es su naturaleza. La mujer extrañada y sorprendida precisó.  Gracias, pero ¿qué ganará usted con todo esto? El abogado pensativo se tomaba de la barbilla y dijo. Tratar de reivindicar una vez más mis ansias de justicia.

Es como si con cada caso nuevo que recibo despertara esa necesidad de justicia que también se encuentra en cada persona que me cuenta sus problemas, sabemos que nuestro sistema de justicia es deplorable, pero a pesar de eso, cuando tenemos algún conflicto de interés que no podemos resolver, confiamos ciegamente en él, olvidando todos los defectos que tiene, intentando satisfacer esa necesidad.

La mujer parecía entender las palabras del abogado y dijo. No tenemos otra alternativa señor abogado, dígame, ¿qué haríamos sin la intervención del estado en la justicia? El abogado parecía soliviantado y añadió. Siempre he añorado con arrebatarle la administración de justicia al estado y optar por una justicia sin estado.

Pienso que administrar justicia es solo una cuestión de sentido común, algo que por cierto los funcionarios de este sistema de justicia evidentemente no tienen, de lo contrario no se hubiera anulado su proceso y su agresor estaría encarcelado.

Es más, con lo que me ha contado, basta y sobra para encarcelarlo de por vida, la situación se hace más absurda e irracional porque usted cuenta con una prueba de ADN que incluso se la mostró al tribunal que definió su destino. Lo cierto es que es suficiente solo el sentido común para administrar justicia en su caso. Y si me dice que los términos que se utilizan en ese sistema son inaccesibles, le responderé que eso solo es pura majadería de esos burócratas quienes pretenden complejizar, algo tan sencillo como hacer justicia.

La mujer pensativa por todo lo que el abogado había dicho señaló. Es usted un abogado muy distinto a los que conocí, sobre todo por esa sinceridad que es tan rara encontrarla en estos días, dígame algo, ¿por qué si tiene esas ideas no intenta cambiar este sistema de justicia?

El abogado sonrió como si percibiera una genuina inocencia en la mujer y añadió. Ellos se resisten al cambio, jamás accederían a ceder un poco de terreno, al contrario, su tendencia siempre será la de expandir sus dominios.

¿Se imagina todos los obstáculos que le impondrían a quien osara perturbar su enmarañado, complejo y absurdo procedimiento burocrático? Que no le quepa la menor duda que aquel que lo intentara terminaría en la cárcel. Recuerde lo que le dije, ellos son muy vengativos y no dudarán en demostrarlo de ser necesario.

La mujer algo perpleja por la conversación indicó. Haga lo mejor que pueda, solo espero que esta vez no demore catorce años en encontrarme frente a un tribunal. El abogado asintió con la cabeza y dijo. Comenzaré hoy.

III.- El deshumanizante y alienante sistema burocrático

El abogado redactó el primer escrito dirigido al tribunal. Tenía en mente ingresarlo esa misma mañana. Disfrutaba mucho la imprescindible caminata por la plazuela que estaba a algunas cuadras del juzgado. Al llegar notó que había un hombre discutiendo en la puerta de entrada con un vigilante, quien le exigía mostrar algún documento que lo identificase para dejarlo pasar.

Aquel hombre se excusaba diciendo que era un abogado y que siempre venía a realizar los impulsos procesales de sus casos, incluso llamaba por su nombre al vigilante quien parecía desconocerlo. El mismo hombre insistía diciendo que impedirle el acceso era inconstitucional y que vulneraba su derecho a la defensa, el vigilante no se inmutaba y una sola vez le dijo. No puedo dejarlo pasar, sino cumple antes con la formalidad, no insista más.

El vigilante hizo de lado al hombre quien se encontraba muy contrariado, para evitar que obstaculice el ingreso de otras personas. El hombre le advirtió que se quedaría hasta que le permitiera el ingreso, dejando en claro que ambos se conocían. Era como si esperara que el vigilante lo reconozca y al hacerlo le conceda su benevolencia.

El abogado continúo su camino y subió al tercer piso para ingresar el primer escrito al tribunal, al llegar a la mesa de partes pensó que tenía suerte de no encontrar una larga cola como en otras ocasiones, entonces una trabajadora lo observó como si viera al vació. Él acostumbrado a esa forma enajenada de actuar de los burócratas, atinó a decir. Necesito ingresar este documento con suma urgencia.

Ella inmediatamente inclinó la cabeza hacia el documento y empezó a revisar cada detalle, cuando preguntó. ¿Es usted el abogado? Él contestó. Así es. Ella volvió a interrogar. ¿La mujer que figura aquí es una víctima? El abogado algo incómodo por las preguntas que le parecían innecesarias, solo asintió con la cabeza.

La trabajadora analizaba el documento, como si estuviera calificándolo y esperando hallar el más mínimo error. Pronto se levantó y se fue sin decir ni una palabra. El abogado no se sorprendió, reconocía esos malos tratos. Al regresar, ella dijo. Hay un problema en la firma de la víctima. El abogado repuso. Es imposible, lo firmó esta mañana.

La trabajadora indicó. La firma de la víctima concluye con un punto y aquí. Levantó el escrito del abogado. No está. El abogado insatisfecho exclamó. ¡Señorita, esta mujer fue abusada sexualmente nada menos que por su propio padre, quien además la embarazó y ahora está libre! ¡Lo único que le estoy pidiendo es que ingrese el escrito, para que el tribunal acepte mi apersonamiento en un proceso que antes duró catorce años y que al final se anuló por una mala notificación!

El abogado irritado enfatizó. ¡Usted no puede recortar de esa forma el derecho de las víctimas a pedir justicia! ¡Esto es arbitrario! La trabajadora no pareció inmutarse ante el acalorado reclamo y repuso. Vuelva con el punto que falta y espere que el tribunal le responda. El abogado se encontraba desconcertado a pesar de las mismas experiencias vividas una y otra vez en el tribunal. Sabía que no podía sostener un diálogo reflexivo con la trabajadora quien al instante pareció olvidar cualquier incidente y continuar como si el abogado jamás se hubiera presentado.

El abogado tenía varias alternativas en mente, pensaba en hacer una queja en contra de la trabajadora, aunque era consciente de que los resultados eran inciertos y además se producirían después de muchos años. También consideró la opción de conversar con algún asistente de los jueces o si acaso tuviera suerte con uno de los mismos jueces.

Estas últimas opciones eran casi imposibles en ese momento, pues el abogado sabía que los burócratas eran muy estrictos en sus horarios de atención al público. A pesar de ello, decidió intentar conversar con uno de esos asistentes. Se acercó una vez más a la trabajadora y con firmeza dijo. ¡Anúncieme con alguno de los asistentes de los jueces, ellos tienen la obligación de atenderme en mi calidad de defensor de una víctima!

La trabajadora lo observó como si al mirarlo nuevamente viera al vacío y señaló. Usted sabe que eso no es posible, ellos se encuentran muy ocupados y tienen un horario de atención que no pueden infringir. El abogado insistentemente exclamó. ¡No les quitaré más que unos minutos, entienda, se trata de una víctima que necesita justicia! ¡Usted está cuestionando su firma porque carece de un punto! ¡Solo trate de olvidar por un momento sus normas y use el sentido común!

La trabajadora lo observaba como sino comprendiera ni una sola palabra de lo que había dicho e indicó. Es imposible lo que usted me pide, solo cumplo con el procedimiento. El abogado enfurecido cuestionó. ¿Cuándo llega a su casa luego de su trabajo no piensa en las consecuencias que pudo generar con sus actos? ¿Acaso no puede conmoverse frente a una víctima que fue abusada sexualmente por su propio padre quien la embarazó y que ahora busca justicia? Porque después de catorce años y a pesar de las pruebas tan contundentes que se ofreció a los jueces de este tribunal, ellos decidieron anular todo el proceso por las mismas formalidades por las que usted ahora me rechaza el escrito.

¿Acaso no puede ser lógica? La trabajadora era imperturbable, era como si el abogado hablara solo, no había ni un ápice de reacción en ella, de pronto indicó. Vuelva con el punto que le falta a la firma y espere que el tribunal le responda. A pesar de que el abogado conocía hace mucho lo deleznable que podía llegar a ser la burocracia, quiso desahogar lo que por dentro sentía al venir cada vez al tribunal. El abogado sabía que era en vano pretender siquiera una migaja de reflexión de los burócratas. Decidió tomar las riendas de su destino y a hurtadillas ingresar a uno de los despachos judiciales.

La trabajadora parecía absorta, era como si estuviera sumida en sus pensamientos llenos de formalidades burocráticas. El abogado aprovechó que la trabajadora parecía fuera de sí y se dirigió a uno de los despachos del tribunal. Había una rendija luminosa en la puerta de ingreso, el abogado sabía que necesitaba avanzar a como de lugar los trámites judiciales para empezar nuevamente con el proceso, entonces se aventuró a ingresar. Había tres funcionarios tecleando en sus computadoras, el suelo estaba lleno de expedientes, los cuales se encontraban atados con hilos de coser.

Ninguno de los funcionarios se percató de su presencia. El abogado pareció convencerse por un momento de que era invisible, empezó a caminar y mirar alrededor. Luego tomó un expediente cuyo encabezado le permitió observar que era uno de hace cuarenta años, lo abrió y notó que seguía en trámite. No pareció sorprenderle. Al dejar el expediente casualmente golpeó el escritorio de uno de los funcionarios y pareció provocarle una equivocación. El funcionario lo observó y le dijo. ¿Quién es usted y qué hace aquí? El abogado sin una pizca de alteración respondió. Soy abogado y tengo un caso en este juzgado.

El funcionario se levantó de su escritorio y dijo. No puede estar aquí, cualquier consulta o trámite primero es por mesa de partes. El abogado refirió. El problema es que en mesa de partes no pueden ayudarme. El funcionario pareció indignarse y señaló. Le repito no puede estar aquí. Sino pudo resolver su problema por mesa de partes, no puedo hacer nada, siga intentando. El abogado indicó. Quiero hablar con algún asistente de los jueces. El funcionario precisó. Eso es imposible, está fuera del horario de atención al público. El abogado preguntó. ¿Usted quién es? El funcionario repuso. Soy uno de los asistentes de los jueces.

Usted me puede ayudar, es algo muy sencillo. Indicó con cierta esperanza el abogado. Necesito ingresar este escrito. El abogado le mostró el escrito al asistente. El asistente pareció entusiasmado al ver un documento que podía compaginar en algún expediente y se zambulló en el con una ferviente pasión. El abogado precisó. La trabajadora de mesa de partes dijo que no puede ingresarlo, porque le falta un punto a la firma de la víctima, quien suscribió este documento en la mañana.

El asistente examinaba el documento con sumo interés, luego sin decir una palabra se acercó a su computadora y empezó a cotejar la firma. El abogado lo observaba casi implorando por dentro que le acepte el escrito. El asistente sacó una lupa y empezó a auscultar la firma de la mujer al milímetro y dijo. Efectivamente, a la firma le falta un punto. Es imposible ingresarlo. El abogado protestó. ¡Se trata de una mujer que ha sido agredida sexualmente por su padre quien la embarazó y nuevamente busca justicia!

Luego con incomodidad preguntó. ¿Dígame qué podría pasar si lo ingresan? Se trata solo de un punto. El asistente imperturbable refirió. No puedo hacer nada por usted, si no cumple con la corrección de la firma. El asistente le devolvió el documento. El abogado añadió. Déjeme hablar con alguno de los jueces, es mi derecho. El asistente repitió sin mayores contemplaciones. Es imposible, retírese ahora o llamaré a seguridad. El abogado omitió las advertencias del asistente y se dirigió en búsqueda de los jueces. El asistente levantó el teléfono y llamó a seguridad.

El abogado parecía cansado de la insensibilidad de los burócratas y continúo su marcha. Al llegar a un contiguo despacho judicial, tocó varias veces sin tener respuesta. Luego giró la perilla de la puerta que estaba sin seguro y se arriesgó a ingresar.

Observó que en la pared del despacho había un letrero con la siguiente descripción. “Excelencias”. De inmediato advirtió que aquel epíteto aludía a los jueces. Casi encontró la misma imagen que en el otro despacho. Había tres jueces quienes de forma impasible se encontraban frente a sus computadoras, adyacente había pilas de expedientes también atados con hilos de coser.

Empezó a caminar y a mirar alrededor, nadie notaba su presencia, era como si nuevamente fuera invisible por un momento. Esta vez ni siquiera pensó en hurgar en algún expediente, se dirigió a todos los jueces enfatizando. ¡Necesito conversar con alguno de ustedes, se trata del caso de una mujer que fue violada por su propio padre quien la embarazó! ¡Después de catorce años el proceso fue anulado por su tribunal y ahora solo deseo ingresar este escrito para iniciar un nuevo proceso!

Uno de ellos lo observó como si ignorara todo lo que había dicho. Entonces precisó. No puede estar acá, retírese e ingrese el escrito por mesa de partes. Nosotros no podemos recibir ningún documento.

El abogado señaló. Es lo que estoy tratando de hacer desde muy temprano, pero en mesa de partes me niegan el derecho de acceder a la justicia de este tribunal, porque falta un bendito punto en la firma. El mismo juez quien parecía ajeno a la realidad, con la misma pasión mostrada por el asistente empezó a examinar el documento.

Luego se reunió con los demás jueces y entre los tres parecían analizar y debatir acerca de la legitimidad del documento. Luego de algunos minutos de revisión dictaminaron a unísono. ¡Es imposible su ingreso! ¡Vuelva con el punto que le falta a la firma!

El abogado irritado cuestionó. Por lo menos, ¿díganme si recuerdan este caso? Los jueces se miraban unos a otros como si desconocieran el idioma del abogado. Luego juntos volvieron a añadir. Consiga el punto. El abogado volvió a cuestionar. ¿Acaso un punto puede provocar que ustedes le recorten el derecho de acceder a la justicia a una víctima?

Los jueces parecían no escucharlo y continuaron con sus labores. Pronto dos guardias de seguridad sujetaron por detrás los brazos del abogado. Ambos guardias dijeron. Tiene que irse. El abogado sintió que los guardias empezaban a apretarle con más fuerza los brazos. Entonces, indignado y con obstinación vociferó. ¿Es que acaso vale más una risible formalidad que una víctima que busca justicia?, ¿Es que acaso vale más un trámite irracional que la confianza en su sistema de justicia?, ¿Es que acaso vale más una norma inflexible que la realidad? Ninguno de los jueces pareció enervar su imperturbable rutina. Los guardias se llevaron al abogado.

IV.- El inescrutable sistema burocrático

El abogado al ser expectorado del tribunal notó que el hombre que había visto en la puerta de entrada continuaba tratando de persuadir al vigilante para que lo dejase ingresar, aunque sin éxito. Por la tarde el abogado gracias a algunos contactos acordó una reunión en la oficina nada menos que de un secretario judicial que trabajaba en el tribunal, estaba decidido a resolver el impase de cualquier manera.

Además, aprovechó la oportunidad para citar a la mujer asegurándose así, que ella le colocara el punto a su firma. A pesar de que el abogado procuró ser lo más didáctico posible con la explicación de las formalidades que debían cumplir al ingresar un primer escrito, la mujer parecía no comprenderlo, y más bien agregó que todo eso le parecía descabellado, aunque no dudó en aceptar en ponerle el punto a su firma.

El abogado llegó al lugar acordado, aunque la mujer aún no aparecía. El secretario judicial de quien se decía era muy influyente, tenía un carácter huraño, un rostro impasible y parecía no poseer la facultad de conmoverse. Los apuros que había experimentado el abogado de inmediato se habían bregado por todo el tribunal, y naturalmente llegó a los oídos del secretario judicial quien carecía de cualquier vestigio de emoción.

De repente el secretario judicial dijo. Debes procurar ser más cauto, sabes bien que ese tipo de berrinches no te ayudarán y por el contrario hará mucho más difícil tú acceso al tribunal. Déjame ver el escrito. El secretario judicial parecía estudiar a detalle el escrito. Luego hizo las comparaciones entre las firmas y dijo. Es innegable, falta un punto, pero es manejable. El secretario judicial pensaba con rostro apático y señaló. Sabes bien que detestamos que alguien pretenda incumplir con el procedimiento.

Es algo que no toleramos, las formalidades están hechas para cumplirse. El abogado aún contrariado indicó. La víctima vendrá pronto a ponerle el punto a su firma, aunque sé que después de lo que pasó, no tendré menos dificultades que antes. Sé muy bien que ustedes son muy vengativos y buscarán cualquier detalle si no es para obstaculizar el ingreso del escrito sí será para rechazarlo por cualquier otra razón. Es por eso por lo que vine a buscarte. Necesito que el escrito ingrese y además evitar dilaciones innecesarias en el proceso.

El secretario judicial inalterable dijo. Sabes que no será barato lo que me pides, ellos no aceptarán minucias por concederles ciertas facilidades. El abogado muy convencido preguntó. ¿Cuáles son esas facilidades que están a la venta? El secretario judicial imperturbable dijo. Te lo explicaré. Antes de que empezará con los detalles la mujer tocó la puerta. El abogado dijo. Es ella. El secretario judicial solo asintió con la cabeza como aprobando la entrada.

Al ingresar la mujer saludó al abogado e hizo lo propio con el secretario judicial quien ni siquiera la observó. El abogado invitó a la mujer a tomar asiento, le explicó lo que estaba pasando y ambos dirigieron su atención al secretario judicial quien inmutable dijo. Todo proceso comienza con un primer escrito, de lo contrario nadie podrá reconocerte como defensor. Miró al abogado.

Luego existe un plazo para que el tribunal conteste este tipo de escritos, el cual es de cuarenta y ocho horas, pero nunca se cumple. Aquí está tu primera peripecia. No precisamente en la respuesta del escrito. Sino más bien en lograr su ingreso. Existe una ley que dispone que las firmas deben ser iguales a las que figura en el registro de identidad de las personas. Que debe existir un espacio de tres centímetros solo en el margen izquierdo del escrito, pues de lo contrario será muy difícil compaginarlo.

También es necesario que utilices por lo menos tres locuciones latinas del antiguo derecho romano y que expliques la etimología de cada una. Luego es indispensable que menciones tres frases jurídicas en latín y que realices una interpretación de cada una relacionándola con el caso que defiendes.

Además, deberás utilizar tres aforismos jurídicos que aludan a la búsqueda de la justicia y será imprescindible que cites tres jurisprudencias emitidas por el tribunal sobre casos de la misma naturaleza que el tuyo. Es irrelevante si en esos casos se resolvió a favor o en contra de la víctima.

Es recién cuando logras ingresar el escrito que tu suerte está en manos del tribunal, ellos harán una revisión muy distinta, pedirán que la víctima se ratifique en todo lo que señalas en tu escrito y lo harán por tres veces. Creen que de esa forma se asegura el pleno ejercicio del derecho a la defensa de la víctima.  Una vez que la víctima se ratifique por tercera vez, la convocarán para que pueda legalizar su firma, entonces recién calificarán si el escrito es procedente o no.

La mujer con desesperación profirió. ¡Solo quiero justicia! El abogado trató de calmarla. El secretario judicial indolente frente a la reacción de la mujer añadió. Una vez que llegues a la etapa de calificación del escrito, deberás esperar que el tribunal no haya omitido alguna parte del procedimiento, porque de ser así, tendrá que presentarse nuevamente el escrito y volver a pasar por lo mismo.

El abogado empezó a sentir que la corbata le asfixiaba y preguntó. ¿Es decir, los errores del tribunal también deben ser soportados por la víctima? El secretario judicial observó al abogado como si viera solo un obstáculo en la explicación que daba y señaló. Solo son cuestiones de trámite.

La mujer parecía tener problemas para respirar, era como si se asfixiara. El abogado le pidió permiso al secretario judicial para servirle un poco de agua. El secretario judicial lo ignoró. El abogado trajo el vaso con agua y se lo ofreció a la mujer. Ella lo bebió de inmediato y pareció empezar a calmarse.

El secretario judicial continúo. Si el escrito fuera procedente, se notificará a las partes involucradas del mismo. El acto de notificación es un procedimiento riguroso, en este caso, todo estará en manos del notificador, él es quien se encargará de este trámite. La primera notificación siempre es la más complicada porque debe entregarse personalmente a las partes, jamás puede ser de otra manera, de lo contrario todo será anulado. Es el notificador quien califica que las direcciones sean las más precisas posibles, de lo contrario exigirá que se hagan referencias y hasta croquis.

Esta parte del procedimiento puede demorar años. El notificador cuenta con un personal a su cargo que se encarga de hacer la diligencia, ellos muchas veces pueden cometer errores en el procedimiento y es ahí donde vienen los problemas, lo cual genera que se vuelvan a realizar las notificaciones.

La mujer quien parecía no comprender nada preguntó. ¿Cuándo obtendré justicia? El abogado muy inquieto observó al secretario judicial y cuestionó. Dime, ¿cómo podrán ayudarme? El secretario judicial imperturbable frente a la interrupción del abogado dijo. Lo que puedo hacer ahora es lograr que ingrese el escrito y luego veremos qué más podemos hacer por ti.

El abogado repuso. ¿Qué quieres decir con qué luego verán que más pueden hacer por mí? El secretario judicial inalterable respondió. Una vez que el escrito se encuentre en manos del tribunal te ayudaremos con el trámite. El abogado con impaciencia volvió a cuestionar. ¿De qué manera me ayudarán?

El secretario judicial replicó. Logrando que el escrito proceda y se inicie el proceso. La mujer preguntó. ¿Cuánto demorará llegar hasta el juicio? El abogado le contestó. Aún no hay plazo. El secretario judicial parecía coincidir con la respuesta que dio el abogado y asintió con la cabeza.

Señor abogado dijo la mujer observando directamente al defensor. Me es complicado comprender todo esto, es como si la justicia estuviera al alcance solo de ustedes. La mujer pareció nuevamente alterarse y mirando con desesperación al secretario judicial vociferó. ¡Lo único que sé es que mi padre quien es un influyente pastor evangélico me violó y embarazó, cuento con todas las pruebas que así lo demuestran y en especial con un ADN que es innegable!, ¿es tan difícil hacer justicia? ¿a cuántos como él han dejado en libertad por preferir sus ridículas formalidades antes que el sentido común?, ¿cuántas veces han preferido sus normas antes que la verdad? El abogado señaló. Debe calmarse, estamos aquí para solucionar su problema. El secretario judicial abstraído revisaba los manuales del procedimiento.

V.- La burocracia crea la dificultad para vender la facilidad   

El abogado dirigiéndose a la mujer quien parecía acalorarse dijo. A veces estos procedimientos son desconocidos hasta por los mismos abogados. Me gustaría decirle que esto no es nuevo para mí, pero a cada momento y sin previo aviso se realizan modificaciones en la ley.

No existe seguridad jurídica. Y las leyes parecen ser solo un antojo de alguna fuerza política. El abogado parecía pensar en voz alta, era como si hubiera olvidado que se encontraba con la mujer y el secretario judicial, y continúo. Estoy seguro de que se crean todas estas dificultades, porque es una rentable fuente de ingresos.

Y si me preguntan, ¿quiénes las crean? Responderé que ellos. Los burócratas, desde los cargos más altos hasta los de menor importancia. Y si me vuelven a preguntar, ¿cómo lo hacen? Diré que lo hacen a través del mercado político, en donde el producto es la ley, y en donde las concertaciones entre demandantes y ofertantes están a la orden del día.

El abogado pareció advertir que aún se encontraba con la mujer y el secretario judicial y dijo mirando a este último. ¿Cómo hago para llegar hasta el juicio? El secretario judicial que hasta ese momento se encontraba sumido en los manuales del procedimiento, levantó la cabeza y contestó.

Para eso, se debe pasar antes por las dos etapas previas que tiene un proceso penal. La mujer parecía esforzarse una vez más por comprender lo que el secretario judicial estaba a punto de explicar. El secretario judicial prosiguió. La primera etapa que se deberá pasar es la de indagación. No piensen en los plazos, porque ni aun nosotros lo tenemos claro, eso dependerá de la cantidad de casos pendientes.

En esta etapa se interrogará a las partes involucradas, me refiero a la víctima y al agresor. Al tratarse de la primera declaración de las partes, deberá realizarse la notificación en el domicilio, bajo apercibimiento de declararla nula incluso si el notificador falla. El abogado preguntó. ¿Qué significa que falle? El secretario judicial repuso. Que no encuentre a alguna de las partes en sus domicilios, en tal caso no podría notificar a un tercero o dejar la notificación bajo puerta.

Esas reglas solo se podrán utilizar después de esta notificación. El abogado esbozaba una sonrisa de resignación y volvió a preguntar. ¿Y si el destinatario nunca se encuentra en su domicilio?  El secretario judicial sin titubear y sin mostrar un ápice de turbación señaló. No se llevará el interrogatorio hasta que sea debidamente notificado.

El secretario judicial añadió. Debe quedar claro que una vez que se realice la notificación, las partes deberán apersonarse nuevamente bajo las mismas reglas señaladas con respecto al primer escrito. El abogado precisó. Es una locura. El secretario judicial lo observó y añadió. La locura sería no cumplir el procedimiento. Eso sí sería descabellado. El secretario judicial añadió. Nosotros existimos porque existen procedimientos que cumplir, qué sería de nosotros sin estas maravillosas normas, que solo procuran administrar justicia de forma segura.

El secretario judicial impasible continuó. Una vez que las partes se encuentren debidamente notificadas y hayan cumplido con presentar una vez más el primer escrito conforme a ley, se les concederá la oportunidad de que puedan hacer uso del derecho a la prueba. Entonces, se aplicarán las reglas de la admisión y valoración de los medios probatorios. La prueba deberá estar relacionada estrictamente con los hechos y deberá ofrecerse si se trata de documentos cumpliendo las reglas que protegen la intimidad de las personas. La mujer parecía no comprender a pesar de sus tozudos esfuerzos.

El secretario judicial añadió. En el caso de la presentación de testigos, deberá seguirse las reglas que corresponden al testimonio. Todo esto parecía interminable y el secretario judicial ni siquiera había concluido con la explicación de la tercera parte de las reglas de esta etapa. La mujer parecía cansada y sofocada. El abogado estaba sorprendido por el enmarañado y complejo procedimiento burocrático que incluso él desconocía. Era claro que el secretario judicial conocía esas reglas debido a su empeño por el estudio del procedimiento.

El secretario judicial continúo explicando reglas que la mujer no comprendía y el abogado desconocía. El secretario judicial avanzaba con su explicación como si estuviera solo. De pronto el abogado lo interrumpió y preguntó. ¿Cómo nos ayudarán en la etapa indagatoria?

El secretario judicial incómodo por la interrupción repuso. La notificación siempre es la parte más difícil, deben aspirar a cumplir sus normas. Puedo asegurarme de que el notificador sea muy preciso. Me refiero a que no cometa ni el más mínimo error, usted entiende señor abogado.

El abogado pareció entender entre líneas que el secretario judicial se valdría de sus fuertes lazos con el tribunal para ayudarlos con las reglas de la notificación, entonces preguntó. ¿Y luego? El secretario judicial alegó. Ya veremos, el futuro es incierto señor abogado.

Eso sí, dígame algo, ¿tiene idea del precio de obviar alguna de las normas del procedimiento? La mujer con aflicción intervino. Tenga compasión, lo único que deseo es justicia. El secretario judicial ignoró a la mujer y nuevamente preguntó. ¿Qué me dice abogado, tiene alguna idea? El abogado respondió. Dependerá de la dificultad que se desee sobrepasar. Mientras más difícil sea más costoso será.

El secretario judicial con rostro sombrío añadió. Usted comprende bien, mientras más costoso es, mejor será, nos permitirá avanzar más rápido. El secretario judicial pronto agregó. Está demás decirle que esto es totalmente confidencial, y ni se le ocurra traicionarnos, porque conoce muy bien que no logrará nada al hacerlo, somos cada vez más y estamos muy bien organizados. Será mejor que no intente nada que pueda lamentar después.

El abogado observó a la mujer, luego volvió la vista al secretario judicial y finalmente aceptó el trato. El secretario judicial extendió un papel en el cual figuraba una cifra muy onerosa. Ese es el primer pago que deberán hacer para que le acepten el escrito que no pudo ingresar esta mañana. Luego nos iremos contactando, es todo por hoy. El secretario judicial se levantó de su asiento, abrió la puerta y los invitó a salir.

VI.- Resistencia al cambio

Al salir la mujer le manifestó al abogado sus preocupaciones por el dinero solicitado por el secretario judicial. Era imposible para ella obtener esa cantidad. El abogado le prometió ayudarla con el pago. La mujer con un llanto desconsolado se arrodilló y abrazó al abogado por las piernas. El abogado se arrodilló con ella y la abrazó, recordándole que ambos eran iguales y que al final estaban sometidos al mismo sistema de justicia. Agregó que todo era cuestión de perspectiva.

La mujer y el abogado continuaron su camino, ella repitió varias veces no haber comprendido la explicación del secretario judicial y que solo al final pudo advertir que la ayudaría si es que le pagaba. La mujer añadió que en el proceso anulado casi no había realizado ninguna acción legal, recordaba que el abogado de oficio demoró casi siete años en ingresar su primer escrito. Luego agregó que la suerte le fue favorable y llegó sin saber por qué después de siete años más de ingresado el primer escrito, al juicio. En donde finalmente no pudo conseguir justicia.

Ella creía que la indolencia y desestimar esas acciones legales le trajo suerte. Pensaba que esa podía ser una alternativa viable. Se lo consultó al abogado quien alegó que la justicia aquí era muy incierta y que siempre era bueno tener algún tipo de cábala, aunque le recomendaba a la mujer no desaprovechar la oferta del secretario judicial.

Al llegar a la plaza del centro de la ciudad, la mujer y el abogado observaron que había una protesta en contra de los inaccesibles procedimientos burocráticos del sistema de justicia. Un grupo de jóvenes con carteles exigían la flexibilización de las normas del sistema de justicia, muy cerca de ellos se encontraba un hombre quien gritaba a través de un altavoz que su proceso tenía más de cuarenta años y que hasta la fecha no se resolvía. Un grupo de ancianos reclamaba el pago de sus jubilaciones, cuya decisión estaba en manos de los tribunales hace treinta años. Eran pocas las personas que exigían un cambio.

La mujer estaba admirada y parecía comprender el malestar de esas personas, sentía como si la frustración que se hallaba dentro de ella se manifestara a través de esas arengas. El abogado quien se encontraba reflexivo al observar esa pequeña marcha recordó que en su época de estudiante tuvo un profesor quien al debatir sobre la reforma del sistema de justicia siempre repetía que era imposible que la justicia deje de pertenecerle al estado. Argüía contra los que confiaban en alternativas privadas para administrar justicia, que era casi un sacrilegio pensar en una eventual privatización de la justicia.

Creía que el ánimo de lucro de los empresarios volvería corrupto el sistema de justicia, y que los pobres no podrían acceder a ella, por esas razones afirmaba que la justicia debía quedarse siempre en manos del estado. El abogado rememoró que en aquellos años el era un fiel seguidor y admirador de ese profesor, aunque después solo empezaría a sentir indignación contra él, al descubrir en su experiencia como abogado que todo lo que decía era una mentira.

Se sentía hoy más que nunca defraudado, porque hoy había ratificado que a pesar de que la justicia estaba en manos del estado ella era muy corrupta y también inaccesible a los pobres como la mujer.

Pensaba por el contrario que un sistema de justicia privado permitiría que la gente reciba un servicio legal eficiente y eficaz, debido a la fuerza de la competencia en un libre mercado que siempre producía bienes de un mejor precio y de una mejor calidad.

Con respecto a los pobres se convencía argumentando para sus adentros que ellos sino contaban con los recursos necesarios para pagar por el servicio de justicia, por lo menos podrían ceder sus derechos a cambio de un buen precio para que otra persona con más recursos pueda ejercerlos y obtener los beneficios que de ellos se deriven. De tal manera que incluso el pobre terminaría ganando.

El abogado quien continuaba reflexivo se preguntó para sus adentros. ¿Por qué si el sector privado es tan aborrecible para muchos críticos se le permite producir y distribuir nuestros alimentos? ¿Acaso eso no demuestra que si puede con una responsabilidad tan grande como son nuestros alimentos también podría incluso y con mayor facilidad administrar justicia cuya responsabilidad es menor? El abogado pensó. Es lógico pensar que quien puede lo más, puede lo menos, por lo tanto, si el sector privado puede producir y distribuir los alimentos, también puede administrar justicia.

La mujer casi por inercia se unió a la marcha y empezó a corear los pregones de protesta. ¡Justicia sí, burocracia no!, ¡justicia sí, burocracia no! El abogado mientras ella se alejaba, solo atinó a observarla. Luego como si entendiera la decepción tan profunda de la mujer la dejó en la marcha y continúo su camino. Al llegar a su oficina prendió la televisión y empezó a escuchar a diversos y reconocidos juristas quienes hablaban sobre la reforma del sistema de justicia.

Todos compartían la misma opinión, había que reformar dentro del mismo estado, jamás fuera de él. A pesar de que esos juristas eran supremamente reconocidos, jamás plantearon alguna solución diferente, todas sus propuestas redundaban en lo mismo de siempre.

El abogado pensó que al final ellos también vivían de ese putrefacto sistema y que no podían desdeñar en contra de lo que les permitía sobrevivir. Pensó que los abogados también eran parte del problema, y que esa marcha para triunfar, debía enfrentarse no solo contra la burocracia del sistema de justicia, sino también contra los abogados.

El teléfono del abogado empezó a sonar. Era el secretario judicial quien preguntó. ¿Estás mirando la televisión? El abogado contestó. Así es. El secretario judicial añadió. En unos minutos todos los que están protestando serán apresados.

El abogado repuso. Protestar es un derecho fundamental de las personas. El secretario judicial adujo. No cuándo se protesta contra el sistema de justicia. Utilizaremos diversas normas en contra de esos alborotadores. El abogado algo incrédulo preguntó. ¿Cuáles? El secretario judicial respondió. Para empezar, utilizaremos el delito de desobediencia a la autoridad, luego iremos más allá y diremos que se trata de un delito contra la tranquilidad pública, para después adjudicarles los delitos de rebelión y sedición.

El abogado con un rostro desesperanzador preguntó. ¿Cómo sabes que ocurrirá eso? El secretario judicial contestó. Mis socios me encomendaron contactar a algunos efectivos policiales quienes nos ayudarán y procederán con la detención por flagrancia. La fiscalía por su parte ya recibió la orden de procesarlos por los delitos que te mencioné.

Fíjate en estos momentos, están llevándose a cada uno de esos agitadores. En la televisión anunciaban la detención advertida por el secretario judicial, el abogado se preocupó por la mujer y enfurecido alegó. ¡Ella se encuentra en la marcha! El secretario judicial repuso. Debiste advertirle. Quizá con eso aprenda a no meterse con nosotros. Siempre nos ha molestado las quejas, aborrecemos cualquier intento de mejora en nuestro sistema, no toleramos ni que lo piensen. Buena suerte. El secretario judicial cortó la llamada.

VII.- Para el burócrata lo importante no es hacer justicia sino cómo la hace

Por la noche, el abogado presuroso por ayudar a la mujer acudió a la dependencia policial del centro de la ciudad. Al llegar se entrevistó con un instructor de la policía quien había registrado todas las detenciones. El instructor de rostro insensible le confirmó que la mujer había sido detenida por el delito de desobediencia a la autoridad, añadiendo que también sería procesada por el delito contra la tranquilidad pública y además por los delitos de rebelión y sedición.

El abogado se encontraba ciertamente decepcionado por la arbitraria detención e indignado vociferó. ¡Esto es un abuso de autoridad, ella solo ejerció su derecho fundamental a la protesta! El abogado intentando persuadir al instructor exclamó. ¡Esto es un escándalo, estas detenciones son inconstitucionales! ¡Presentaré un habeas corpus!

El instructor lo observaba como si no comprendiera lo que aquel hombre alborotado le decía. De pronto preguntó. ¿Se encuentra usted apersonado? El abogado replicó. ¡Estoy apersonándome ahora, aquí, delante suyo y en defensa de una mujer detenida injustamente! El instructor ignorando lo mencionado por el abogado, preguntó nuevamente. ¿Tiene su primer escrito? El abogado desconcertado por la pregunta señaló con molestia. ¡No es necesario un primer escrito si me encuentro aquí! ¡Necesito hablar con mi defendida! ¡Indíqueme dónde encontrarla!

El instructor actuaba como si el abogado fuera un impedimento para continuar con sus labores, entonces dijo. No puede pasar, porque no se encuentra apersonado, necesita un primer escrito. Debe ingresarlo por mesa de partes y cumplir con las reglas que debe tener todo primer escrito, debe usted revisar el procedimiento.

El abogado recordó la explicación del secretario judicial sobre las reglas del primer escrito. Y fue como si su humanidad volviera a impactar una vez más con la cruda realidad del sistema de justicia.

Recordó que la burocracia era inaccesible además de inescrutable. Entonces decidió llamar al secretario judicial para pedirle ayuda. El secretario judicial le ofreció un trato. Se encargaría de liberar a la mujer y eliminar la orden de captura en su contra. Con la condición de que continúe con el proceso en donde ella era la víctima. El abogado aceptó el trato y se comprometió a cumplirlo. Aunque no pudo contener la curiosidad de preguntarle las razones acerca de la condición de que la mujer continúe su proceso.

El secretario judicial respondió que le encantaba que las víctimas se esperanzaran al buscar justicia a pesar de no entender nada sobre los procedimientos judiciales. Además, confesó que disfrutaba mucho la incertidumbre que provocaba el sistema de justicia en ellas. Agregó que era fascinante también observar todas las cábalas y conjuros a las que ellas podían recurrir en este tipo de procesos. El abogado no lo cuestionó, solo abandonó la llamada.

La mujer fue liberada. Aunque el abogado y la mujer ahora se encontraban supeditados a la condición impuesta por el secretario judicial. El abogado y la mujer sabían que no podían desconocer el acuerdo. De lo contrario el secretario judicial se vengaría. No podían prever de qué forma, pero de lo que sí podían estar seguros, era de que el secretario judicial no dudaría en ajustar cuentas con ellos.

Fue debido a los sobornos que el abogado y la mujer lograron avanzar en el proceso y nuevamente, aunque esta vez solo después de siete años la mujer se encontraba ante el tribunal. Ninguno pudo identificar qué hizo el secretario judicial para lograr que lleguen a esta etapa del proceso. Tampoco se lo cuestionaron.

Pese a todo, ambos estaban esperanzados, la mujer había cogido la manía de golpear tres veces con el pie derecho el suelo antes de hablar. Decía que le traía suerte y que mantendría su cábala hasta que se dictara la sentencia.

En el juicio, se ofreció esencialmente la prueba de ADN, todo parecía tan evidente. El abogado pensaba que debido a la facilidad con la que podía resolverse un caso tan obvio, no era necesario que interviniesen tres jueces, creía que bastaba solo con la participación de una persona sensata quien incluso podía prescindir de los conocimientos jurídicos exigidos para ser un juez. El abogado era un convencido de que la verdadera fuente del derecho era el sentido común.

El día de la lectura de sentencia llegó. El proceso tuvo la resonancia mediática que se esperaba, pues en el banquillo de los acusados se encontraba nada menos que un reconocido pastor evangélico, cuyos adeptos y feligreses exigían la absolución de su líder a las afueras del tribunal.

Luego del tiempo transcurrido, parecía que la culpa de los acusados desaparecía. Era como si el tiempo los absolviera de cualquier delito. Ciertamente el clima que se había creado no solo era de impunidad, también era de perdón hacia el acusado. Los jueces parecían deliberar aún algunas cuestiones que solo ellos comprendían. La mujer y el abogado se mantenían vigilantes.

Pronto el director de debates del juzgado tomó la palabra y exclamó. ¡Es la justicia una virtud! ¡Pero lo maravilloso no está en hacer justicia sino en cómo hacerla! ¡Nos preocupa mucho los precedentes que este tribunal puede dejar para los siguientes casos que se resuelvan! La mujer ahora parecía golpear tres veces el piso cada vez que el director de debates hacia una pausa. El abogado parecía tratar de comprender que era lo que trataba de decir el director de debates con toda esa perorata.

El director de debates volvió a exclamar. ¡Es un escándalo para el tribunal omitir cualquier formalidad por muy minúscula que ella sea! ¡Es como vejar la dignidad de la investidura de nuestros cargos! ¡Observamos que nuevamente existe una mala notificación! ¡Error más que inadmisible, escandaloso y despreciable!

¡No podemos decir que en un país exista justicia si es que no se cumplen las formas! ¡Estamos en un estado de derecho, en donde las normas están por encima de las autoridades y de cualquier cosa! ¡En atención a este vicio insubsanable y en virtud de la protección de los derechos fundamentales de todos nuestros ciudadanos! ¡Disponemos, anular una vez más el proceso por unanimidad!

¡Dejando a salvo el derecho de la víctima para volver a acceder a este tribunal e intentarlo una vez más! El director de debates, así como los otros jueces parecían más que disfrutar del veredicto, disfrutar con el cumplimiento del procedimiento.

La mujer se desmayó. El abogado de inmediato la socorrió. Los jueces se levantaron y se fueron. La mujer pareció recobrar la conciencia y preguntó. ¿Qué pasó? El abogado contestó. Usted se desmayó. La mujer volvió a preguntar. ¿Mi agresor está en la cárcel? El abogado respondió. No señora, anularon una vez más el proceso por una mala notificación. La mujer parecía resignada y cuestionó. ¿Qué haremos ahora? El abogado pensativo respondió. Quizá sea momento de que nosotros hagamos justicia.

VIII.- Bibliografía

Kafka, F. (2015). El Proceso. Editorial: Plutón Ediciones.

Kafka, F. (2016). El Castillo. Editorial: Plutón Ediciones.

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El autor del presente artículo es abogado por la Universidad Privada Alas Peruanas. Magíster en Gobierno y Gestión Pública por la Universidad Privada San Martín de Porres. Autor del Libro titulado Desalojo en la función notarial. Ontología jurídica para la proyección de leyes y normas. Autor de los artículos titulados “La importancia de la filosofía en el derecho, el sistema de justicia y en la propiedad privada” y “La filosofía objetivista, su entendimiento y aplicación en el derecho contemporáneo”.